Dos padres enfrentados al límite, bajo un clima de crispación, y en medio, ajeno a todo, su hijo. Este es el hilo conductor de Custodia compartida, la ópera prima del cineasta francés Xavier Legrand y con la que busca “concienciar a la gente de la existencia de una crisis: la violencia doméstica”. Una temática que no resulta novedosa para el director, ya que también protagonizaba su anterior proyecto, el cortometraje Antes que perderlo todo. Con este primer largo, Legrand ha dado un paseo adelante, y con éxito: Mejor director y mejor ópera prima en el Festival de Venecia, además de llevarse el Premio del público al mejor filme europeo en el pasado Zinemaldia.
La película arranca con una vista oral entre un juez y una pareja recientemente divorciado. Ellos son Myriam y Antoine Besson. Myriam acaba de solicitado la custodia exclusiva de su hijo Julien para protegerlo de un padre que ella dice que es violento, pero Antoine defiende su caso como un padre despreciado. Finalmente, el juez del caso sentencia a favor de la custodia compartida y será entonces cuando Julien pase a ser un rehén del creciente conflicto entre sus padres, empujado al límite.
Para abordar la historia, Legrand realizó una profunda labor de documentación, según desvela él mismo, ya que “tratar un tema tan sensible requiere un acercamiento máximo a la realidad sin llegar a hacer un documental o un drama social”. En ese sentido, apunta que el filme busca mostrar “las proporciones terroríficas que puede alcanzar la violencia doméstica”.
De esta forma, “el miedo y el temor que inspira un hombre dispuesto a todo con tal de regresar con la mujer que le ha dejado” son los cimientos sobre los que el cineasta ha construido el relato. “El personaje de Antoine es una amenaza continua para los que le rodean, Myriam y Julien no se relajan nunca porque saben que el peligro puede aparecer en cualquier momento”, comenta.
Como referencias cinematográficas, el director señala tres películas: Kramer contra Kramer, La noche del cazador y El resplandor. “Me ayudaron a enfocar los temas que quería plasmar y a encontrar los estados de ánimo por los que pasan los personajes”, apunta Legrand. Para recrear el clima de tensión latente en la historia, Legrand tomó la radical decisión de prescindir de la música casi completamente. “La tensión surge a partir de los sonidos cotidianos como el eco del piso, el ruido del intermitente, un reloj...”, desvela, sobre una cotidianidad que también refleja la propia realización. Las repeticiones de encuadres recrean así esta familiaridad, a la par que “dan la sensación de estar atrapados en una espiral terrible”.
En una espiral se sumergen también Julien y su hermana mayor Joséphine, cuyos papeles son de gran importancia ya que están en el centro del conflicto, en mayor medida en el caso de Julien. Sin embargo, apenas hablan. “Los hijos tienen muy poco diálogo porque son la esencia del tema: en los casos de violencia doméstica, nadie suele escucharles”, reflexiona Legrand.
Por último, el cineasta reivindica que aunque la violencia doméstica está presente en los medios, “es un tema que sigue siendo tabú y las víctimas no se atreven a denunciar, mientras los vecinos no dicen nada”. Por ello espera que Custodia compartida remueva, al menos, muchas conciencias.