Iñaki S. recibió el primero de los cuatro mensajes en el que le pedían una autorización para una compra en La Rozas, en Madrid. Pero él se encontraba en Getxo y ante la desconfianza, no autorizó ninguna compra. Era fin de semana y decidió esperar sin hacer nada. El lunes siguiente acudió a la oficina del banco y le explicó a su gestor lo ocurrido. En ese momento no tenía ninguna cargo por ese importe, por lo que tanto él como su gestor entendieron que había sido “un intento de estafa”. Sin embargo, en marzo, le llegó el cargo de 557 euros. 

Acudió el banco y le dijeron que la primera vez que se acercó no se había podido ver al encontrarse en “la nube”. Le destruyeron la tarjeta, tanto la suya y la de su mujer y les dieron otra. Su sorpresa llegó cuando los últimos números de las nuevas tarjetas coincidían con los dos últimos mensajes que le habían llegado. “Claramente tenían todos mis datos”, confiesa alarmado.

Interpuso una denuncia a la Ertzaintza y tras una investigación le indicaron que se trataba de una tarjeta virtual vinculada con este número y que los sospechosos del presunto delito de estafa tenían domicilio en Málaga. Por ello, la investigación de trasladó al juzgado de la ciudad andaluza, donde interrogaron a una de las presuntas implicadas pero no se pudo probar que fuera ella la que había llevado a cabo el delito. “Aún están por localizar los otros dos hombres que están supuestamente relacionados con el caso”, reconoce.

Tras la falta de pruebas el caso se ha sobreseído, lo que ha hecho que su banco se niegue a devolverle el dinero. “Ellos me dicen que he tenido que aceptar algo, pero no lo he hecho, solamente me llegaron los mensajes y eso ha tenido que ser un fallo suyo de seguridad, porque tenían todos nuestros datos, incluso la nueva tarjeta que nos iban a dar”, lamenta. 

Casos similares

Al igual que a Iñaki a muchos otros vizcainos les han ocurrido casos similares. En el caso de Borja L. la estafa se realizó a través de la cuenta de la PlayStation. Una vez hackeado su perfil, los estafadores comenzaron a comprar juegos por valor de 160 euros sin que este pudiese evitarlo. Una vez anulada la tarjeta, cesaron las compras, sin embargo, todas ellas se hicieron sin la necesitad de aceptar nada. Al igual que Iñaki, denunció ante la Ertzaintza lo sucedido y aún se encuentra a la espera de la devolución del dinero. 

El caso de Nerea P. es aún si cabe más curioso, ya que a su tarjeta llegaron cargos de una aplicación que ni siquiera tenía descargada. Se trataba de una aplicación de comida a domicilio y desde ella, se realizó un pedido sin que ella diese su consentimiento. En su caso, al ser una cantidad inferior, diez euros, no denunció, aunque reconoce que debería haberlo hecho.