Los menores detenidos tras la muerte de su madre adoptiva en Castro Urdiales no eran, al parecer, conflictivos y sus resultados académicos eran buenos. Por ello resulta más asombroso, si cabe, que sean sospechosos de haber cometido un hecho tan atroz. “Cómo no me va a sorprender. Es algo espeluznante y, por fortuna, un hecho absolutamente extraordinario”, afirma el profesor de Psicología criminal y Psicología jurídica de la UPV/EHU César San Juan.

¿Qué hipótesis considera que se pueden barajar por los datos que han trascendido del caso?

Una de las cuestiones más enigmáticas e inquietantes que nos podemos preguntar en el campo de la psicología criminal es ¿por qué mata un niño? Normalmente las respuestas a esta pregunta giran en torno a hogares desestructurados, episodios de violencia intrafamiliar, quizás abusos sexuales en la infancia, pero no parece ser este el caso, al contrario. No son menores conflictivos. Son estudiantes aplicados, en un hogar aparentemente ejemplar, al menos desde el momento en que son adoptados. Por eso quizás lo más plausible sea atribuirlo a factores neuropsicológicos, acaso genéticos.

¿Cree, por su experiencia, que ha podido ser un acto premeditado o impulsivo? ¿En qué se basa?

Es difícil preverlo, pero si hubiera sido un crimen impulsivo, esa característica, la impulsividad, se habría manifestado anteriormente en otro tipo de situaciones. Uno no se vuelve impulsivo de repente. Según parece, no eran menores especialmente conflictivos, por lo que, en principio, parece incompatible con un asesinato impulsivo. De lo que no cabe duda es de que hay una serie de acciones posteriores al crimen bastante elaboradas, como el ocultamiento del cadáver, la simulación de un secuestro, etc.  

¿Qué lectura hace de cómo ha sido hallado el cadáver, maniatado, con una cuchillada en el cuello y la cabeza cubierta con una bolsa?

Depende. Es evidente que se trata de un crimen extremadamente violento. Desconozco el resultado de la autopsia, pero la bolsa, tras la cuchillada, ha podido ser una forma de acelerar la muerte de su madre por asfixia. Si la colocación de la bolsa es posterior al asesinato puede reflejar un intento de despersonalización de la víctima ocultando su rostro.

¿Qué papel habría podido jugar el otro hermano, de 13 años, inimputable al ser menor de edad?

Efectivamente, en nuestro ordenamiento jurídico los menores de 14 años no pueden ser juzgados, independientemente de la brutalidad del crimen que pudieran cometer. Y entre los 14 y 18 están sometidos a una regulación especial bajo la denominada Ley de Responsabilidad Penal del Menor. Pero esos límites, menor de 14, entre 14 y 18, y mayor de 18, obedecen a un consenso evolutivo y jurídico. Quiero decir que, en los casos concretos, te puedes encontrar con personas de 16 años con una madurez de 12, o de 13 con una madurez de 18. En definitiva, la edad es un indicador, pero no una evidencia de quién era el líder y quién obedecía en este caso. Es algo que habrá de ser investigado.

“Hay acciones posteriores al crimen bastante elaboradas, como ocultar el cadáver o simular un secuestro”

Ambos fueron adoptados en Rusia. ¿Aporta algo este dato en lo que respecta a su perfil psicológico?

Absolutamente nada. Lo que aportaría una valiosa información es saber el perfil de sus padres biológicos. Antecedentes familiares de problemas de salud mental o antecedentes criminales, consumo de tóxicos, violencia intrafamiliar, abusos antes de ser adoptados, etc. En fin, desde mi punto de vista las respuestas a muchas preguntas las podríamos encontrar en su familia biológica.

¿Los menores que cometen un hecho tan grave siempre sufren algún trastorno mental?

Ante un crimen de esta naturaleza es evidente que algo no va bien. Las claves las podemos encontrar en un proceso de socialización fallido, padres negligentes, hogares donde está normalizado el comportamiento violento... Es decir, un ambiente o un contexto de aprendizaje de alto riesgo. La otra opción puede estar relacionada con algún tipo de alteración neuronal. Cuando estas dos variables interactúan la probabilidad de que un menor se involucre en conductas antisociales es muy alta.

No constaba ninguna denuncia, ni se conocía la existencia de problemas entre los hijos y la madre. ¿Los problemas a veces existen, pero no trascienden las paredes de casa?

Eso es muy cierto. Pero parece ser que lo que llamamos indicios periféricos -es decir, la percepción de los vecinos, profesores, amigos, etc.- reflejan un contexto familiar estructurado y, por decirlo así, normal. Esta aparente contradicción entre lo percibido desde fuera y lo abominable del crimen es precisamente lo que llama tan poderosamente la atención.

"No son dos sicarios. Maquinaron una historia con un plan de huida desde la visión del mundo que tienen dos niños de 13 y 16 años"

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Se ha publicado que llamaron a su abuela, que simularon estar siendo secuestrados y se ocultaron en un parque. No parecían tener muchas posibilidades de huir.

Es obvio que no. No son dos sicarios, no son dos criminales profesionales. Son dos niños. Sería importante no perder de vista esta realidad. Maquinaron una historia con un plan de huida desde la visión del mundo que tienen dos niños de 13 y 15 años. Imagino que causará controversia esa reflexión, pero es la realidad.

¿Hay algún otro aspecto que le haya llamado la atención desde el punto de vista criminológico?

Como adelantaba antes, los estudios con menores adoptados sugieren que la genética puede contribuir a la tendencia a convertirse en delincuente, pero también es evidente que el entorno es esencial. Sabemos que algunas personas pueden nacer con una predisposición biológica al comportamiento antisocial, pero los factores ambientales pueden inhibir o facilitar ese comportamiento. Los genes, por lo general, no influyen directamente en el comportamiento criminal y por eso este caso es especialmente llamativo porque, si se confirma la información sobre la idoneidad del hogar en que vivían, parece que todos los boletos debemos atribuirlos a la predisposición genética.

¿Este tipo de casos son puntuales o hay más agresiones graves de menores hacia madres, que podrían haber tenido resultado de muerte, de las que trascienden?

Los delitos de violencia filio-parental tuvieron un crecimiento bastante acusado en el País Vasco hasta la pandemia. Desde entonces ha habido una tendencia de descenso y parece que se han estabilizado. Son episodios en los que mayoritariamente la víctima es la madre que, con frecuencia, también es víctima de violencia de género. Es una realidad dramática y contra la que debemos luchar, pero los casos de parricidios son muy, muy excepcionales.