Las caras largas y las miradas hundidas en el suelo ya vaticinaban que la concentración en el exterior del IMQ en Zorrotzaurre terminaría en lágrimas, en llantos de tristeza pero también de rabia por una tragedia ocurrida el pasado viernes a cuatrocientos kilómetros y que se ha llevado por delante la vida de Alexandra Velasco, enfermera en esta clínica, cuando cenaba con sus amigas en un restaurante franquiciado sito en Madrid. Otra vizcaina, sentada a la misma mesa y que trabaja en el Departamento de Marketing en Megapark, continúa ingresada en un hospital madrileño en estado grave, con quemaduras en el 25% de su cuerpo.

La huella dejada por Alex, como era conocida en su círculo íntimo y entre sus compañeras de trabajo, será difícil de olvidar. De hecho, todas las compañeras hablaban de ella en tiempo presente, como si nada hubiera ocurrido. Porque el espíritu optimista y risueño de esta getxoztarra de 43 años ha calado muy mucho en las salas de este complejo hospitalario. Ahora estaba centrada en los servicios de quirófano, pero había trabajado en otras áreas. Por eso era tan conocida y sobre todo, tan querida entre sus compañeros y la gerencia de esta clínica privada.

El propio director general del IMQ de Zorrotzaurre, Nicolás Guerra, daba cuenta del vacío espiritual que la trágica muerte de Alexandra ha dejado y dejará en los pasillos del centro hospitalario. “Su sonrisa no pasaba desapercibida”, resumía a preguntas de los medios durante el acto de concentración para despedir a esta enfermera. “Alex ha sido una persona que ha irradiado felicidad, alegría, humanidad... Alex reunía todo esto; era la sonrisa perpetua, siempre estaba con esa sonrisa y no pasaba inadvertida. El vacío que deja ahora entre todas sus compañeras va a ser grande”, indicaba.

Y es que Alex encarnaba esa amabilidad y simpatía que siempre se reclama para cualquier procedimiento de atención médica. “Hablamos muchas veces de humanidad en los centros hospitalarios y Alex reunía todo eso. Era la sonrisa perpetua y no pasaba desapercibida”, telegrafiaba el director general del IMQ de Zorrotzauarre desde la zona de Urgencias del complejo hospitalario, donde se realizó la concentración en silencio.

“No se lo merecía”

Compañeros de la enfermera fallecida en el incendio del restaurante de Madrid, visiblemente emocionados, tras el minuto de silencio con el que la recordaron ayer. OSKAR GONZÁLEZ

A su lado, ataviada todavía con su gorro de quirófano, Patricia San Juan rompía a llorar al recordar a su compañera de fatigas Alexandra Velasco. Más allá de sus virtudes profesionales, quiso hacer hincapié en los valores que la joven getxoztarra fallecida en el incendio de un restaurante en la capital española compartía a diario con todo el personal de la clínica, no solo con las enfermeras de su servicio y turno. “Esta vida es muy injusta. Ha tenido un final horrible, no se lo merecía”, sollozaba San Juan.

Esta integrante del equipo de Enfermería de Quirófano aprovechó para transmitir su solidaridad con las personas allegadas a Alexandra, especialmente con su madre, con quien mantenía una relación muy estrecha y en quien se apoyó sobremanera durante sus años de formación y en sus primeros contactos con el mercado laboral. “Sabemos todo lo que la quería porque se ha desvivido por y para ella”, aportó Patricia San Juan. La joven fallecida en el incendio llevaba tiempo preparando la escapada a Madrid con su cuadrilla de amigas.

El suceso

La investigación sigue su curso

Franquicia en Bilbao. Facua-Consumidores en Acción ha pedido al Ayuntamiento de Bilbao una “inspección urgente” del restaurante Burro Canaglia sito en la calle Iparraguirre, cadena donde se registró un incendio en su local de Madrid este pasado viernes con el resultado de dos personas muertas y otras doce heridas -ocho de ellas de gravedad- “para verificar el material con el que están fabricadas las plantas artificiales de los locales” y “constatar si es ignífugo”. De esta forma, se pretende “evitar que pueda producirse otra desgracia”.

La malla atrapó a los clientes. La Policía Científica investiga si los materiales que componían la decoración aceleraron la propagación. Las plantas artificiales que cubrían gran parte del techo y las paredes estaban sujetas por una malla de alambre que como consecuencia de las llamas cayó a una temperatura extrema sobre las mesas y el suelo del local, dejando sin escapatoria a los afectados.