Zalla - A las 14.00 horas de ayer, más de doce después de que se recibiera el aviso a la una de la madrugada, el humo todavía salía de la casa del barrio de La Llana, en Zalla, en el que falleció una mujer de 67 años a consecuencia de un incendio. Los bomberos tardaron seis horas en controlarlo y regresaron por la tarde tras reavivarse un foco, según informó el departamento de Seguridad del Gobierno vasco. La vivienda unifamiliar, compuesta por dos edificaciones unidas entre sí que pertenecen a la misma familia, quedó completamente calcinada por las llamas, cuyo origen se está investigando. En cualquier caso, se propagaron rápidamente hasta provocar que el tejado de madera se precipitara sobre la primera planta. Los bomberos tuvieron que derribar la puerta para acceder al interior y hallaron el cadáver de la víctima, que estaba sola, al parecer, cerca de la entrada.

M. J. LL. era muy conocida en su “barrio de toda la vida”, según contaba un vecino, consternado por lo sucedido, que prefirió no revelar su identidad. El inmueble familiar se amplió con otra casa colindante más grande, aunque en la actualidad lo ocupaba solo la víctima. Enviudó “hará unos tres años” después de que su marido falleciera “a consecuencia de una larga enfermedad”. “Trabajé con él en una fábrica de Aranguren”, rememoraba un conocido. Su hija reside fuera de Zalla y su hijo, que ayer se personó en la casa, pasaba temporadas con su madre. “Va y viene”, señaló un allegado. Además, una hermana de la víctima vive en el municipio. Ambas “destacaban por su altura, en torno a 1,80 metros”.

Según recordaba otro vecino de los alrededores que pidió mantenerse en el anonimato, resultaba frecuente verla conduciendo su propio coche y dando largos paseos. “Era una persona tremendamente activa, todavía no termino de creérmelo. Se va a notar su ausencia y más en estas fechas que se acercan”, apuntaba en referencia a la Navidad. En una zona donde predominan las casas unifamiliares, como la incendiada, ni él ni su familia escucharon el trasiego de los servicios de emergencia. Celestino González, otro de los zallarras a los que sacudió la tragedia, solía encontrar a M. J. LL. en sus caminatas por el área de Ibarra “y siempre llevaba comida para dársela a mis gatos”.

Hasta La Llana se desplazaron siete dotaciones de los parques de Balmaseda, Urioste y Derio y veinte bomberos en total. Cuando llegaron la casa ya ardía. Una vez controlado el fuego, un retén se quedó en el lugar para controlar los últimos rescoldos mientras se procedía a analizar el escenario, siguiendo el protocolo habitual, según explicaron fuentes de la investigación. Las mismas fuentes añadieron que es probable que al menos el ala más antigua de la construcción, la más pequeña de las dos casas unidas, tenga que ser demolida ante el riesgo de derrumbe. Los efectos del incendio eran visibles desde la carretera que une el centro de Zalla con el núcleo de Otxaran. Un tramo que se encuentra en obras para construir una acera. A la altura de La Llana la actuación ya ha concluido, lo que evitó mayores afecciones al tráfico que la reducción de velocidad para sortear el camión de bomberos. Conductores que así lo hicieron y residentes en las inmediaciones que caminaron hasta sus casa a pie miraban la casa con expresión de tristeza. Entre ellos, un vecino que se enteró de la noticia “a primera hora de la mañana, por la radio”. Cuando su hija se vio obligada a desviarse y tomar otra ruta de camino al aeropuerto para tomar un vuelo con destino a Barcelona al toparse con el despliegue de emergencias de madrugada no imaginaba que los hechos revistieran la gravedad que, por desgracia, se certificó.