La Fiscalía pide 7 años de prisión para un presunto maltratador de animales
Una asociación encontró en 2008 seis perros abandonados en una granja de Loiu
Bilbao. Siempre hay desalmados en el mundo. Gente que no tiene consideración ni hacia la naturaleza ni hacia los animales y que ve en ellos simples objetos. En este contexto, ayer en el Juzgado de lo Penal número 4 de Bilbao comenzó el juicio por un caso de maltrato animal ocurrido en Loiu en 2008. El imputado J. B. G. cometió presuntamente un atentado contra el bienestar de varios perros a los que encerró y abandonó para dejarlos morir en un antiguo gallinero. El acusado fue identificado gracias al microchip localizador que llevaba uno de los perros maltratados. La defensa, asignada de oficio, excusa a su cliente por lo sucedido afirmando que "se encontraba enfermo y delegó el cuidado de los canes en otra persona". Sin embargo, existen otras hipótesis que aún se están investigando, que apuntan que los animales podrían ser perros de seguridad. La denuncia fue interpuesta por el Ministerio Fiscal por un delito de maltrato a animales. La Fiscalía solicita siete años de prisión para el imputado ya que el caso será tratado por la vía penal.
Por otro lado, el acusado no se presentó en el juicio, según explicó su abogado, "porque permanece convaleciente tras una intervención quirúrgica en la pierna". Finalmente, la nueva vista tendrá lugar el próximo jueves 25 de marzo. Entonces, el acusado tendrá que hacer frente a pruebas tan contundentes como un vídeo grabado por la Asociación para un Trato Ético con los Animales (ATEA) y que la Fiscalía presentará como documento inculpatorio durante el juicio.
Los hechos El caso se descubrió a finales de junio de 2008 cuando un grupo de obreros trabajaba en las inmediaciones de la antigua construcción ganadera. Allí, descubrieron cómo media docena de perros estaban encerrados en la edificación. Dos perros merodeaban en el interior de la estancia y otros cuatro eran prisioneros en pequeños habitáculos sin posibilidad de salir en busca de agua ni alimento. Los primeros días tras el descubrimiento, los operarios les proporcionaron algo de comida. Después, cuando se percataron de que nadie se ocupaba de su cuidado, decidieron llamar a la asociación protectora de animales ATEA.
De esta forma, varios miembros de la protectora acudieron a la granja de Loiu, cámara en mano, para comprobar el estado de los animales. Realmente, no imaginaban lo que iban a encontrar allí. "Se trata de un caso de negligencia severa por parte del propietario, los animales se encontraban en unas condiciones de salubridad tan lamentables que a duras penas podían sobrevivir", explicó Luis, miembro de ATEA y testigo en el juicio.
Encerrados, famélicos y sin fuerza, los perros luchaban, sin éxito, por salir de sus celdas que, poco a poco, se iban convirtiendo en nichos. "Debían llevar meses encerrados allí. Encontramos varios esqueletos de perro, uno estaba recostado en una esquina y aún llevaba su collar puesto. Sin más, se dejó morir", señaló Luis. Lo más probable es que la necesidad llevara a los canes a devorar los cuerpos sin vida de sus compañeros.
Tras el dantesco espectáculo, la protectora se dirigió a la Ertzain-tza para denunciar los hechos y éstos, a su vez, remitieron el caso al Ayuntamiento de Loiu. Poco después, varios agentes de la Policía Municipal y el alcalde de la localidad en persona fueron al lugar. "El primer edil está sensibilizado con este tipo de temas. Inmediatamente ordenó la redacción de un informe e hizo venir a los servicios de recogida de animales abandonados", apuntó Kepa Tamames, de ATEA. Varios componentes del centro de acogida y adopción Capegabi recogieron a los seis animales, los trasladaron a sus instalaciones en Artxanda y se hicieron cargo de ellos.
Un Desenlace agridulce Tras el plazo legal de un mes, que también sirvió como espacio de recuperación de los seis perros rescatados -cuatro machos y dos hembras, una de ellas preñada-, tres fueron adoptados por varias familias. "La hembra preñada sobrevivió y tuvo una bonita camada", añadió Esteban. Lamentablemente, no todos sufrieron la misma suerte. Tres de los animales tuvieron que ser sacrificados.
Una de ellos, una perra negra, murió de inmediato. "Su estado de salud era tan deplorable que era irreversible", comentó Esteban, miembro de Capegabi. A los otros dos, se les aplicó la eutanasia poco después. "Uno de los canes se volvió tan agresivo que, por seguridad, su inserción en una familia era imposible. El otro era mayor y con el trauma sus órganos fallaban", contó el miembro de Capegabi.
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