Esto le pasa a tu cuerpo tras semanas de comilonas en navidades
El organismo se adapta como puede a un “maratón” de calorías, sal y alcohol que deja huella durante días
Las Navidades suelen traer algo más que reuniones familiares. Y es que con ella también llegan las comilonas encadenadas, los horarios desordenados y la tentación constante de picar un poco. Cuando esto se mantiene durante semanas, el cuerpo no lo vive como un exceso puntual, sino como un cambio de rutina. La consecuencia no es solo ganar algo de peso, sino una suma de efectos sobre la digestión, el azúcar en sangre, el sueño, la retención de líquidos y la sensación general de energía de nuestro cuerpo.
Digestión bajo presión
Tras varios días de comidas copiosas, el estómago se distiende con más facilidad y la digestión se vuelve más lenta, especialmente si se combinan grasas, azúcares y alcohol. Es habitual notar pesadez, reflujo, gases y una sensación de barriga llena que dura horas. Las cenas de navidades, que muchas veces incluye varios platos y postres, puede agravar el problema porque el cuerpo termina cenando mucho más tarde de lo habitual, cuando la actividad física es mínima y la digestión ya es de por sí más lenta.
Además, cuando aumentan los ultraprocesados, los dulces y los embutidos, suele bajar la ingesta de fibra y alimentos frescos. Eso altera el tránsito intestinal y puede aparecer estreñimiento o, en otras personas, justo lo contrario.
Glucosa e insulina
En semanas de turrones, polvorones y sobremesas largas, el cuerpo se acostumbra a picos frecuentes de glucosa. Tras una comida con mucho azúcar o harinas refinadas, sube el nivel de azúcar en sangre y el organismo responde con insulina para bajarlo. El problema llega cuando ese patrón se repite y aparecen bajones posteriores que se notan como cansancio, niebla mental o hambre incluso poco después de comer. El cuerpo termina enganchándose al azúcar y entra en un ciclo de antojos que conviene cortar de raíz.
Retención de líquidos e inflamación
Embutidos, quesos curados, mariscos con salsas, aperitivos salados y panes son una bomba de sodio. El sodio favorece la retención de líquidos, y si además hay menos movimiento y más horas sentado, el cuerpo lo acusa. A esto se suma que muchas comidas navideñas son ricas en grasas y calorías, lo que puede generar una sensación de inflamación corporal.
El alcohol también influye. Aunque al principio parezca que “deshidrata” por su efecto diurético, después puede contribuir a que el cuerpo se descompense, con más sed, peor descanso y, en algunas personas, más hinchazón al día siguiente.
Subidas de peso
Cuando la báscula sube en Navidad, no todo es grasa. Parte puede ser agua retenida, parte contenido intestinal y parte cambios puntuales en glucógeno por el aumento de carbohidratos. Pero si las comilonas se repiten durante semanas, sí puede haber ganancia real de grasa, simplemente porque el balance calórico se mantiene alto durante demasiados días. Lo más importante es entender que el cuerpo se adapta a lo que se repite.
La buena noticia es que muchos de estos efectos se revierten cuando vuelven horarios y comidas más estables. Tras Navidad y Nochevieja, el cuerpo suele agradecerlo y adaptarse rápido a la rutina de durante el año.
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