Con el paso de los años, el cuerpo experimenta cambios que también afectan a la piel. La disminución de colágeno, la pérdida de elasticidad y la reducción de las glándulas sebáceas hacen que la dermis de las personas mayores sea más frágil y se reseque con mayor facilidad. Esto obliga a replantear las rutinas de higiene personal que, en etapas más jóvenes, podían incluir duchas diarias sin mayores problemas. Según los especialistas en dermatología y geriatría, mantener una rutina de limpieza adaptada no solo garantiza la higiene, sino que también evita irritaciones y mejora la calidad de vida.
¿Cuántas veces?
Los expertos coinciden en que no es necesario ducharse todos los días en edades avanzadas. De hecho, hacerlo puede tener efectos contraproducentes, ya que el exceso de agua y jabón elimina la capa lipídica protectora de la piel, favoreciendo sequedad, grietas y picores. La recomendación general es realizar una ducha completa alrededor de tres veces por semana, utilizando productos suaves, con pH neutro y sin perfumes intensos.
Aunque las duchas completas no sean necesarias a diario, los especialistas recalcan que sí es fundamental mantener una higiene diaria mínima. Esto implica lavar con agua y jabón suave las zonas de mayor sudoración y riesgo de infecciones: cara, axilas, manos, pies, genitales y zona anal. Esta práctica, sencilla y rápida, asegura la frescura diaria y previene la proliferación de bacterias u hongos que pueden aparecer con la falta de limpieza localizada.
El cuidado de la piel
Tan importante como el momento de la ducha es el cuidado posterior. Tras cada baño, se debe secar la piel con suavidad, sin frotar, poniendo especial atención en los pliegues (como ingles, axilas o debajo del pecho), donde la humedad retenida puede causar irritaciones o favorecer la aparición de hongos. Además, se recomienda aplicar de manera habitual cremas hidratantes específicas para pieles maduras, que devuelvan elasticidad y refuercen la barrera protectora. Este paso convierte la rutina de higiene en una medida activa de salud cutánea.
En muchas ocasiones, las personas mayores encuentran dificultades para realizar duchas frecuentes debido a problemas de movilidad o a la falta de autonomía. En estos casos, la higiene puede completarse con baños parciales o con el uso de toallitas húmedas sin alcohol, que permiten limpiar zonas concretas de forma práctica.
Una cuestión de salud, y no solo física
La higiene personal no solo tiene efectos físicos, también repercute en la autoestima y el bienestar emocional. Estar limpio y aseado ayuda a mantener la sensación de dignidad, confianza y comodidad en la vida diaria, factores especialmente relevantes en la tercera edad. Además, una rutina de higiene adecuada permite prevenir infecciones cutáneas, controlar olores corporales y favorecer el descanso, al proporcionar una sensación de frescor y confort.
No todas las personas mayores necesitan la misma frecuencia de ducha. Quienes realizan actividades físicas o viven en climas cálidos pueden requerir más aseo, mientras que aquellos con piel especialmente seca o con movilidad reducida se beneficiarán de rutinas más espaciadas y adaptadas. Los médicos insisten en que la higiene debe individualizarse, teniendo en cuenta tanto la salud cutánea como las condiciones generales de cada persona.