Crujirse los dedos es un gesto frecuente que genera debates y advertencias desde hace décadas, especialmente por la creencia de que podría causar artritis. Sin embargo, la investigación médica es clara: no existe relación entre este hábito y el desarrollo de enfermedades articulares.
El característico sonido proviene de un proceso llamado cavitación. En el interior de las articulaciones tenemos un líquido sinovial que contiene gases. Cuando se estiran o flexionan los dedos de forma brusca, el espacio articular se expande y se genera una burbuja de gas que colapsa, produciendo el chasquido. Estudios realizados mediante resonancia magnética confirman que este fenómeno es inofensivo, no causa daños en el cartílago ni aumenta la inflamación.
Efectos reales del hábito
Aunque el gesto no tiene consecuencias graves, sí puede generar algunos efectos secundarios. Muchos usuarios experimentan un alivio inmediato debido a una breve liberación de endorfinas, motivo por el cual puede convertirse en un hábito automático.
En personas que se crujen los dedos de forma muy repetida, los especialistas han observado una ligera laxitud momentánea en los ligamentos, así como una posible disminución temporal de la fuerza de agarre. Estos efectos no implican deterioro de la articulación, pero sí indican que conviene evitar realizar el gesto de forma compulsiva.
El único riesgo importante aparece cuando se fuerza el movimiento más allá del rango natural de la articulación. En estos casos, pueden producirse pequeños esguinces, irritación de tendones o molestias en los tejidos blandos. No es habitual, pero sí posible si se ejerce presión excesiva o movimientos bruscos.
Síntomas que no deben pasar por alto
Aunque el chasquido en sí no es un problema, sí lo es si aparece acompañado de dolor persistente, inflamación articular, calor local o limitación del movimiento. Estos signos pueden indicar una lesión previa o una patología articular que no está relacionada con el crujido, pero que requiere evaluación por parte de un profesional sanitario.
En ausencia de estos síntomas, los expertos coinciden: crujirse los dedos es un hábito bastante seguro, sin relación con la artritis y sin impacto negativo a largo plazo en la movilidad o la salud de las articulaciones.
La evidencia científica disponible desmonta de forma definitiva el mito de que crujirse los dedos provoca artritis. El gesto no deteriora la articulación ni supone un riesgo para la salud, siempre que no se realice con más fuerza de la debida. No obstante, si aparecen molestias o limitaciones, es recomendable consultar a un especialista para descartar otras causas.