No solo es importante cuidar, sino saber cómo necesita y quiere cada persona que la cuiden. Parece obvio decir que no todas las personas quieren ni necesitan lo mismo y cuando reciben cuidados por edad, enfermedad o dependencia, debería seguir siendo igual de obvio que cada persona es única y diferente para ser cuidada desde la dignidad y el respeto.

Conocer a la persona en su globalidad (quién es), y no solo sus limitaciones y patologías (cómo está), es un aspecto esencial en la humanización de los cuidados que conlleva cuidar desde la empatía. Su historia de vida, sus preferencias y deseos, sus objetivos y expectativas han de ser el eje central de la atención que damos a las personas.

Ainara Castaños- Neuropsicóloga IMQ Igurco José M.ª Azkuna IMQ Igurco

La pérdida de autonomía e independencia en esta fase de la vida supone un gran esfuerzo de adaptación y aceptación por parte de la persona que necesita ser cuidada, por lo que es fundamental respetar en todo lo posible sus rutinas, hábitos y costumbres del día a día. Esto aporta tranquilidad y seguridad, generando un bienestar emocional. En cambio, la falta de control percibido en aspectos importantes de su vida puede dar lugar a frustración, conductas demandantes, apatía, e incluso depresión.

Conocer aspectos cotidianos significativos como la costumbre de levantarse temprano, escuchar la radio para dormirse, llevar un pañuelo en la manga, pintarse siempre los labios o dormir con la puerta abierta por miedo a la oscuridad es tan importante como conocer sus necesidades asistenciales y sanitarias para un buen cuidado integral.

Otro aspecto primordial del cuidado es descubrir y potenciar las habilidades y capacidades que la persona mantiene, por mínimas que sean. De esta forma no solo fomentamos su autonomía física, sino que también mejoramos la percepción de ella misma, visibilizando sus fortalezas. Involucrar y hacer partícipes a las personas en su cuidado diario aumenta el sentimiento de autoeficacia y utilidad, así como la autodeterminación y empoderamiento en su vida cotidiana.

Conocer a las personas para entender su conducta

Muchos de los comportamientos problemáticos en personas con demencia son expresiones de malestar emocional. El daño neurológico altera su realidad y reviven acontecimientos pasados o fragmentos de ellos. Estos comportamientos no siempre carecen de sentido, sino que están relacionados con su biografía. La pérdida de roles pasados donde se sentían productivos o experiencias traumáticas y de vulnerabilidad, sobre todo en la infancia, pueden salir a la luz.

También influye el carácter y temperamento, los recursos que la persona ha tenido para afrontar los retos y adversidades, sus creencias, el estilo de vida anterior o la agudeza de los sentidos.

Conocer esta información a través de la propia persona o de su familia permite comprender su conducta y empatizar con la persona para que se sienta escuchada, validada y acompañada, reduciendo su malestar. De no ser así, la persona cada vez se encerrará más en sí misma o su conducta empeorará.

Cuidar en las instituciones

El ingreso en una institución no debería suponer un punto y aparte en la vida de las personas y, por ello, la forma de trabajar de las organizaciones y sus profesionales está evolucionando hacia un modelo de atención que ensalza que cada persona debe ser tratada desde su singularidad, con intervenciones guiadas por la propia persona o su familia en representación, tomando un papel activo en las decisiones de su vida, ya que lo que pensamos que es mejor para ellos no siempre lo es. Conocer su trayectoria vital y vida cotidiana, cómo quieren ser cuidadas a través de profesionales de referencia y la inclusión de las personas en su plan de atención son elementos para seguir avanzando en el buen trato de las personas mayores que viven en los centros.