Pese a los buenos datos registrados en Euskadi, la incidencia de la enfermedad en todo el mundo urge a tomar medidas. Solo en 2021 (últimas cifras disponibles) hubo 10,6 millones de nuevos casos y 1,6 millones de personas murieron como consecuencia de la tuberculosis, lo que le convierte en la segunda enfermedad infecciosa más mortífera después de la covid-19, y la decimotercera causa de muerte en el mundo.

Se estima que en 2020 enfermaron de tuberculosis 9,9 millones de personas en todo el mundo: 5,5 millones de hombres, 3,3 millones de mujeres y 1,1 millones de niños. Además, cada año, 1,5 millones pierden la vida por este motivo, porque la tuberculosis sigue siendo una de las enfermedades infecciosas más letales, a pesar de que es prevenible y curable. Y, como no podía ser de otra manera, la inmensa mayoría de las muertes (el 95%), se producen en países en desarrollo.

La covid-19 y la desigualdad de acceso a los servicios de salud han provocado que, por primera vez en una década, la incidencia de la enfermedad y la mortalidad que causa hayan aumentado. Los conflictos armados que se están dando en Europa, África y Oriente Medio también han contribuido al incremento de casos en estos países.

Además de las consecuencias sanitarias, la tuberculosis supone también un grave problema económico y social para las personas que la padecen, que son mayoritariamente adultos en edad productiva. 

En todo el mundo, cerca de uno de cada dos hogares afectados por la tuberculosis se enfrenta a gastos derivados de la enfermedad superiores al 20% de la renta del hogar. 

La inversión en la prevención, el diagnóstico y la atención de la tuberculosis en los países de ingresos bajos y medianos, en los que se producen el 98% de los casos de tuberculosis notificados, están muy por debajo de lo necesario.