Una pequeña cima se acurruca junto al pico Txindoki o Larrunarri, en las estribaciones norte de la sierra de Aralar. Una cumbre que atesora una dilatada historia, así como viejos cuentos de la mitología de las montañas, y que nos ofrece bellos paseos para descubrir sus secretos milenarios. Hoy caminaremos una de esas rutas que parte del barrio de Larraitz, ubicado en terrenos de la localidad gipuzkoana de Abaltzisketa.

Estacionamos en el amplio parking del área de recreo de Zamao, punto de partida habitual para ascender a Txindoki, por lo que suele ser un paraje bastante frecuentado. Cruzamos una puerta metálica, al fondo del aparcamiento, y tomamos el marcado camino que, pausadamente va ascendiendo hacia Txindoki, acariciando su ladera. Ascendemos sin pérdida, mientras el panorama se abre ante nuestros ojos, hasta alcanzar una marcada curva desde la que parte a nuestra derecha un sendero en la linde del bosque, abandonando la ruta clásica hacia Txindoki. Optamos por este sendero, que cruza una langa para asomarse al barranco, regalándonos una impresionante vista de nuestro objetivo de hoy: el pico Auza Gaztelu. Enseguida nos sumergimos en un bellísimo hayedo con ejemplares de tejo que salpican el bosque. Salimos a terreno despejado y salvamos un corto pero duro tramo que nos deja en el collado de Errekonta, tras cruzar una portezuela. Estamos bajo el vértice cimero de Auza Gaztelu, solo resta ascender la dura cuesta que se dirige hacia las peñas de la cumbre. Alcanzamos la cima, donde nos reciben unas vistas sublimes; Txindoki nos llama poderosamente la atención, desplegando sus magnéticos encantos ante nuestros maravillados ojos. 

El camino enlosado

En la cumbre de Auza Gaztelu podemos observar aún los restos de lo que fue una torre de vigilancia que hunde sus orígenes en los tiempos del Medioevo, allá por el siglo XIII. Su nombre ya nos indica con el topónimo Gaztelu -castillo en euskera-, su antiquísima historia, ya que fue parte de la frontera del viejo reino pirenaico de Navarra. Esta fortaleza era la encargada de vigilar la cercana calzada de Enirio, que pasa un poco más abajo, en la vertiente este de la montaña. Este ancestral camino enlosado unía Navarra con la costa gipuzkoana; esta misma calzada pasaba bajo otra fortaleza de parecidas características a la de Auza Gaztelu, la del pico Mendikute, ya en el macizo de Ernio. Antigua ruta neolítica de transhumancia, se reutilizó para el tránsito de peregrinos, soldados, comerciantes y un sinfín de gentes que caminaron por sus enormes losas.

Pero sus orígenes van más allá, ya que hunden sus raíces en lo más profundo de nuestra historia y de nuestras viejas leyendas. En la cima de Auza Gaztelu, nos cuenta la mitología que habitaron una familia de jentiles, de hecho también se conoce al pico como Jentilen Sukaldea -cocina de los jentiles-. Estos seres míticos se describen como unos gigantes poseedores de una fuerza descomunal que también son conocidos como gentiles. Habitantes de las montañas, su tamaño era proporcional a su ingenuidad, su envergadura era tan enorme que podían pasear por la mar sin mojarse la ropa, remangándose tan solo los pantalones, o que, para atarse los cordones, se debían sentar en una montaña apoyando los pies en otra. Eran muy aficionados a lanzar enormes pedruscos de un monte a otro. Pertenecen al grupo de seres míticos emparentados con otros personajes como Roldán o Sansón, siendo un mito que se da en muchos lugares de Euskal Herria.

Huellas de los jentiles Una leyenda que tiene como escenario la cima en la que nos encontramos cuenta lo siguiente:

“El jefe de los jentiles que vivían en la montaña de Auza Gaztelu, fue a buscar trigo a Navarra y, regresando con siete pellejos de buey llenos de cereal, se topó con su hija en la fuente que nace bajo la cumbre. Esta le dijo:

-Ven aquí a descansar y a beber agua fresca.

El jentil contestó:

-Si hubiera sabido que me era lícito soltar la carga y descansar en el camino, habría tomado sobre mí otros siete sacos más como estos que traigo.”

También se cuenta que uno de ellos arrojó una enorme piedra desde la cima, pero que patinó en el momento del tiro, y el proyectil cayó junto a la cercana majada de Ausokoegi; se trata del dolmen homónimo que aún hoy podemos ver junto a la misma.

Asimismo, se dice que eran los constructores de la calzada de Enirio, antes mencionada, colocando las enormes losas que hoy podemos ver; en varias piedras se aprecian dos marcas paralelas que, al parecer y según los viejos cuentos, serían las huellas de las ruedas que dejaron allí los carros de los gigantes.

El retorno al punto de partida lo realizamos por el mismo camino que nos ha traído hasta aquí.

FICHA PRÁCTICA

  • ACCESO: El barrio de Larraitz podemos alcanzarlo siguiendo la carretera GI 2133 tanto desde Abaltzisketa como desde Zaldibia.
  • DISTANCIA: 10 kilómetros
  • DESNIVEL: 520 metros
  • DIFICULTAD: Media