COLONIA judía desde la reconquista de Sevilla por parte de Fernando III hasta su expulsión por edicto de los Reyes Católicos en 1492, La Judería de la ciudad andaluza sobrevive siglos después y ofrece huellas del pasado hebreo en los barrios de Santa Cruz y San Bartolomé, en sus recogidos patios, sus flores coloristas y embriagadoras, y sus calles estrechas.

Visitar Sevilla nunca defrauda y aunque en esta época del año los pulmones no se alegren con el olor a azahar, aprovechar estos días para ver al Athletic o disfrutar del puente de la semana próxima da pie a recorrer La Judería, el barrio que recuerda el paso de los judíos por la bella y simpática ciudad andaluza.

Más de cinco siglos después de su expulsión y de la conversión al cristianismo de los sevillanos, todavía pervive su huella, especialmente en los barrios de Santa Cruz –sobre todo porque es el que mejor se ha vendido– y San Bartolomé. Allí, el visitante se puede perder durante horas y disfrutar de sus calles estrechas, casas encaladas, patios repletos de flores, rejas en las ventanas y múltiples plazoletas con estatuas dedicadas a personajes reales o ficticios, como Juan Tenorio.

Existe una visita cultural que se centra en la ocupación judía y recorre el perímetro de la muralla de la ciudad, las puertas, el cementerio, los edificios que acogieron sus sinagogas, plazas y mercados. En el caso de recorrer La Judería a tu aire, después de visitar el barrio de Santa Cruz camino del Patio de Banderas, la entrada al Real Alcázar o la Catedral, y de atravesar múltiples soportales de origen medieval, puedes centrar tu atención en el menos conocido barrio de San Bartolomé, que se recomienda visitar con un guía o con algún amigo o conocido local.

Iglesia de La Blanca

Sª Mª la Blanca. A.P.

En él se sitúa la iglesia de Santa María la Blanca, templo barroco que fue una sinagoga y que se mantiene como perfecto ejemplo de las culturas árabe, judía y cristiana. Cuida la hora de la visita que realices para no encontrarte con una boda –da igual la época del año– y disfruta de su techo abigarrado y de las réplicas exactas de los cuadros de Murillo que destacan en su interior y dirigen todas las miradas a los laterales del edificio.

Para llegar al templo tendrás que hacer equilibrios para atravesar la estrecha calle de San Bartolomé, conocida como la Calle Verde, debido a su vegetación abundante, que casi cae sobre las cabezas de los turistas y protege del calor de la ciudad. Quieras o no, acabarás también dándote de bruces con el conocido como Callejón de la Judería y con las calles de las Tres Cruces, San Clemente o Dos Hermanas, pasos obligados en este recorrido sevillano.

La zona –y sus alrededores– incluye también numerosos bares y restaurantes donde reponer fuerzas para seguir el camino con buen jamón, rebujito y la curiosa pringá local.