Su aislamiento hasta épocas recientes ha permitido a los valles altos del Pirineo Aragonés conservar la naturalidad de sus parajes, que, en el caso del Parque Natural de Ordesa y Monte Perdido, corazón de la cordillera, cuenta con 16.000 hectáreas y ofrece al visitante hasta cuatro valles y múltiples cascadas y cañones.
Patrimonio Mundial por la Unesco y, por tanto, con protección especial, el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido incluye un conjunto de cuatro valles (Ordesa, Añisclo, Escuaín y Pineta), que se extienden como brazos alrededor del Monte Perdido, el macizo calcáreo más alto de Europa. Situado en la comarca de Sobrarbe, lo atraviesa la ruta transpirenaica GR–11.
Corazón de Pirineos y uno de los primeros espacios naturales protegidos de Europa, el valle de Ordesa es el alma del parque. Recorrer sus senderos es una experiencia que se queda en tu recuerdo si descubres la belleza del Tozal del Mallo, la Cascada del Estrecho, las Gradas de Soaso o el Bosque de las Hayas. La ruta hasta la Cola de Caballo es la más sencilla y familiar.
Entre paseos por tupidos bosques de hayas y pinos, ríos y altas praderas de montaña, se llega a Torla, típico pueblo pirenaico. Conviene visitar también el cañón de Anisclo, una profunda brecha que corta la montaña de norte a sur.
De visión obligada son las Gargantas de Escuaín, sitas en el valle más pequeño y menos transitado del parque. Finalmente, el valle de Pineta surge apacible y bucólico con el perfil en U de origen glaciar. Rodeado de poderosas crestas y boscosas laderas, termina ante la mole de las Tres Sorores: Monte Perdido, el Cilindro de Marboré y el Soum de Ramond, que te obligarán a levantar la vista hasta sus más de 3.000 metros de altura. l