Pasad mañana llega otro 25-N. Del anterior a este contabilizamos de nuevo decenas de mujeres asesinadas por sus parejas, miles de atenciones a través de los teléfonos de ayuda, denuncia pública contra un diputado que hizo del Solo sí es sí, eslogan personal y que, según dirimirá la justicia, no cumplía en su ámbito más íntimo y el vergonzante juicio en Francia donde Gisele Pelicot ha visto cómo decenas de hombres mentían tras haberla violado cuando estaba presuntamente drogada por su marido. La lucha por los derechos de las mujeres tiene mucho, muchísimo, recorrido por delante. Erradicar los mensajes machistas y misóginos y su puesta en práctica en el día a día se antoja quizás ahora especialmente más complicado tras la permisividad que conceden determinadas redes sociales para su propagación. La labor en las familias y en las escuelas se antoja en ocasiones complicada ante el gigante que supone internet, donde todo vale y mucho permanece. Cierto es que se van dando pasos, pero sería una irresponsabilidad no ver que, en ocasiones, las redes sociales se convierten en altavoz del peor de los mensajes, con el claro objetivo de llegar al sector de la población más joven. El 25-N, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, debe ser una jornada festiva de lucha, de protesta, de recordar y de insistir. Nació para conmemorar el violento asesinato de tres hermanas activistas políticas asesinadas en la República Dominicana en el año 1960. Ellas no fueron las primeras y tampoco conocemos lamentablemente a quienes serán las últimas. En Euskadi, el teléfono 900 840 111 está disponible los 365 días del año las 24 horas. No deja rastro en la factura aunque hay que eliminar la llamada del registro. Que seamos cada vez menos.
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