PUEDE mirarse como si fuese un ave del futuro, un medio de transporte público que "te aproxima a la familia, al puesto de trabajo, a los amigos...". Quien así habla es José Ramón Taranco, el rostro visible de Laboral Kutxa en Bilbao, jefe de patrocinios y acción social de la entidad financiera, un hombre apegado al pueblo que lo mismo disfruta "de la cercanía de la gente", que del carácter cosmopolita de la ciudad, agigantado por la presencia del metro en sus entrañas. Oigámosle cómo lo explica: "Cuando visitas una de las grandes ciudades y tienes a tu alcance un metro que te aporta agilidad descubres que esa es una bella manera de hacer metrópoli. Es lo que sucedió en Bilbao, donde ya no cabe imaginarse una ciudad sin él".

Más allá de la propuesta tecnológica, "donde el metro aparece como un medio de transporte público puntero", a José Ramón Taranco le estimula una mirada social, casi sentimental. "El metro de Bilbao tiene la virtud de acercar a los pueblos y unir a las personas en los vagones. No sé si se puede decir algo así, pero tiene algunas virtudes que son casi humanas". Oyéndole, casi se diría que el metro es un sentimiento.

Conversaciones cazadas al vuelo, cruces de la ciudadanía y un "ir y venir de saludos que te aproxima a la gente, a veces demasiado ensimismada, alejada en sus quehaceres diarios. El metro te lleva al saludo, al ¡hombre, qué tal! que nos humaniza. Tienes unos minutos para la conversación y eso se agradece".

He ahí las sensaciones de hoy en día, muy distintas a las de aquellos primeros días "donde Bilbao estaba cambiando su escenografía. Recuerdo los intensos debates que había entonces en la calle cuando se decían barbaridades del Guggenheim y se comentaba que no hacía falta un metro para una ciudad que se hacía andando. El tiempo", prosigue Joserra, "nos ha demostrado que lo que propició el auténtico cambio de la ciudad para la ciudadanía fue el metro. El Guggenheim tuvo su efecto proyector pero el pueblo ha sacado usos y disfrutes del uso desde el primer día. La apuesta fue todo un órdago y los años han demostrado que se trató de un órdago triunfante. Hay que reconocerlo."

En su viaje, desde la boca de Doctor Areilza, a los pies de casa, hasta las oficinas centrales de laboral Kutxa, a los pies de la salida de la estación de Abando, allá en el nacimiento de la Gran Vía, Taranco admite que gana "tiempo y encuentros con gente que hacía tiempo que no veía". Es su uso más común pero admite que "además le acerca a uno a la mar, a pueblos que de repente quedan a la vuelta de la esquina, como si fuesen de la familia, de casa".

No se detiene en su uso sino en el de los conciudadanos. "De la misma manera que uno se acerca a otros lugares, otros lugares se acercan a uno. De repente Bilbao se hizo más accesible para Bizkaia y esa idea hizo que a cada metro ganado se le iban sumando miles de adeptos. No por nada, Bizkaia se hacía más habitable."

Esa misma agilidad, esa facilidad de desplazamientos, "también conquista a los turistas, que se manejan con más soltura en un medio de transporte sostenible. Se diría que hablamos el mismo lenguaje que otros pueblos que nos visitan, un lenguaje ecológico".

Viajar es la respuesta, no importa cuál sea la pregunta. En esa idea incide José Ramón Taranco, desde la convicción de que el metro es una manera de desplazarse "que cada día propicia una aventura. Y si piensas que la aventura es peligrosa prueba la rutina. Es mortal", sostiene Taranco, con mucha verdad.