bilbao

TRAS la tercera y última Guerra Carlista y la abolición de los fueros, era patente el sentimiento de frustración de gran parte de la población vasca. Pero, curiosamente, esos hechos fueron el germen de algo que llegó a denominarse como Renacimiento Vasco o Primer Renacimiento Vasco (Euskal Pizkundea, en euskera), un movimiento social, político y cultural que se enmarca en las claves del Romanticismo y que sentó las bases de otros movimientos que llegaron más tarde, en las décadas 60 y 70.

La denominación de Renacimiento Vasco es aplicada por los historiógrafos a un amplio periodo que abarca sesenta años (1876-1936) y se asemeja a procesos culturales vividos en Catalunya (Renaixença) y en Galicia (Rexurdimento), ligados entre sí por la celebración de los Juegos Florales (en Euskal Herria se llamaron Lore Jokoak y fueron impulsados por Antoine d'Abbadie). A este resurgir de la conciencia vasca se sumaron políticos, escritores, músicos y empresarios, que dotaron a la sociedad vasca de instrumentos identitarios, en parte recuperando la tradición y en parte apostando por nuevas sendas. El Instituto Labayru ha profundizado en las raíces y consecuencias de este movimiento, y fruto de estas investigaciones es el documental Euskal Pizkundea Bizkaian que DEIA ofrecerá a sus lectores este domingo.

Igone Etxebarria, de Labayru, ha intervenido en la producción del documental y define ese periodo como "un resurgir, una recuperación de la conciencia vasca desde todos los órdenes, tanto políticos como culturales, que barrió todo aquel pesimismo que se arrastraba desde la última carlistada". Aitzol, fusilado hace más de 76 años, fue uno de los máximos impulsores de esta corriente que sentó las bases de instituciones como, por ejemplo, Eus-kaltzaindia o Eusko Ikaskuntza. "Lo curioso es que en Bizkaia tuvo su epicentro en los márgenes del Ibaizabal, es decir, en un entorno urbanita y no en los caseríos. Este resurgir de la conciencia vasca se extendió a ámbitos tan dispares como la arquitectura -el Edificio Sota de Bilbao o algunos palacetes de Neguri-, la literatura -en Bizkaia el máximo exponente fue Lauaxeta-, la música -Guridi, Azkue, Aita Donostia, etc...-, la pintura o la política -Pasionaria, Polixene Trabudua, Sorne Unzueta...-", aclara Igone Etxebarria.

Además, la publicación de diversas revistas dio a conocer las creaciones de muchos escritores. La semaine de Bayonne (1868-1918), Eskualduna (1887-1944), Euskal Erria (1880-1918), Euskal Esnalea o Euskaltzale (1897-1899) contribuyeron a esta difusión. "Tampoco podemos olvidar la importancia que tuvo la creación de Emakume Abertzale Batza o la celebración del Euskal Ikaskuntzen Kongresua", enfatiza Etxebarria, quien recuerda que "por aquel entonces se crearon las primeras escuelas de barrio, donde a muchos alumnos se les enseñaba en euskera".