Un tractor nos deja paso para aparcar ante una campa tranquila, donde pastan unos caballos sin muchas ganas de que les perturben la paz. Guillermo Río se pone el buzo y las botas de goma y coge una vara de PVC y un simple péndulo. Esas son sus herramientas, desde hace 30 años, para ejercer su trabajo: buscador de agua. ¿Y con qué tipo de vara rastreaban en busca del líquido elemento hace siglos? Guillermo coge un cuchillo grande de la furgoneta, parte una rama de sauce en forma de uve, le quita las hojas y voilà! Ya podemos emular a Moisés o a los indios americanos...
Porque si hay algún oficio secular es el de zahorí. Y, al contrario de lo que puedan pensar muchos, resulta un trabajo decisivo y altamente rentable: "Estoy todo el día buscando agua para hacer pozos", explica, risueño, este gallego de nacimiento al que ya de niño le "tiraba" el agua y la buscaba por las huertas familiares, influenciado por el oficio de su tío. Un oficio difícil de aprender, sin duda, a pesar de su aparente simpleza pues, como apunta Guillermo, "zahorí más bien se nace, aunque luego, con el tiempo, como el médico vas aprendiendo".
Treinta años de localización de corrientes subterráneas de agua para perforar y hacer pozos avalan su capacidad, efectivamente no compartida por cualquiera: actualmente, en Gipuzkoa habría dos veteranos, en Logroño alguno, uno en Navarra... "Hace 20 años éramos más, pero algunos han ido muriendo o jubilándose y ahora nos cuentan con los dedos de una mano", señala Guillermo, quien ve aptitudes en un joven logroñés que va adquiriendo maneras.
Al menos a 4.500 años atrás se remonta la existencia del zahorismo (también se les conoce por radiestesistas). Algunos decían tener virtudes para detectar agua o metales. Es una figura mítica que nos ha acompañado siempre en la literatura y el cine. Por supuesto, las empresas de perforación y creación de pozos, sin un zahorí, son como un jardín sin flores, ya que se dan casos en que "nos piden con exactitud dónde hacer el pozo, sin comprobar si íbamos a encontrar agua debajo, y resulta un fracaso". Ante esa tesitura, más de uno le ha retado a Guillermo: "¿Que me va a encontrar agua aquí, en mi caserío? Si lo consigue, ¡le regalo un cordero!". "Si me hubieran regalado todos los corderos que me han prometido, tendría cordero para comer hasta que muriera", bromea el zahorí.
la "vara mágica" No es de extrañar que muchos clientes se hayan asombrado con las capacidades de Guillermo Río, ya que para conseguir agua antaño se trasladaban kilómetros hasta un aljibe. Y, claro, verle funcionar a este veterano zahorí es cuando menos sorprendente: llega y recorre la finca de un lado a otro, con la vara asida fuertemente con ambas manos para detectar los acuíferos, y cuando da con uno, la vara se inclina hacia abajo. Entonces, los cuantifica: uno, dos, tres... ninguno... Después, con un péndulo de metal sitúa dónde confluyen las "venas" y en ese lugar perforan. Hay un sistema "no tan fiable" para conocer la profundidad por la que pasa el agua, mediante unas monedas de cobre. En algunos casos, la certeza es altísima, y la empresa perfora los metros exactos hasta dar con el paso del agua que, si circula con mucha potencia, puede salir disparada hacia arriba como un géiser.
Ni la lluvia, ni la nieve, ni el viento... detienen la actividad de estos singulares detectores. Según Guillermo, hay lugares donde algunos zahoríes no encuentran agua, mientras otros sí. Por ello, el boca-oído ha llevado a que Guillermo tenga muy buena fama y sea requerido con frecuencia en toda Euskadi, Cantabria, Burgos... "Hay veces en que voy detrás de otro que ha encontrado y marco donde ya marcó él", se congratula, si bien añade que "tampoco soy perfecto, ¿eh?". Aunque la explicación de su trabajo residiría en que la vara "detecta una corriente magnética que produce el agua al circular por la tierra", sí opina que "para encontrar tienes que concentrarte en lo que hay bajo tierra".
Entre las anécdotas, los 14 pozos que localizó, en plena sequía del 89, para una famosa firma de refrescos; las aguas que halló para una empresa de agua mineral; las pepitas brillantes y la arena y conchas que han encontrado alguna vez al perforar o los perros que le han mordido...