El historiador y abogado labortano Jean-Claude Larronde será uno de los galardonados este año en los Premios Sabino Arana, que se entregarán el domingo en el Teatro Arriaga de Bilbao. Formado en Derecho en la Universidad de Burdeos, su tesis doctoral (1972) se titula El nacionalismo vasco: su origen y su ideología en la obra de Sabino Arana-Goiri. Una obra que, 50 años después, “sigue siendo fundamental” para entender la evolución de nuestro pueblo en el último siglo y medio, según la propia Fundación Sabino Arana.

Desde el punto de vista histórico, Sabino Arana (1865-1903) es seguramente el principal nombre de la historia del nacionalismo vasco. ¿Qué destacaría de él?

—Sabino Arana supone un antes y un después en la historia del nacionalismo vasco. Después de Sabino Arana había un programa, una teoría política, y su aportación supone un gran cambio en la política vasca. Decir que Euskadi es la patria de los vascos era nuevo, y rompe en el contexto de la época, que era muy español.

Sabino Arana fue el artífice de aquello, pero en su bibliografía sobresale la biografía que dedicó a su hermano Luis, del que usted dice que era mucho más que el número dos del PNV recién fundado.

—Sabino era el teórico y Luis era el organizador del partido. Los dos hermanos se complementaban muy bien. Desde luego, la propia figura de Sabino sería diferente sin Luis y el partido no tendría la misma forma. La influencia mutua era importante.

¿Qué es lo que le llevó a usted a adentrarse en el conocimiento de la historia del nacionalismo vasco?

—Nosotros hicimos nuestros estudios en Baiona y en un principio no sabíamos nada de nada del nacionalismo vasco. A los 20 años, la verdad, éramos más aficionados a la fiesta. Cuando nos hablan del nacionalismo vasco era completamente nuevo para mí, pero había un profesor en Burdeos que era simpatizante con ese tema. Y al final hice mi tesis sobre esto. No hay que olvidar que era la época del franquismo triunfante, aunque en declive ya. Y nosotros éramos los jóvenes de Enbata, el único partido político abertzale de Iparralde. Yo había hecho la tesis en 1972 y hubo que esperar a la muerte de Franco en 1975.

La historia del nacionalismo vasco es sin duda la historia del PNV. Más de 125 años en los que han superado toda clase de avatares externos e internos. ¿Hay alguna fórmula para haber resistido?

El secreto es la tenacidad de los militantes. Yo creo que la expulsión del PNV de su sede de la Avenue Marceau (1951) en París es un buen exponente. Han sabido resistir a este empujón franquista y siempre con los mismos argumentos.

En plena dictadura surgió la otra gran expresión abertzale de la mano de ETA y ahora que ya ha desaparecido la propia ETA, EH Bildu aspira a sustituir al PNV al frente del Gobierno vasco.

—Al principio no era tan diferente del PNV, pero después sí. Es también un cambio generacional, pero las principales diferencias las veo en materia de Exteriores; no tanto a nivel interno.

¿En qué en concreto?

—El apoyo a los dictadoras de América del Sur y Central. El apoyo a Maduro en Venezuela, por ejemplo. Eso no es posible para el PNV.

Hoy, en la CAV, las formaciones abertzales acaparan el 70% de los votos y, sin embargo, la independencia es una aspiración que tiene el menor respaldo de los últimos años. ¿Qué opinión le merece?

—Yo no creo que se haya debilitado. La necesidad de independencia existe, pero hay factores que lo impiden y ese es el principal impedimento; por ejemplo, la situación geográfica dividida de Euskadi, entre la comunidad autónoma de Euskadi, con tres provincias, y Navarra aparte, como comunidad foral. Y luego Iparralde. Habrá que ver, pero yo estoy convencido de que el PNV hará su trabajo y seguirá manteniendo siempre sus argumentos hacia la independencia. La devolución de la sede de la Avenue Marceau al PNV tardó 73 años. Eso no es nada en política. No, yo no creo que se haya debilitado ese sentimiento.

Usted es de Baiona, ¿cuál es la salud del nacionalismo vasco en Iparralde? ¿Puede aspirar al liderazgo?

—Desde luego, sí creo que puede seguir creciendo. La gente está viendo y entendiendo que los abertzales son serios en su discurso y la gente vota a EH Bai, que tiene algunos ayuntamientos; y votan al PNV. Yo creo que el nacionalismo vasco va a seguir creciendo en Iparralde.

¿Qué opina de la mancomunidad de Iparralde y cómo cree que está siendo su labor?

—Me parece una gran aportación, con un presidente, Jean-René Etchegaray, que no es abertzale, pero entiende el sentimiento abertzale. La mancomunidad está haciendo una buena labor, por ejemplo, en el desarme de ETA. En Hegoalde la sociedad civil no juega un papel importante, pero sí los partidos. Y en Iparralde es diferente: es más importante la sociedad civil.

La UE ha significado la apertura de las fronteras internas, entre ellas, la del Bidasoa. ¿Ha servido para acercar a Iparralde y Hegoalde?

—Ha sido muy importante y ha servido para acercar los lazos en todos los aspectos: deportivo, económico...

Hablemos de la extrema derecha que emerge en Europa, al igual que lo hizo en la primera mitad del siglo XX. ¿Qué enseñanzas podemos extraer de aquellos oscuros años?

—Yo creo que no hemos olvidado. Sí está creciendo, pero confío en que tendrá un límite cercano. No es posible que vayamos en este rumbo.