Las elecciones al Parlamento de Galicia de mañana, a la que están llamados a votar poco más de 2,6 millones de gallegos, se han convertido en una pugna a cara de perro entre dos alternativas antagónicas: por un lado, el PP de un Alfonso Rueda que lucha por deshacerse de la pesada sombra de su antecesor -el ahora presidente popular Alberto Núñez Feijóo- y, de paso, aspira a seguir gobernando en la Xunta con una cómoda mayoría absoluta; y por el otro, el viento fresco personificado por un BNG encabezado por Ana Pontón que, con el viento a favor de las encuestas, confía en pulverizar sus registros y derrotar al partido hegemónico apoyándose en un PSdG ya resignado a la nada y Sumar. Ambas opciones están más que abiertas pero hay un listón a superar: los 38 escaños.

La polarización política ha llegado a tal extremo en Galicia que ayer Feijóo llegó a decir que “o unimos los votos, o viene el nacionalismo de izquierda soberanista”. El dirigente del PP aseguró en un masivo acto de cierra de campaña en Cee (A Coruña) que nota “un olor a mayoría absoluta total” para su formación, a la par que alertó de tres cuestiones capitales fundamentales para su partido: la necesidad de no dividir el voto de centroderecha -o, dicho de oto modo, taponar el apoyo a Vox-, luchar contra la abstención y asegurarse la papeleta vaya directa en dirección a sus siglas, ya que “cualquier voto que no vaya al PP es para que gobierne el BNG”. Así, recalcó que “cualquier persona que no vaya a votar el próximo domingo corre el riesgo de que gobierne el Bloque”. Los populares -quizás fruto de la imperiosa necesidad de obtener buenos resultados electorales- han tocado a rebato en una Galicia que históricamente se la ha dado más que bien, tanto que en esta ocasión no han dudado en atizar el fantasma del terrorismo con el BNG, azuzar el fuego contra el modelo del presidente Sánchez o alertar de que toda opción salvo ellos mismos serán “un Frankestein” de izquierdas. “Hay que elegir entre una serie de partidos que solo se miran el ombligo o un partido que vaya a servir en la Xunta de Galicia”, concluyó Feijóo.

La campaña del PP ha buscado llegar hasta todos los rincones de Galicia, ya fueran en las muchas zonas rurales de la comunidad -donde tienen un gran poder de implantación- como en áreas más urbanas. Además, sus principales figuras -el expresidente Mariano Rajoy, diversos barones del partido o incluso la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso- se han multiplicado para conseguir el objetivo de mantener la hegemonía de la formación.

¿Un tiempo Nuevo?

Por el contrario, el BNG ansía un cambio de ciclo en Galicia tras muchos años de gobiernos de color popular. Y ya sea por aciertos propios -la imagen de moderación mostrada por una Ana Pontón que ha ganado enteros estas últimas semanas- o por errores ajenos -el volantazo del PP en cuanto a la amnistía en plena campaña-, el partido nacionalista ha sabido rentabilizar sus mensajes en favor de dar carpetazo a “catorce años de estancamiento y retroceso” para abrir un nuevo ciclo. Y la clave es la movilización. No en vano, su candidata Pontón llamó insistentemente durante los últimos días a unirse en torno a la “esperanza por el cambio”. “Estamos en un momento decisivo”, manifestó y es por ello que es “importante que ninguna persona que quiere cambio se quede en casa, que no se pierda ningún voto” para, de la mano del BNG, “abrir un tiempo nuevo y construir una Galicia mejor con un gobierno que ponga a la gente en el centro de sus políticas”.

En cuanto a las dos opciones restantes en la pugna electoral del 18-F, cabe resaltar que ambos parecen haberse apuntado a ser meras comparsas de BNG. Así, y mientras el PSdG de su candidato José Ramón Gómez Besteiro auguró el “esperanzador futuro” que le aguardaría a Galicia si opta por desalojar al PP de Rueda del poder, Sumar -y su aspirante Marta Lois- se aferra a su única opción de pintar algo siempre que se llegue a conformar una mayoría alternativa de izquierdas. Sea como fuere, Galicia se debate entre dos caminos: o conservar la hegemonía del PP o dar un volantazo para formar un tripartito de izquierdas con el BNG al frente de la Xunta. 2,6 millones de gallegos tiene la llave.