“Somos el Govern más autonomista de la historia”. La afirmación la profirió esta pasada semana un militante de Esquerra en una asamblea abierta por vía telemática en la que participaron más de 900 personas y donde se analizó la sacudida electoral que sufrieron los republicanos, con una pérdida de 300.00 votos, el 28-M. Tras esa jornada electoral, y justificándose en una previsible llegada de la derecha a La Moncloa, Pere Aragonès salió a la palestra para amagar con un cambio de rumbo en su estrategia de negociación, dando por finiquitada una mesa de diálogo que dormía hace tiempo el sueño de los justos y percatándose de que buena parte de la base social de su partido y del independentismo también se ha echado a bostezar, en lugar de a soñar, ante los escasos resultados tangibles en favor de la autodeterminación, castigando a la formación que, en solitario, ostenta el poder. Al menos, a Junts le quedaba el consuelo de una pieza codiciada, Barcelona. Tampoco es que el president ofreciera un plan concreto: aludió a recoser la unidad mediante un “frente democrático” pero descartando una lista unitaria en las Cortes españolas, como hace años que le vienen demandando desde JxCat.

Pero el debate ya está abierto una vez se han escuchado voces críticas que han alterado el guión por el que discurría la gobernabilidad y las tácticas políticas de Oriol Junqueras. Los pactos con el PSC, principalmente el presupuestario en la Generalitat, los continuos respaldos al Ejecutivo de Pedro Sánchez a cambio de transformaciones legislativas que no van al corazón del procés, la necesidad de reavivar el relato soberanista y la puesta en cuestión de figuras como la de Gabriel Rufián están sobre la mesa. Pero mientras las bases reclaman autocrítica, la dirección se refugia en que les penalizó la abstención y en que quizás deban mejorar la política comunicativa. “Hay aspectos de la acción de gobierno que nos han pasado factura, porque algunas no están bien hechas o porque no las hemos explicado bien al pecar de cierta prudencia o modestia”, se excusó el presidente de ERC. Un militante, incluso, pidió realizar un congreso nacional pasadas las elecciones del 23-J, pero la propuesta quedó en el aire.

Sobre la figura del actual portavoz de Esquerra en el Congreso, flotó el argumento de que alguien que como candidato en Santa Coloma de Gramenet solo pudo crecer en un concejal sin arrebatar la mayoría absoluta a la socialista Núria Parlon, no debería repetir como jefe de filas en Madrid, algo que sin embargo volverá a ocurrir aunque una parte de las bases entiendan que con Rufián allí será imposible alejarse de los socialistas. Otros afiliados lanzaron también críticas al conseller de Educación, Josep González-Cambray, cuyas políticas habrían supuesto un desgaste ante las críticas de los sindicatos de docentes. Algunos discursos elevaron la censura hasta la cúpula de la formación republicana por el “cansancio de los mismos liderazgos”. Frente a quienes apelaban a “volver a poner a la independencia en el centro”, otros señalaban que “tras habernos dejado la piel” en la capital del Estado, “no nos vamos a acercar más a la independencia si hablamos más”. Así, Rovira prometió continuar en la lucha por la república catalana: “No voy a hacer nada más en toda la vida”. “Es perfectamente legítimo que haya gente que esté enfadada y seguramente el más de todos soy yo, más enojado que yo no habrá casi nadie en este sentido”, indicaba posteriormente Junqueras. A su entender, la independencia no es “una cuestión de tiempo sino de fuerzas, de correlación de fuerzas. Esto se gana siendo más”. Ante las generales, se le preguntó a Junqueras qué resultado esperaba en estos comicios, a lo que no contestó, y el mismo militante pidió que se abra un proceso de reflexión interna. En la asamblea se anunció que habrá una ronda de reuniones a nivel territorial para abordar estos debates: “Veremos qué recorrido y permeabilidad tienen”, zanjaron los críticos.

“Tiempos difíciles”

Así, Aragonès se prepara para un posible nuevo escenario que algunos califican como la reinflamación del procés si PP y Vox llegan al poder y, como ya han advertido, revierten la supresión del delito de sedición y establecen por ley la prohibición de celebrar un referéndum de autodeterminación, amén de las causas abiertas aún por el 1-O y que no se han dilucidado. “Viene un escenario difícil para Catalunya a partir del 23 de julio”, confesó el jueves en un encuentro empresarial, instando a “estar preparados porque las condiciones objetivas serían mucho más difíciles”, y situando los objetivos del Govern en la democracia y en que decida la ciudadanía. El acuerdo de claridad como método para la resolución del conflicto no parece que pueda cobrar impulso. “Siempre ha de haber espacio para la autocrítica”, dice Aragonès, consciente de que hay que “elevar la intensidad para avanzar hacia nuestros objetivos, un referéndum reconocido internacionalmente”. Y la asume: “La exigencia de la militancia de ERC es la mía”.