El amplio despliegue policial del domingo, y desde bien entrada la mañana, daba buena cuenta de que no iba a ser un domingo más de julio en Ermua. Los pocos vecinos que se desperezaron pronto tomando un café en los bares de las inmediaciones del polideportivo Miguel Ángel Blanco, centro neurálgico de las conmemoraciones del 25 aniversario del secuestro y asesinato del malogrado concejal, conversaban acerca de los cortes de céntricas calles y restricciones al tráfico. No todos los días el rey Felipe VI, junto a las primeras autoridades del Estado –el presidente Pedro Sánchez, la presidenta del Congreso Meritxell Batet, el líder del PP Alberto Núñez Feijóo...– visita un municipio vasco. Y ante semejante protocolo de seguridad, los ermuarras se lo tomaron con filosofía. Algunos optaron por refrescarse ante el intenso calor reinante con una jornada de playa. Otros acudían al monte. Incluso, quienes paseaban al perro mientras se preguntaban si podrían volver a sus casas sin alteraciones.

Otadui, Itxaso, Tejeria, Urkullu, Sánchez, Felipe VI, Batet, Feijóo, Rementeria y Abascal.

El numeroso grupo de periodistas acreditado fue instalado en una sala de máquinas del gimnasio contiguo a la cancha donde iban a llevarse a cabo los discursos. De hecho, hubo que pasar por varios controles de acceso. Y aguantar estoicamente bajo un implacable sol. Cámaras, portátiles, grabadoras, mochilas… Todos fueron siendo analizados en el escáner de uno en uno. En el exterior, la bienvenida al rey fue más anecdótica que otra cosa. Tan solo alguna que otra bandera española daba cuenta de la visita real. También hubo gritos aislados en favor de la monarquía española, de la unidad de la nación española y contra la gestión de Pedro Sánchez en la presidencia.

No fue hasta las 12.20 cuando todo el mundo se puso firme. Llegaba Felipe VI. Poco antes lo hizo Sánchez. Para entonces, la plana mayor de la política vasca –Andoni Ortuzar del PNV, Eneko Andueza del PSE, Miren Gorrotxategi de Elkarrekin Podemos y Carlos Iturgaiz del PP– ya estaba en sus posiciones. Fueron los socialistas vascos y los populares los que enviaron las delegaciones más numerosas a Ermua. Y pocos minutos antes de la llegada del rey, se produjeron animadas conversaciones entre Ortuzar y la plana mayor del PP. O entre parlamentarios del PSE y del PNV. Pero no fue hasta las 14.15 cuando, tras depositar unas flores en la escultura en homenaje a las víctimas del terrorismo, cuando Ermua pudo volver a la normalidad.