Bilbao - A buen seguro, Xabier Arzalluz Antia ha sido, solo por detrás del lehendakari José Antonio Aguirre, el político vasco más influyente y carismático de la historia de Euskadi de los últimos cien años. Figura absolutamente clave en el devenir del país y también, en buena medida, de la del Estado español, abertzale de corazón y de razón, el líder indiscutible del PNV y del nacionalismo durante dos décadas trascendentales falleció ayer en Bilbao a los 86 años de edad. Su funeral se celebrará mañana sábado en Azkoitia, localidad que le vio nacer el 24 de agosto de 1932. Durante décadas escribía también semanalmente sus artículos en DEIA, donde analizaba con afilada pluma la actualidad política vasca.

En los últimos años, había sufrido varios problemas que le mermaron la salud y cierta vitalidad, pero no lograron apartarle del todo del seguimiento de la actualidad política, social y cultural de Euskadi, que siempre vio con preocupación. De hecho, ha tomado parte en contados actos en defensa de algunas causas como el acercamiento de presos, por el derecho a decidir o en favor del euskera. Hace justo un año se presentó el documental Xabier Arzalluz. Historia política de Euskadi, compuesta por una larga entrevista en la que resumía gran parte de su pensamiento político.

Hombre extraordinariamente culto -estudió Derecho y Teología y hablaba cinco idiomas- y dotado de gran inteligencia y oratoria que ni el mayor de sus muchos enemigos discutía, quien fuera presidente del EBB del PNV primero entre 1980 y 1984 y después entre 1985 y 2004 fue determinante en el partido jeltzale en el paso de la dictadura a la incierta transición y en la apuesta por el autogobierno y el Estatuto, enfrentándose para ello incluso a ETA y a la izquierda abertzale.

El compromiso que durante toda su vida mantuvo con Euskadi y la causa nacionalista le llevó a militar en el PNV desde muy pronto, en 1968, precisamente el año de las grandes revueltas en Europa y en el que ETA causa sus primeras víctimas mortales y, curiosamente, un año después de ser ordenado sacerdote de la Compañía de Jesús. Muy pronto, tres años después, entraría ya en el Euzkadi Buru Batzar en la clandestinidad, convirtiéndose paulatinamente a partir de entonces en un dirigente clave, aunque siempre confesó que nunca tuvo “ambición de mando”.

Por ello, sus referentes fueron los históricos burukides forjados en la República, la guerra, el exilio y la clandestinidad como Leizaola, Irujo y Ajuriaguerra, aunque bajo el impulso de la incorporación de sangre nueva.

Político de raza, de verbo vehemente y en ocasiones rozando lo incendiario, sabía como nadie compaginar sus efectivas arengas en los actos públicos multitudinarios con la negociación incansable y el pacto, en lo que también era un maestro consumado. De todo ello quedó constancia durante su etapa de diputado jeltzale, que coincidió con la etapa constituyente -en la que el Grupo Vasco logró introducir la disposición adicional sobre los derechos históricos de Euskadi- y con la negociación estatutaria en Madrid durante toda una noche, llegando a un acuerdo casi in extremis con el entonces presidente español Adolfo Suárez que dio luz verde al Estatuto de Gernika.

Su carácter, su semblante y, sobre todo, sus ideas, que nunca escondió y que defendía con ardor, le granjearon la animadversión, el rechazo e incluso el odio de muchos de sus adversarios, convertidos en ocasiones en enemigos acérrimos.

polémico Tachado a menudo de soberbio, muchas de las frases y expresiones de Xabier Arzalluz durante prácticamente toda su vida alcanzaban la categoría de polémicas o escandalosas, aunque casi siempre eran descontextualizadas, falseadas, infladas o manipuladas -como la famosa frase del “árbol y las nueces”, una fake new de hace décadas-, por lo que fue demonizado por diversos sectores políticos y mediáticos españoles, que siempre le reprochaban una supuesta connivencia con ETA, aunque él siempre rechazó con rotundidad el uso de la violencia.

La “experiencia más amarga” de su vida, tal y como la definió, fue, sin duda, la escisión del PNV, que rompió y llenó de zozobra al nacionalismo vasco en los 80.

Xabier Arzalluz quedará, sin embargo, para la historia y la memoria colectiva como un político brillante, un líder carismático y un referente abertzale, para unos, y un peligroso separatista y enemigo de España para otros. Prácticamente sin matices ni término medio.