Síguenos en redes sociales:

Memoria viva

Jorge Díez era miembro de los Berrozis y escoltó al lehendakari Ardanza. Fue asesinado con 26 años

Memoria viva

Amante de la naturaleza y de las actividades físicas, pero devoto del hogar familiar. Impulsivo, pero no irreflexivo. Tenaz a la hora de lograr sus objetivos hasta rozar la extenuación. Optimista y maduro. Pero, sobre todo, querido por sus más allegados, debido a su carácter extrovertido y al amor que expresaba por ellos. Jorge Díez llena las vidas de las personas que le son más cercanas. En presente. "Esté donde esté, porque en algún sitio está, no le gusta vernos mal. Todo lo contrario", señalan. Este acto de fe atraviesa cada año su prueba más dura por estas fechas. Hoy hace diez años que Jorge Díez Elorza, ertzaina de profesión, fue asesinado por un coche bomba de ETA en Gasteiz, su localidad natal. Estaba trabajando, protegiendo al parlamentario del PSE Fernando Buesa, que murió con él. Díez tenía 26 años.

Para entender el papel vertebrador que Jorge Díez tenía -tiene- en su familia, hay que remontarse al mismo momento de su nacimiento. En una familia eminentemente matriarcal que ha sumado 11 nietos, él fue el primer varón. Este hecho le dio a su llegada al mundo el cariz de auténtico acontecimiento. En un entorno familiar que presume de su cercanía y unidad, sus padres, hermana -tan sólo diez meses y medio más joven que Jorge-, tíos, primos y, con el tiempo, su sobrina, sentían debilidad por él. Adoración. "Por ser chico y por su forma de ser, tan abierta", atestiguan. La complicidad que tenía con sus abuelos era algo fuera de lo común. Su abuela Felisa falleció casi dos años antes del atentado. "No lo hubiera resistido". Tras la fatídica fecha de hace una década, su abuela María prácticamente perdió el habla y el contacto con la realidad. "Nos decía que quería irse con él". Su deseo se cumplió tan sólo cuatro meses después, en junio de 2000.

Expresivo y vital, Jorge Díez fue cumpliendo todas las etapas de su vida con total determinación. Antes de su ingreso en la Ertzaintza, pasó un decepcionante año en la Escuela de Ingenieros. Las paredes de la facultad le ahogaban y abandonó la carrera. "No le gustaba nada porque era incapaz de estar media hora sentado, era muy enérgico y las ciencias no eran lo suyo", explican sus allegados. Entonces, ¿por qué eligió Ingeniería Industrial? "Hizo el BUP y el COU por ciencias puras y entonces, claro, era lo que tocaba", agregan entre risas.

Tras esta decepción inicial, Jorge Díez tomó la directa y se decantó por lo que realmente le gustaba. Intentó entrar en el Instituto Vasco de Educación Física (IVEF), pero no lo logró por no tener el suficiente nivel de euskera. Y no estaba dispuesto a esperar un año para realizar un segundo intento. Entonces, un día, al llegar a casa, les dijo a sus padres: "Me he apuntado a la Er-tzaintza". "Fue un poco sorpresa -reconocen ahora éstos-, pero luego fue feliz allí y nosotros estábamos felices con él".

Detrás de su ingreso en la Policía vasca -en la promoción número 13 y con una puntuación excelente- se encontraba su deseo de incorporarse a un grupo de rescate con el fin de realizar actuaciones de campo, al aire libre. El destino le llevó, sin embargo, a lo más alto de la Er-tzaintza: los Berrozis, la unidad de élite, la más especializada y encargada de las tareas más sensibles. Lo logró no sin esfuerzo, dada la importancia del puesto.

Durante este trayecto, tuvo tiempo de dar rienda suelta a otra de sus inquietudes y empezó a estudiar Criminología en Donostia. Los continuos viajes a la capital guipuzcoana y la difícil compaginación de horarios le hicieron desistir del intento. "Quizá lo hubiera retomado en otro momento, pero no le dieron la oportunidad", lamentan sus seres queridos.

escolta Como miembro de los Berrozis, Jorge Díez empezó a ejercer de escolta de altos cargos en una época especialmente virulenta en lo que a la actividad de ETA se refiere. Llegó a ser guardaespaldas del lehendakari José Antonio Ardanza en los últimos compases de la estancia del jeltzale al frente de la Lehendakaritza. Una fotografía en el jardín de Ajuria Enea con Ardanza, su esposa, su perro y el resto de guardaespaldas decora todavía hoy la casa de sus padres.

Sólo abandonó las labores de acompañamiento, según el argot oficial, cuando ETA declaró la tregua el 16 de septiembre de 1998. Entonces se incorporó a una Unidad de Seguridad Ciudadana en Hernani. De nuevo, un trabajo a pie de calle, cercano al ciudadano. Los viajes diarios en coche a esa localidad tenían en vilo a sus padres. "Todos los días iba y venía por el puerto de Etxegarate y la carretera era lo que más nos preocupaba, más que lo que le pasó, nunca lo quisimos ni pensar", confiesan. Jorge, aseguran, no tenía miedo. "Mamá, nos pueden matar cuando quieran. Espero no ser yo", les decía. Albergaba, en cambio, el deseo de volver a trabajar en la capital alavesa.

ETA declaró el fin de la tregua el 28 de noviembre de 1999 y Díez retomó la labor de escolta, de nuevo, en Gasteiz. Le asignaron la protección de Fernando Buesa, con quien sólo pudo permanecer unos 20 días. El 22 de febrero de 2000 se despidió de Begoña, su madre, a las cuatro de la tarde. "Cariño, qué guapo estás con ese abrigo gris", le dijo ésta desde el sofá de casa. A las cinco menos veinte escuchó la explosión. La casa tembló. Le llamó por teléfono. "Apagado o fuera de cobertura". Los medios que seguían el Consejo de Gobierno cubrieron el atentado prácticamente en directo. Begoña vio a su hijo en la pantalla del televisor. Le reconoció por los zapatos.