ALGUNOS lo tenían por invencible y otros, más audaces aún, lo consideraban inmortal. Todos ellos contemplaron la caída de su Dios. “¿Irri... qué?” preguntaban los más lengualargas en los bares de extrarradio en los preámbulos - la ley seca de los frontones les ha venido como agua de mayo...-, los mismos que escucharon a la salida del frontón Bizkaia ese “Bilbao, entzun, Gipuzkoa txapeldun” que coreaban algunos otros, los pasafacturas. Es la vieja ley de la provocación y la venganza.
Los programas de mano anunciaban un duelo ajustado, con el dinero indeciso aunque por encima para el azul, para el aspirante. Los duelistas no eran mancos. El retador, Mano de piedra Iker Irribarria, y el retado, Manos seguras, Mikel Urrutikoetxea, llegaban a la final con suficientes credenciales para que la afición se arremolinase en esa suerte de tapia del cementerio que era el frontón Bizkaia, lugar elegido para el duelo.
A la salida corrían como el champán de los triunfadores dos verdades: Iker le pega de fábula con las dos manos y parece que lleva un viejo dentro de su joven cuerpo, y Mikel no ha sido el de siempre, no ha jugado a su altura. Ese era el veredicto de la inmensa mayoría, una corte de afición pelotazale en la que estuvieron presentes el diputado general de Bizkaia, Unai Rementeria; el alcalde de Bilbao, Juan María Aburto; Cristina Uriarte, Ana Otadui, el director de deportes, Jon Redondo; el subdelegado del Gobierno, Ignacio Erice; Joseba Ruiz de Loizaga, Ricardo Barkala, Garbiñe Atxalandabaso, el aizkolari amigo de Mikel Urrutikoetxea, Aitzol Atutxa; Inhar Urruzuno, Karmelo Ariznabarreta, presidente de la Federación Vizcaina de Pelota; José María Fuentes, Iker Amarika, Javier Etxekopar, Iñaki Elgea, Karlos Argiñano, Julio Vientes; el aizkolari Jesús Mari Olasagasti, seguidor impenitente de Urrutikoetxea; José Antonio Franco, el presidente del Athletic, Josu Urrutia, y el entrenador del primer equipo, Ernesto Valverde; el ciclista David Etxebarria, el presidente del EBB, Andoni Atutxa; Unai Laso, sparring de Urruti durante tanto tiempo; Inhar Jaka, Danel Elezkano, Alexis Apraiz, Eugenio Edhart, Pedro Miguel Etxenike, Jesús y Roberto García Ariño, Juanjo Ortiz, Oier Zearra y mil y un seguidores pelotazales.
invierno en primavera Poco a poco fue cayendo el invierno sobre la primavera que vivía Mikel Urrutikoetxea. Iker Irribarria marcó el paso de la oca y su ritmo marcial fue inalcanzable para el juego cartesiano de Urruti, más preocupado de defenderse de la trepidante zurda de Iker que de imponer su ley. Fue una de esas tardes en las que el deporte no entiende de cálculos; un encuentro el que Iker mandó a su contrincante una y otra vez al txoko, al rincón de pensar tras bombardearle el físico y el ánimo. Testigos de todo ello fueron, además de los citados, seguidores como el txakolinero Roberto Ibarretxe; cocineros de la talla de Carlos Zarate, Iñigo Ordorika y Beñat Ormaetxea; Txema Aldamiz-Etxebarria, Oihane Agirrebeitia, Ibon Berasategi, Pedro Barreiro, K-Toño, Asier Zurinaga, Asier Atutxa, Iñigo Camino, Ignacio Izagirre; Ain-tzane Madariaga, Izaskun Bengoetxea y Nekane Satrustegi, tres seguidoras impenitentes del largo y hermoso camino emprendido por Irribarria; Carmelo Sánchez Pando, varios seguidores guipuzcoanos con camisetas de la Real Sociedad, medio Zaratamo y un buen número de aficionados que vivieron un partido desigual.