Bilbao

Fue una "paliza". A ritmo endiablado y velocidad indómita, mientras los gritos ensordecían el Labrit de Iruñea, los tambores de guerra, atronadores, enormes como montañas, abrumaban la tensión de la cancha iruindarra, la cortaban a porrazos, a golpes. Bailando como púgiles, pero a cámara rápida, Pablo Berasaluze y Oinatz Bengoetxea, mágicos en el remate, morían desfondados bajo loor de multitudes, bajo el bum bum de las gradas. Y el berriztarra, sin reservas, caía ante un adversario superlativo, grandilocuente, acelerado con la marcha larga. "No fue un choque largo, pero tuvo muchísimo ritmo", analiza el delantero vizcaino, quien ayer explicaba que "me duele todo. Fue una auténtica paliza". Una brega de una hora que significaba el billete para la final del Cuatro y Medio, cota que jamás había alcanzado ninguno de los contendientes con anterioridad. Explica Pablo que "no pudo ser, él fue mejor y yo cometí errores en momentos clave: como las dos faltas de saque y la dejada en la punta en la que me faltó la suerte que he tenido en otros momentos de la jaula". Allí cayó el sueño, pero no la moral del puntal berriztarra, un artesano del tanto, un rematador brutal.

"Josetxu Areitio -su botillero- y yo habíamos preparado a conciencia este torneo y se ha visto que hemos recogido nuestros frutos. No obstante, en el duelo del Labrit, Oinatz jugó mejor y yo le hice algunos regalos que me pasaron factura", admite el batallador estilista de Berriz, quien ha cuajado un torneo genial a punto de cumplir quince años como profesional manista. "Salí a la cancha centrado, tranquilo del todo. Estaba concentrado y no sentí los nervios de encontrarme en un partido tan importante", desgrana el vizcaino. Aun así, cuesta más concentrarse cuando un error puntual de los jueces desequilibró la balanza de un tanto controlado por el gran Pablito. "Los jueces tienen una labor muy difícil", añade y relata que "seguí dentro del encuentro. Sabía que ante todo tenía que continuar haciendo lo mío. Josetxu hace una labor enorme, me mantiene siempre dentro del partido y me relaja con sus consejos". Y todo frente a un adversario velocísimo, del que asevera Berasaluze que "es junto con Aimar Olaizola el mejor defensor". Aunque analiza que "me ganó 16-22 pero estuvo bastante igualado. Es complicadísimo jugar al ritmo que lo hicimos". Al ataque descarnado y sin resquicios, a la dentellada rápida. Al golpe del tambor. "Este año he disfrutado jugado como no lo hacía hace mucho tiempo".

mejora personal A pesar de encajar una derrota dolorosa -"claro que pone triste por tener la final tan cerca, pero me quedo con el Cuatro y Medio tan completo que he hecho", desvela-, Berasaluze esgrime que "este torneo me ha servido para mucho. Siempre había necesitado dar un paso adelante, subir un escalón, y este año lo he conseguido. Se ha visto que puedo estar también en el acotado arriba". Con esta semifinal de campanillas, aunque Oinatz truncó el sueño vizcaino, este curso de Pablo es para estar orgulloso. "Ha sido un año buenísimo. En el Parejas conseguí llegar a las semifinales con Jon Ander Albisu y en verano, además, he jugado tres finales", remata y apostilla que "tengo que agradecer a todos los pelotazales que se han volcado conmigo".