Markina-Xemein

En Lekeitio me lo pasé en grande, como un enano". Lo dice Andoni Aretxabaleta (25-X-1992, Markina-Xemein), último vizcaino en debutar en categoría profesional, un gigante de casi dos metros de altura. Habla sobre sus primeras horas como componente de la promotora Asegarce, empresa que se hizo con los servicios del zaguero en julio -firmó por dos años con el bloque bilbaino-, pero con la que llevaba entrenado, "en Tolosa", analiza, desde los "15 ó 16 años, una vez que gané el Torneo DV, empecé a ir a Tolosa a entrenar con los pelotaris de Asegarce". Andoni, con un porvenir tan enorme como su armazón -largo, ancho y espigado-, tiene buenas piernas, grandes palancas y palabras sinceras: "Todo un acontecimiento". El de Markina, imberbe en materia aficionada, apoyado en el porvenir trazado ante su mente por Luis Galarraga y Aniceto Lazkano, se veía pequeño. En su mente, Rubén Beloki, Oier Zearra y compañía trazaban su figura como rascacielos. Eran titanes en las canchas, armarios de tres cuerpos, ingenieros del físico. "Yo llegué a Tolosa, me veía y decía: ¿Cómo voy a decirles yo algo a estos?", se resignaba Aretxabaleta, quien apostilla que "tienes delante a gente como Beloki, que ha sido mi ídolo toda la vida, y qué le dices. Estás ahí, con él al lado, que entrena después y le ves y no te lo crees: es otro ritmo, otro juego y otra forma de hacer las cosas. Les veía entrenar y me decía: ¿Seré capaz de dar el nivel?". El de Burlata, siempre caballero y siempre cortés, se acodaba en su papel de veterano y le corregía. Y lo hace. "Conmigo, todos los pelotaris se han portado genial. Beloki, cuando estamos en el Beotibar, me enseña cómo tengo que ponerme, qué colocación tengo que tener. La verdad es que en ese sentido, Rubén nos pone firmes", desmenuza el zaguero.

Restañados los recuerdos de dos cursos de plenos entrenamientos, cuando la adolescencia afloraba en Aretxabaleta, morían en Lekeitio, en el hotel Lekeitio Aisia, cuando Asegarce concentró a las tres nuevas perlas de promotora: el iruindarra Iker Tainta, el riojano Álvaro Untoria y el propio Aretxabaleta. "Como ahí no me he visto en ningún sitio. Llegué y tenía ropa nueva, habitación, balneario, la playa al lado... Era un sueño", desbroza, pero concreta que lo mejor estaba por llegar. Fue en el momento en el que entró en la habitación del hotel. "Me dieron la llave y subí. De repente, al abrir, vi a un tío dormido en la cama. ¡Era Beloki! Ya había entrenado con él y eso, pero llegar, acabar de firmar el contrato y compartir habitación con él, con mi ídolo, fue algo... No me lo creía", despieza Andoni. Y es que, en esos cuatro días de concentración veraniega, en el que los manistas aprovecharon para "jugar al fútbol, pasear, ir a la playa...", tal y como desglosan desde el vestuario, Aretxabaleta ya era "un chaval con poca vergüenza y muy animado". Lo cuenta él, también, quien afirma que "estábamos todos divirtiéndonos y disfrutando y yo, como soy de Markina, que está al lado, ya les hacía un poco de guía, aunque muchos ya conocían", concreta. En aquellos días, "Aimar Olaizola se pasaba el día en Bilbao e Iker Arretxe, que tenía que jugar el Cuatro y Medio navarro, estaba siempre concentrándose", recuerda.

También evoca el bisoño pelotari sus buenos momentos en su pueblo. Mira hacia su alrededor, edificios de pulcra piedra beige y un tótem que lo comanda todo, una alargada visión de color azul, antes de llegar "al Prado", al lado derecho de la carretera. Su gradas aluden a Katxin Uriarte, Txino Bengoa y Txikito de Bolivar, también se acuerda de Félix Espilla, el gran berriatuarra, última leyenda puntista que tras tres décadas al máximo nivel se despidió en la Universidad de la Pelota, en Markina-Xemein, "territorio pelotazale". Son las aristas del pueblo hilos de mimbre que se entrecruzan, como en las cestas; sin embargo, la generación de Andoni revela una tradición rota -"de pequeño también jugué a cesta punta"- de una localidad caracterizada por haber mandando miles de chicos con la diestra anudada a una prótesis de madera a América. Cuenta Aretxabaleta que, incluso, su aita "podía haber ido a hacer las Américas". "Mi padre, Alexander, era bueno con la cesta y le ofrecieron la posibilidad de ir para allí, pero mi abuelo no le dejó. Tenía aquí una zapatería y había que trabajar. Estar en América era diez años de trabajo y después nada. Hoy es el día que cuenta mi aita que menos mal que no fue allí", menciona Andoni, quien agrega que a pesar de todo fue "campeón de algún torneo de mano". De ahí le vino parte de la pasión a Andoni, la otra mitad, de la familia materna, proveniente de Zumarraga. "¡Anda que no he pasado tardes en el frontón los domingos!", exclama y manifiesta que "allí aprendí a darle. Mi aitite materno sí que tenía pasión. Íbamos, también con mi tío, al pequeño frontón blanco que hay en el pórtico de la iglesia después de comer los domingos. Y aquí...", señala al viejo frontón verde paralelo a la Uni, "aquí he metido muchas muchas horas. Incluso ahora vengo con mis pelotas a endurecer las manos".

Ahora se le queda pequeño. Es un gigante, tímido con las fotografías, pero contento en su nueva versión como profesional. "Sé que estas cosas van con el trabajo, pero no consigo acostumbrarme", observa divertido. "Sé también que tengo una oportunidad del copón. Vives bien: haces lo que más te gusta y encima te pagan por ello", reseña. Tampoco se pone límites ni plazos Aretxabaleta: "Galarraga y Anizeto me lo pusieron bien claro y yo también lo tengo, no me obsesionan las txapelas ni ganar; quiero jugar bien, trabajar, encontrar mi sitio y que las manos se me acostumbren a todo esto. Es lo único que quiero. No me pongo nervioso por ello", recita Andoni, quien tampoco lo hizo en su debut en los Cármenes de la localidad de Lea Artibai. "Debuté con mil y pico personas en las gradas de la Uni y no estaba nervioso. Yo estaba intranquilo, sí; pero no nervioso. No soy de ponerme nervioso y, al final, las cosas salieron bastante bien". Así fue, cosido a Oinatz Bengoetxea, el markinarra cuajó un gran partido, pero no pudo llevarse la miel de la victoria frente a Pablo Berasaluze y Rubén Beloki (19-22).

los coches y el deporte "En Markina todos estamos un poco locos por los coches. De aquí es Txus Jaio", asevera, señala el horizonte, detrás del edificio en el que reside con sus padres. "Fíjate, ahí vive", prosigue "podría tirarme toda una tarde hablando de coches. Un pelotari al que no le gusten, mal anda...". Así, el zaguero desbroza una de sus aficiones, los automóviles, los kilómetros, la velocidad. "Pero yo voy con un viejo Peugeot 306 de segunda mano. Mi tío lo tenía que retirar y antes de que lo hiciera decidí quedármelo yo. No corre mucho, pero tampoco podría hacerlo porque me he sacado el carnet hace poco". En este coche, Andoni recorre los frontones, a los que siempre les sigue su padre y Eusebio, un amigo. "No fallan nunca. Vienen y me apoyan. Eusebio es un casta", formula.

Los deportes son su otra gran pasión. "Hasta hace dos años estaba jugando en el equipo de fútbol de Markina. Me venía bien para hacer pierna y andar bien por el frontón", esclarece Aretxabaleta. Zaguero en el frontón, sobre el césped se colocaba de central "y era un tronco", y, sin embargo, titular con el equipo del pueblo y, en ocasiones, "hasta capitán". "Allí estábamos metidos todos los amigos. Íbamos al campo de fútbol a divertirnos, hacer unas risas y, también, pegarnos un poco. Pero lo tenía bien claro, si estaba cansado o tenía partido, le decía al entrenador que nada, que no jugaba porque me tocaba descansar. Desde pequeño tenía muy claro que quería dedicarme a la mano; lo del fútbol era secundario", expresa Aretxabaleta, que complementaba con entrenamientos en la piscina e, incluso, con sesiones de dantzari.

Fue en Lekeitio, en la concentración que llevó a cabo Asegarce, cuando Andoni pudo hacer valer sus condiciones como excelente nadador en aguas abiertas. "Todos los días bajaba a la playa, hiciera bueno o malo, y me bañaba. Además enseñé a nadar a Peña". Lo dice Andoni de broma, y lo explica: "Kepa Peñagarikano vino a la concentración sin conocer aún su futuro, si iba a seguir jugando o no. Todavía no sabía que iba a seguir dos años más en Aspe y todo lo demás. Entonces, estaba pensando en apuntarse a las pruebas de bombero. Así que me dijo: ven conmigo y me enseñas un poco cómo se nada bien. Allí fui, le intenté enseñar y acabamos haciendo el tonto y divirtiéndonos".

Hoy, Andoni Aretxabaleta se habrá montado en el 306 de su tío para ir al Adarraga logroñés, donde se unirá a Jorge Rico para enfrentarse en el tercer partido contra Gorka Esteban e Iñaki Larrinaga. Sin presiones, "pase lo que pase, lo que quiero es trabajar".