mungia. Era la tarde de Reyes. Día frío. Frontón Anoeta. Hoy, Atano III. Exigente. Brutal. Material duro. Pelotas para hombres. Roberto García Ariño forma con Antxon Maiz -cinco txapelas del Parejas con cinco delanteros diferentes- frente a Salva Vergara y José Martín Martinikorena. 1.000 pelotazos después, el de Atxondo salió campeón.
Treinta años después, ¿qué recuerda de aquel partido?
Recuerdo que íbamos de favoritos, era un partido ganable, aunque los rivales eran duros, y había que trabajar. Planteamos un encuentro muy serio. Nos obstante, a pesar de ser una final, conseguimos un resultado amplio.
22-13, pero sudando.
Estuvo bien, pero fue un duelo muy peloteado y muy duro. Llegamos a los 1.000 pelotazos.
¿Cómo se planteaba en el inicio el duelo?
Antxon Maiz estaba muy bien y ayudándole, prácticamente, estaba el partido ganado. Era cuestión de colaborar con él.
¿Cómo era una leyenda como Antxon Maiz dentro de la cancha?
Parecido a lo que es fuera. Muy buena persona y muy buen jugador, sobre todo, en el Parejas, aunque en el mano a mano también estaba a buen nivel. En parejas tenía mucha visión de juego.
Y enfrente tuvo a Salva Vergara y a Martinikorena.
Era una pareja fuerte, pero Maiz daba más garantías como zaguero. Creo que ahí que estuvo la clave.
Complicado en una época con tantos fueras de serie: Retegi II, los Bengoetxea, Tolosa...
Las finales nunca son fáciles y siempre se dice que hay mucha figura. En todas las épocas, las figuras no son demasiadas y las txapelas cuestan caras.
Maiz era otra de esas estrellas.
Jugar con Antxon Maiz era toda una garantía de triunfo. No obstante, al año siguiente volvimos a jugar la final y perdimos 22-21 contra Beristain y Tolosa. Nos ganaron, pero él ha llegado a muchas finales, con diferentes delanteros, y ha ganado la mayoría.
¿Recuerda cómo le recibieron en Atxondo?
No fue nada exagerado. El Campeonato de Parejas no tenía entonces tanto auge como tiene ahora. Más que nada, era el mano a mano. Incluso el Cuatro y Medio se jugaba de manera esporádica. Prácticamente no hacía falta, pero, ahora, si falta, la gente lo nota, lo echa de menos. De hecho, no había tanto torneo como hay ahora.
¿Tan poca relevancia tenía entonces el Parejas?
El Parejas no tenía tanta repercusión, para nada, fíjese que incluso jugando, como había llegado varias veces a jugar la final del Manomanista, ponían que yo no había sido campeón nunca. No decían la coletilla de en el mano a mano.
¿Y cómo le recibieron en sus cinco finales del Manomanista?
En el mano a mano me han hecho unos recibimientos, aun perdiendo, que no tengo palabras. El Manomanista lo era todo, religión. Ahora, también, pero ha bajado; mientras que el Cuatro y Medio y el Parejas han subido.
¿Cómo acudía a aquellos recibimientos?
Llegaba al principio sorprendido, pero los últimos años iba un poco aturdido. Aterrizabas después de perder y la gente de Atxondo estaba volcada. Era increíble. Al final me daban ganas de llorar. Me decía: "¿Cómo no he traído la txapela? Otro año igual". En seis años, llegue cinco veces a la final. Era tan reciente y la gente se volcaba y decía: "Este año, sí; este año, sí". Me imagino que lo prepararían, pero la gente se volcaba igual, igual. Todo el mundo estaba eufórico y era yo el que estaba mal.
De todas maneras, sus hermanos ya llevaron txapelas a Atxondo.
Sí y, cuando Axpe Marzana estaba bajo un solo ayuntamiento, era todo un hito para el pueblo. Mi hermano ya trajo txapelas del Manomanista y también ha habido pelotaris de cesta, de pala...
¿Cómo definiría su juego en aquella época?
Ha cambiado tanto el juego, que lo de antes casi no viene a cuento. Es otro deporte. Es como el fútbol, dicen que el Athletic juega ahora más al toque que antes, pues es lo mismo.
Treinta años después, ¿Bizkaia está necesitada de txapelas?
Sí. Si en Bizkaia sale uno, la gente se vuelca seguro. Yo lo he vivido y eso es increíble. Hay necesidad y, en cuanto salga alguien, antes de la txapela, la gente ya estará a tope con él. Los navarros tienen un montón y no son tan agradecidos, no sé si es que están acostumbrados, pero parece que no tiene ni mérito. Aparte de la cena con los amigos, poco más. Aquí, cuando hemos ganado se han hecho recibimientos, como se decía antes, de gobernador.
Hay mucha afición en Bizkaia.
En nuestra época, con Iñaki Gorostiza, vivimos mucha afición. Vivir aquello es conocer una historia diferente.
Hay ilusión, ganas y, dentro de poco, un frontón nuevo en Bilbao.
Tenemos la ilusión y nos falta ponerle la guinda al pastel. Tenemos el frontón, veremos si funciona, y ahora habrá que redondearlo con una txapela.
¿Cómo fue aquella época?
Esa época para Bizkaia fue muy bonita, muy ilusionante.
¿Con qué pelotari se quedaría de todos con los que compartió frontón?
Si me tengo que quedar con algún pelotari de la época me quedo con Gorostiza, sin pensarlo. Es con el que más he rozado: desde aficionados hasta profesional al lado.
¿Qué siente ahora?
Que fue un lujazo vivir esa época. Ser un profesional de altura en Bizkaia es todo un honor. Aquí te dan un apoyo y un cariño que no hay dinero para pagarlo.