BILBAO - Herri Krosa se ha convertido en toda una tradición en Bilbao, en toda una costumbre. La imagen de la Gran Vía bilbaina llena hasta los topes, convertida en un mar de camisetas blancas a la espera de que se de el pistoletazo de salida a esta prueba se ha convertido en un clásico y, como toda tradición que se precie, ha de transmitirse entre generaciones y de experimentados y novatos. Entre los atletas que llenaron de color, vida y deporte las calles de la capital vizcaina, había quienes ya eran todos unos expertos en la prueba y, también, quienes vivían por vez primera la sensación de correr por el corazón del botxo.
La mejor promoción para esta prueba es el boca-oído ya que, en la mayoría de ocasiones, suelen ser quienes ya han participado en Herri Krosa quienes convencen a familiares y amigos para que se calcen las zapatillas, se pongan la camiseta blanca y disfruten y sean protagonistas del espectáculo. Un ejemplo de ello es Héctor quien, a sus 16 años, ayer corrió en Herri Krosa por novena vez y, en esta ocasión, convenció a dos amigos, Diego y Álvaro, para que tomasen parte en la prueba. “Les he dicho que se animasen y viniesen a correr y aquí están”, señaló el joven ante la atenta mirada de sus dos amigos. También hubo casos a la inversa, en los que personas que querían hacer su debut en esta carrera, eran el motor que arrastraba a otros que ya habían disfrutado de esta prueba para que volviesen a hacer deporte por las calles de Bilbao. Ejemplo de esta última situación fue Leixuri Astorkiza, quien convenció a sus amigos para que tomasen parte en la prueba. “En este caso he sido yo, la novata, quien les ha liado a ellos para que participasen”, señaló esta mujer que ayer, como otros muchos corredores, tomó la alternativa en esta prueba y colaboró para que Herri Krosa y su legado crezcan.