bilbao - Los pronósticos siguen cumpliéndose: el monoplaza de referencia durante la pretemporada sigue siéndolo en las carreras. En el Gran Premio de Malasia se contempló de nuevo la superioridad de los bólidos Mercedes, que coronan holgados tanto la clasificación del Mundial de Pilotos como la de Constructores. Es la fiel consecuencia de lo que sucede sobre la pista, donde por ahora no hay rivales para las flechas plateadas, que ayer, con Lewis Hamilton como puntal al volante en el circuito de Sepang, sumaron su segunda victoria del curso, un triunfo intimidatorio por lo aplastante que fue. Irrisorio.
El inglés de 29 años y campeón del mundo en 2008 ganó a lo grande, firmando el primer Grand Chelem de su trayectoria deportiva. O sea, venció saliendo desde la pole -con la que igualó el récord británico de Jim Clark de 33 poles-, registrando la vuelta rápida y siendo líder de inicio a fin. Añadir que además tampoco vio sombras en el asfalto. Por si fuera poco para la jerárquica escudería alemana, Nico Rosberg fue la respetuosa estela de Hamilton, siendo la bala de la recámara y todavía líder más consolidado de la clasificación. Tras el 1+1 de Mercedes, el vigente campeón Sebastian Vettel, resucitado de una desastrosa temporada estival. Y seguido, Fernando Alonso, cuarto, al igual que en Australia. "Hoy es factible el podio", decía el asturiano en los prolegómenos. Ni él, ni Vettel, ni Rosberg pudieron aspirar a más; Hamilton, autor de su 23ª victoria de su carrera y segunda en Mercedes tras la de Hungría en 2013, más que flecha fue obús. Y el trenecito que rodaba tras él fue como tal, como los vagones, estructuralmente divididos. "Al final solo trataba de llegar a meta. Hay mucho trabajo por hacer; los Mercedes son rápidos. Aún no estamos donde queremos, pero lo conseguiremos", diría el cuádruple campeón Vettel.
Fue su compañero en Red Bull, Daniel Ricciardo, quien se alzó de nuevo como sorpresa en el tempestuoso arranque. Avanzó dos plaza en detrimento de Vettel y Alonso, para rodar en posición de podio, como lo hiciera en Albert Park dos semanas atrás. Pero al igual que allí, que resultó descalificado, sufriría otro tipo de percances (perdió el alerón delantero, le dejaron un neumático sin apretar en un paso por boxes, fue sancionado...) con igual resultado, el abandono.
Con un desarrollo sin sobresaltos, el orden parecía sentenciado: Hamilton, Rosberg, Vettel y Alonso, sin variaciones. Entonces obró Force India, que propuso tensar la vida de las gomas con una estrategia de dos paradas, en lugar de las tres planteadas por el cuarteto de cabeza. Y casi se sale con la suya Nico Hülkenberg, que está siendo una revolución desde la modestia. De hecho, Alonso le arrebató la quinta plaza a falta de cuatro vueltas para el final. Si bien, Hülkenberg fue uno de los beneficiados por los problemas de Ricciardo y también por los de un Kimi Räikkönen que no termina de sentirse cómodo. El finlandés sufrió un pinchazo que apagó sus esperanzas para concluir duodécimo. El responsable fue Kevin Magnussen, que tocó el neumático del coche Ferrari con su alerón delantero. El danés, sensación por un debut que invita a pensar que es proyecto de un tremendo piloto, finalizó noveno, esta vez rendido a la experiencia de su compañero de filas en McLaren, Jenson Button, que fue sexto.
El finlandés Valtteri Bottas, merced a la obligación de remontar desde la 15ª plaza de partida, volvió a alegrar la carrera. Con Massa desobedeciendo órdenes de equipo de Williams y siendo obstáculo para el finés, fue octavo, tras precisamente el brasileño, que fue testarudamente séptimo.
Y alrededor y ajeno al caos que atraviesa Lotus -Maldonado se retiró y Grosjean fue undécimo con dos paradas, el único junto a Hülkenberg y Chilton-, el ruso Daniil Kvyat, tras batir en Australia con su novena posición el récord de precocidad en sumar puntos que ostentaba Vettel, volvió a cazar, esta vez un punto, con su décima plaza a bordo del Toro Rosso.
"No es la manera de empezar que deseábamos, pero mejoraremos, seguro", deseó Alonso, que contemplaba a un supersónico Hamilton que inició la prueba endosando dos segundos al resto al consumirse la primera vuelta. Una diferencia que fue in crescendo hasta los poco más de diez segundos que fueron línea de flotación en todo momento, y que a la postre incluso se amplió. Esta vez no hubo problemas de motor como los de Melbourne. Con fiabilidad, Mercedes se muestra incontestable, con una autoridad espantosa. Ello muy a pesar de que Red Bull demostró una notable mejoría y de que Ferrari exprimió todo su actual potencial -el acierto en la tanda calificatoria sabatina fue crucial para este resultado-. Lo de ayer fue un remiendo para el descosido de un harapo. Mercedes sigue lejos, demasiado lejos como para que exista oposición a la corona. Y cada domingo el margen es menor. Si no hay prisas, Mercedes, con los agraciados Hamilton y Rosberg, se emborrachará de gloria.