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Las Termópilas de Lorenzo

El mallorquín defiende sus opciones de título con una victoria de casta, valentía y empeño disputada hasta la última curva con el líder Márquez, segundo ayer en el circuito de Silverstone

Las Termópilas de LorenzoEfe

bilbao. Por eso le gusta tanto el apelativo de espartano, porque se siente identificado con esa concepción social contemporánea alimentada por Hollywood que hace sobrevivir el espíritu de aquellos audaces y valientes guerreros. Jorge Lorenzo es eterno en ímpetu, en combatividad, en tesón. En el Gran Premio de Gran Bretaña de MotoGP fue un tenaz defensor de sus intereses de campeón del mundo, y lo hizo partiendo desde una ofensiva propuesta, llevando todo el peso de la carrera, cortando el viento de Silverstone con la mayor de las iniciativas. Sin mirar atrás, sin ceder un metro, sin amilanarse, con plomo en los pies y un paso tan firme como convencido.

Giorgio, no en vano, quiso hacer de la carrera un ejercicio de resistencia, sabedor de la lesión sufrida a primera hora, durante el warm up, por Marc Márquez, a quien se le dislocó el hombro izquierdo tras una dura caída que pudo terminar en fatalidad de no ser por los reflejos de los marshalls del circuito, a quienes se les vino la Honda encima para esquivarla en el último instante -luego Marc sería sancionado con dos puntos, que se le restarán al concluir el año, por no aminorar la velocidad con bandera amarilla en pista-. Este percance, sin embargo, fue el asentamiento de la bases para que en consecuencia el debutante protagonizara un nuevo capítulo de heroicidad. Si bien, SuperMárquez se vio esta vez superado por la entrega y saber hacer de Jorge, pues de su percance no hubo secuelas en carrera y disputó la victoria a riesgo de una nueva caída. Con todo, el catalán salió perdedor del duelo, aunque el resultado bien le vale para sus candidatura a la corona, pues era Dani Pedrosa en inmediato rival en el Mundial.

Como hiciera Leónidas antes de que naciera Cristo, cuando salió a la defensa del desfiladero de las Termópilas, Lorenzo pensó en el ataque como mejor método de defensa, una defensa que diera vida a sus posibilidades de reeditar el título mundial. Así, con el guiño del semáforo rojo Giorgio desató su ambición, una voluntad que se vio medida con el codo del poleman Márquez, pues ambos se palparon con sus extremidades impregnando de psicología al asunto. Aquí estoy, se dijeron con el vértice del cuerpo. Los dos, vigente campeón y aspirante, se lanzaron como se precipita un relámpago, visto y no visto.

Lorenzo apretaba los dientes para descolocar de nuevo el hombro de Márquez, para exigirle, para agotarle. Por ello tensó la carrera desde el primer metro, la endureció para hacer del recorrido un ascenso al monte Calvario. Márquez, sin embargo, sostuvo el envite. Se apoderó de las referencias de frenada de la Yamaha y se dedicó a la supervivencia al cobijo del rebufo.

Pedrosa reaccionaba desde la muchedumbre, con una discreta salida que le hizo caer a la sexta plaza, donde comenzó su escalada. El de Castellar del Vallés progresó hasta la cota de la tercera plaza, pero a más de dos segundos del dúo de cabeza. Dani necesitó 7 vueltas de las 20 pactadas para anular las diferencias, pero nada más contactar con la rueda trasera de Márquez, Lorenzo subió de nuevo la intensidad para buscar la recompensa de la asfixia física de sus menudos rivales. El estirón eliminó a Pedrosa de la lucha final, pues aunque no volvió a descolgarse, no pudo llegar a la posibilidad de intimidación.

Lorenzo, armado por 10 kilómetros por hora menos que las Honda en la entrega de velocidad máxima, no desistió en su puja; las curvas eran las pepitas de oro que le permitían rentabilizar cada abrazo a Silverstone. Pero, a juzgar por los antecedentes, Márquez, sin síntomas de debilidad y sin arrojar muestras de su potencial, acumulaba papeletas para salir victorioso del desenlace, economizando esfuerzo. De hecho, a 8 vueltas del final Lorenzo pudo ver por vez primera la rueda delantera de Márquez.

Aunque sería a falta de 3 cuando empezó la refriega. El debutante, con una posición interesante, pretendió más. Su margen en el Mundial le permite jugar con sus adversarios y olvidarse de cálculos matemáticos. Puede apostar de órdago y lo hizo. Pero delante se topó con uno que ayer fue incluso más rudo que el joven de 20 años. Lorenzo se calzó sandalias, se ciñó la cota de malla y asió espada y escudo para lanzarse a la batalla. Terco, perseverante, incombustible en el empeño, en el sacrificio, recuperó la plaza. Quizá no reedite su título, pero nadie podrá reprocharle su entrega, esfuerzo e insistencia.

Lorenzo comenzó liderando la última vuelta y en la antepenúltima curva Márquez asestó el adelantamiento que parecía definitivo, pero Lorenzo iba a claudicar con las botas puestas. El de Cervera dejó la puerta abierta y ahí se coló el mallorquín, que ganó por 81 milésimas, apurando, justamente entronado merced a su capacidad combativa. Hizo de Silverstone el paso de las Termópilas, pero con resultado victorioso. Ganó la batalla en "una de mis victorias más bonitas" y puede que no haga lo mismo con la guerra -Márquez aventaja en 30 puntos a Pedrosa y en 39 a Lorenzo-, pero quedará en las mentes por esa capacidad espartana para hacer del ataque la mejor defensa.