Bilbao
hUBO un tiempo en el que la supremacía humana no era puesta en entredicho, una época donde los ajedrecistas se reían de los programas informáticos que osaban retarles a una partida "porque jugaban de forma realmente estúpida", tal y como explica Leontxo García, periodista especializado en este deporte. Sin embargo, esa etapa dorada cayó ya en el olvido y ahora jugar contra computadoras "carece de sentido porque las máquinas arrollan a la mente humana de tal forma que hemos llegando a rendirnos ante su potencia bruta". Y es que la inteligencia artificial ya no cosa del futuro, al menos en el ajedrez, y el propio Leontxo admite que los informáticos han logrado implantar en las máquinas "algo semejante a la intuición humana". Es el simple hecho de intentar imitar la forma de pensar de las personas el que ha provocado la revolución de los ordenadores hasta el punto de que el mismo Kaspárov, campeón del mundo durante más de una década, cayó rendido a la superioridad artificial de un programa llamado Deep Blue. "En la segunda partida, Kaspárov sufre un choque emocional porque pierde el juego después de que la computadora le hiciera una jugada que, hasta ese momento, era puramente humana", argumenta el periodista.
"La partida estaba en una posición en la que el ordenador podía hacer una jugada de ataque directo, que era la que Kaspárov previó y ante la cual elaboró un plan de contraataque. Pero el programa, en vez de seguir atacándole y permitirle contraatacar, le hizo una jugada de bloqueo para después atacarle sin problemas", explica Leontxo. Es decir, la máquina fue capaz de sacrificar piezas en favor de un ataque a largo plazo, algo que jamás había sido entendido por los ordenadores. Quizá por ello, el Gran Maestro acusó de trampas a la organización, "de hecho hoy en día sigue convencido de que se las hicieron", bromea el informador. Lo cierto es que Kaspárov fue derrotado por sus propios errores más que por los aciertos de su contrincante, pero es a partir de ese momento cuando la inteligencia artificial comienza a adquirir la intuición humana que le permitió ser temida por los humanos: "El factor fundamental es que, al cabo de cuatro horas, el ser humano está muy cansado y la máquina no. Por tanto, siempre va a acabar habiendo un error de la persona", afirma el especialista. Por ello, Leontxo no duda en sentenciar que "en este momento, podemos decir sin riesgo a equivocarnos que el mejor ajedrecista del mundo no es un ser humano".