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ES mencionar a Walter Bonatti (Bérgamo, 22 de junio de 1930; Roma, 13 de septiembre de 2011) y salen a borbotones miles de palabras extraordinarias. "Ha sido más grande que la poesía y la roca", opina Javier Alonso, exalpinista y ahora profesor en la UPV. Recogía su descripción Juanjo San Sebastián en la presentación del documental de Sebastián Álvaro sobre el genio italiano recientemente fallecido, "un homenaje inevitable" que la Semana de la Montaña de BBK quiso brindar a Bonatti. El líder de estas jornadas alpinísticas tildó al legendario montañero de Bérgamo de "el hombre libre" después de haber señalado que "no ha sido el más brillante pero sí el mejor, el más puro, el más consecuente y el más querido de los que he conocido". Y así presentó Juanjo San Sebastián la obra El hombre llegado del río de Sebastián Álvaro, un documental que recoge dos de los momentos más destacados en la trayectoria de Bonatti: cuando realizó en 1951 el primer ascenso del Gran Capuccin, por la impresionante cara este, y cuando diez años después se vio involucrado en la tragedia del pilar central del Frêney.
Domar el Gran Capuccin, un extraordinario pináculo de granito rojo en el macizo del Mont Blanc, en tres días de julio de 1951 catapultó a la fama a Bonatti con solo 21 años. Era el primer brillo de una estrella, para muchos, irrepetible. "Si yo hubiera sido hijo de este tiempo, a lo mejor ni habría escalado", confiesa Bonatti en el documental de Sebastián Álvaro, gran amigo del montañero italiano. "Este alpinismo hecho solo de técnica no me satisface", profundiza un Bonatti ante la cámara, con su pelo blanco luminoso y su tez morena; con la sonrisa mayúscula y las arrugas que no perdonan. Era un escalador puro, que buscaba la esencia de las cumbres, la soledad: "Soy un hombre de otros tiempos y prefiero estar en mis tiempos".
El maestro de las cumbres siempre entendió que la montaña era la dueña del destino, que su inmensidad era la que mandaba. "La virtud del alpinista es no superar nunca tus límites", defendía porque para él, nunca había que medirse a la montaña sino a uno mismo. Bonatti era excepcional, pero sabía que tenía que "respetar el espacio de lo imposible y asumir que no he pasado" en el caso de que tuviera que retirarse. Había que rendirse porque la montaña podía más.
el drama del frêney "En la historia del alpinismo no hay una tragedia tan grande como esa", lamenta Bonatti al recordar, con escalofríos, lo acontecido en julio de 1961. Dos cordadas, una francesa y una italiana, coincidieron al intentar ascender por primera vez al Mont Blanc por el pilar central del Frêney y como "no se compite por una primera escalada de una montaña", como opinó siempre Bonatti, formaron una misma cordada. Les pilló una tormenta eléctrica y de los nueve alpinistas que formaban la expedición solo se salvaron Bonatti y otro más. Los otros murieron por agotamiento al intentar escapar de la tormenta y ellos sobrevivieron rozando "los límites de la resistencia humana", según narra el documental El hombre llegado del río. Aquella desgracia sacudió al mundo entero convirtiéndose en portada en los periódicos de medio planeta. Para rememorar aquel negro episodio, Sebastián Álvaro se traslada en su documental con Mikel Zabalza, José Carlos Tamayo y Ferran Latorre hasta ese pilar central del Frêney envuelto de melancolía. Tres de los mejores montañeros del Estado recorren las aristas de la tragedia en honor a un hombre talentoso que no siempre fue reconocido en su país, y que no se llevó bien con la prensa italiana, aunque curiosamente cuando se retiró ejerció de periodista. "El éxito nunca se perdona nunca", reflexiona Bonatti.
Dejó la montaña muy joven, a los 35 años con un incontable puñado de escaladas pioneras en sus botas, pero cansado del ambiente del alpinismo, de ese del que él nunca quiso formar parte, comienza a escribir para la revista Época reportajes por todo el mundo. Se retiró tras treinta años ejerciendo de periodista y el pasado mes de septiembre, fallecía a los 81 años víctima de un cáncer de páncreas. Uno de los mejores alpinistas de la historia fallecía mientras gritaba el nombre de Rossana Podestà, la mujer que estuvo los últimos treinta años a su lado y que no pudo hacerlo en su último suspiro porque los médicos se lo prohibieron debido a que no estaban casados. "Señora, no pretenderá tener derechos que no le corresponden", le dijeron a la ex famosa actriz en una clínica religiosa de Roma. Juanjo San Sebastián no puede evitar emocionarse al recordarlo... Bonatti siempre quiso estar a salvo "de la hipocresía de los hombres civilizados", por eso amaba la montaña, pero no siempre pudo hacerlo.