Colgados del factor humano
"La montaña mata, pero suele ser por un error de cálculo"; de ahí la relevancia de la gestión del riesgo
Bilbao
El alpinismo es un juego para adultos en el que está en juego la vida", argumenta Sebastián Álvaro, montañero madrileño y periodista, creador del programa de televisión Al filo de lo imposible y que carga en su mochila con alrededor de 197 expediciones realizadas y 350 documentales dirigidos. Su compañero de cordada en numerosas de sus aventuras, protagonista en varias emisiones, Alberto Ayora, Teniente Coronel del Ejército de Tierra, montañero zaragozano, además de Máster en Derecho de Deportes de Montaña y técnico superior en prevención de riesgos laborales, remata la reflexión de Álvaro: "En el 85 ó 92% de los accidentes en la alta montaña está presente el factor humano". Números que son vidas, cifras que son historias personales y que invitan a la reflexión de los practicantes, que conceden mayor relevancia al análisis, prevención y asunción de responsabilidades de quienes aspiran a copar las azoteas del mundo.
Antes de emprender la aventura, antes de atender al instinto que viste de satisfacción al ser humano, hay que visitar al sentido común y cuestionarse: "¿Es el objetivo adecuado para mi capacidad? Y si me sucede algo, ¿está mi grupo en condiciones de montar una operación de rescate?". Álvaro plantea las primeras preguntas que uno debiera hacerse antes de acometer la salida hacia la alta montaña. Para poder responderlas con rigor, con la objetividad que requiere el alpinismo, se deberá de haber entablado previamente un exhaustivo análisis sobre el riesgo y todas sus consecuencias. Lo que se representa con una estructura piramidal: cuanto más exigente es la cumbre, mayores son los riesgos.
"Vamos a un sitio en el que te puedes morir y nadie te puede ayudar. Las posibilidades de sobrevivir si estas en altura y no te puedes mover son mínimas por encima de los 6.000 metros y sin un grupo de rescate aclimatado", cuestión que es fruto de la casualidad, de que un colectivo esté en el lugar y en el momento adecuado, "la capacidad que tenemos en la actualidad con los helicópteros (único medio con el que colaboran las Fuerzas Armadas desde el lugar más próximo al incidente) es muy limitada". No en vano, un operativo de rescate puede tardar hasta dos semanas "en función del lugar y de la situación" en aproximarse al punto del accidentado. Demasiado cuando el tiempo es oro del más preciado y la muerte va buscando empleo. A pesar de todo ello, Álvaro asegura que dentro de las actividades de riesgo, "la montaña es la que permite un mayor margen de error". Dato que no debe invitar a despreciar una prevención que viaja de la mano de la experiencia, de la formación. Aunque es aquí donde surge uno de los grandes problemas de la disciplina: "No hay instaurado un aprendizaje formal, unificado". Por este motivo cobra gran importancia el sentido común del alpinista, deportista, a la par que gestor del riesgo.
"Hay veces que la montaña te mata, pero eso significaría haber fallado previamente en el cálculo. O leíste mal el riesgo o lo asumiste", apostilla Álvaro. Ayora, por su parte, ahonda en la relevancia del factor humano en todo este proceso preventivo, en que uno mismo es quien debe tener en cuenta valores como "la eficacia de planificación, la capacidad de liderazgo, la influencia externa, la preparación física y psicológica, la compañía..." Aunque eso sí, "a fuerza de equivocarte terminas aprendiendo". "Hay maneras de aprender poco a poco, con cursos de formación e incluso lugares como los rocódromos, cada vez más extendidos, pero la práctica se adquiere subiendo al monte y asumiendo riesgos, y dentro de este proceso de aprendizaje se cometen errores. Pero en este sentido, no es distinto a cualquier otra faceta de la vida, pues la vida en sí misma consiste en ir asumiendo una serie de riesgos, en adoptar decisiones", explica Álvaro.
Como humanos que son los montañeros, los cálculos pueden fallar, la composición previa al asalto de la montaña puede desmoronarse por una mala lectura de una hazaña que puede concluir en tragedia. Es entonces cuando suceden los accidentes y cuando, consecuentemente, se recurre a la fase de rescate, la última cordada para aferrarse a la vida. Un apartado en el que sale a relucir uno de los máximo exponentes de los valores humanos y en especial del montañismo: la solidaridad.
La concepción de rescate implica intrínsecamente dos términos: autorrescate y rescate organizado. Dos fases que van en función del orden de actuación en caso de accidente. La primera implica directamente al accidentado y le exige tener conocimientos, facultades, poseer medios e intentar salir del contratiempo por uno mismo. "Se trata de ser capaz de no recurrir al móvil hasta que no sea estrictamente necesario", apunta Álvaro. Aquí destaca el sentido común del alpinista, pues, según comentan estos expertos y dada la multiplicación de los teléfonos móviles con posibilidad de conexión vía satélite, las llamadas de auxilio desde inhóspitos lugares irán en aumento con respecto a los últimos tiempos. Los movimientos de los dispositivos de rescate incrementarán y lo harán también por el creciente turismo de grandes alturas. De ahí la trascendencia de la "información y la formación" del montañero, de su preparación para evaluar situaciones. "Saber por qué se ha cometido un accidente es lo que hace evitar otros", comenta Ayora. Mientras, el rescate organizado se presenta como la última opción, un plan B. Sin C.
el poder de los medios En este aspecto juegan un relevante papel los medios de comunicación. "Ciertos programas de televisión hacen flaco favor si no se explican las cosas. La generalización de la actividad debe llevar un proceso paralelo. Hay que ser progresivos. El tiempo de aprendizaje es largo y costoso. A medida que sube el nivel del reto, es mayor el aprendizaje y la asunción de riesgo", explica Álvaro, que ha pretendido durante 30 años en su programa televisivo "reconciliar a España con la aventura y con los mejores valores del deporte". "¿Hemos ayudado a que vaya más gente a la montaña? No lo sé. Pero sí hemos tratado los asuntos con rigor, pues si se emiten informaciones incompletas, el espectador se queda con la mitad de las cosas", apunta el madrileño.
"Si los medios sólo entran en juego en determinadas fases implica que cuando tomas decisiones aplicas esos esquemas formados previamente", analiza Ayora, que se refiere a la necesidad de que los medios jueguen ese papel de mediadores, que recurran a la faceta didáctica. "Es triste que las noticias de la montaña se multipliquen cuando se trata de tragedias", apunta, por su parte, Juanjo San Sebastián, alpinista y relaciones externas de la BBK, evocando al caso del malogrado Óscar Pérez, que tuvo "un seguimiento masivo, principalmente porque era agosto y no había grandes acontecimientos deportivos. Había un vacío informativo".
"La actividad que practicamos posee una relevancia pública y nos obliga a dar noticias, pero toda la información trasmitida debe ser rigurosa", añade Álvaro, a fin de que el público no se lleve falsas concepciones, para que no haya malformaciones en esos esquemas elaborados previamente a emprender la aventura y que pueden conducir a asumir decisiones erróneas en un momento determinado. El riesgo de estar colgados del factor humano.