"La han hecho para ti, Alberto"
La Vuelta, en su búsqueda del esplendor perdido, prioriza la montaña en detrimento de las cronos Recupera los Lagos y Pirineos, desempolva Peña Cabarga y descubre Cotobello y la Bola del Mundo
SEVILLA. Pedro Delgado, tan genio, tan figura desmontado como lo era sobre una bicicleta, tan locuaz, tan puñetero, le ha lanzado un hachazo en público, ante un auditorio repleto de oídos prestos, al tipo trajeado, un tal Alberto Contador, que está sentado a su izquierda. "La han hecho para ti, ¿eh?", le ha dicho, y el campeón de Pinto, el ciclista que todo organizador desea tener en su carrera y que, sin embargo, sólo tiene ojos para el Tour de Francia, se ha revuelto para neutralizar el ataque con agilidad pasmosa: "No, no soy el único escalador; hay más que yo". De eso trata la Vuelta a España de 2010, que presentó su sugerente recorrido ayer en Sevilla: de trepar.
Sevilla, dicen, y está demostrado, tiene un color especial. Es por la luz cenital andaluza. Luz ausente, casualidad, ayer sobre una ciudad que a las diez de la mañana aún andaba frotándose los ojos para quitarse las legañas mientras el cielo se le desplomaba sobre la cabeza con una tromba de agua anodina. Luz que anhela Vuelta, la 65ª de la historia, que partirá de Sevilla con una crono por equipos de 16,5 kilómetros al abrigo del lapislázuli de la noche. Se correrá de madrugada. Más simbólico imposible: desde la sombra se catapultará la Vuelta en busca del esplendor. "La Vuelta", se revela Javier Guillén, su director, "tiene luz, está más que iluminada. Pero hay que seguir buscando la fórmula que nos dé resultado".
Es por ello que la novedosa próxima Vuelta que recupera la lógica con su regreso a la cornisa cantábrica -Cantabria y Asturias- prioriza la montaña, finales de calidad, en detrimento de la crono. Sólo habrá 46 kilómetros de lucha individual, en la 17ª etapa que se disputará en Peñafiel. En el lado opuesto, seis finales en alto: Xorret del Catí, Pal, Peña Cabarga, Lagos de Covadonga, Cotobello y Bola del Mundo.
"Y sin embargo", matiza Guillén, "es menos dura que la del año pasado. Quiero decir que hay menos montaña". Y habla de la humanización del recorrido, de eliminar la dureza gratuita y centrarla en momentos clave. Lo son los seis finales en alto, en especial el de Cotobello, que tan bien conoce Samuel Sánchez, "tanto como el baño de mi casa. Una vez me lo llegué a subir hasta tres veces entrenando en un mismo día", sostiene. El ciclista de Euskaltel-Euskadi, equipo que apostará por Igor Antón en la Vuelta y mantiene la duda de Samu, que disputará el Tour, alerta sobre su dureza, que equipara a la del temible Alpe d"Huez, "aunque es más corta, tiene porcentajes similares, sin descansos, en los que si un ciclista se clava no avanza". Será la asturiana, con San Lorenzo, La Cobertoria y el final en Cotobello, la etapa reina.
La Bola del Mundo En la otra gran novedad de la prueba entrena habitualmente Alberto Contador. La Bola del Mundo, la prolongación, tres kilómetros más asfaltados de cemento, de Navacerrada, es la gran incursión de la próxima edición de la ronda hispana, un viejo anhelo del difunto Enrique Franco, ex director de la ronda estatal, que persiguió infructuoso Víctor Cordero y que ha hecho realidad Javier Guillén. "Es distinta y eso es bueno. Se ha cambiado el estilo, y en lugar de acabar con una crono se hace con la llegada a la Bola del Mundo. La Vuelta sigue innovando", opina Samuel. Hollarán los ciclistas la Bola del Mundo el último sábado, víspera del Paseo de La Castellana, una fórmula que el Tour de Francia experimentó con cierto éxito el último verano, en el Mont Ventoux. El director del ovetense, Igor González de Galdeano, ve clara la jugada. "Se nota la mano del Tour", afirma el gasteiztarra.