La Esperanza (Hatikvah), así se llama el himno de Israel. Hamás es el acrónimo del Movimiento de Resistencia Islámica que tiene un doble sentido pues también significa Fervor. “Mientras en lo profundo del corazón palpite un alma judía… no se habrá perdido nuestra esperanza”, cantan, casi recitan, los israelíes. “Hasta que los sionistas no sean expulsados de Palestina y recuperada sea Jerusalén (Al-Quds-La Santa) continuaremos la Yihad”, gritan enfervorizados los militantes de Hamás. Esperanza contra Fervor.

En esta guerra interminable, la experiencia no nos sirve de mucho, porque cada locura siguiente se nos presenta bajo una luz nueva. Cualquiera de nosotros y, supongo, la inmensa mayoría de israelíes y palestinos, prefiere un orden humano y cabal antes que la anomía y la inseguridad. Pero eso no ha venido ocurriendo desde hace al menos ochenta años. Los israelíes ocuparon legalmente –con aprobación de la ONU– un país que no era el suyo pero que lo había sido desde hacía milenios y hasta la Diáspora (135 d.C.). De inmediato, ilegalmente, como “ladrones en la noche” acrecentaron sus territorios con desplazamientos forzosos de centenarios asentamientos árabes, Nakba-1948 (el Desastre) lo llaman los palestinos. Más tarde colonizaron parte de la Cisjordania con el objetivo de crear el Eretz Israel (la Gran Israel) o Israel bíblica con la inclusión de Samaria y Judea.

Pueblo ocupado, nación amenazada

No tengo la menor duda, Israel es la única nación occidental, junto a Rusia, que está ocupando un pueblo. Los palestinos, una mezcla de coraje y ceguera política, se alzaron contra la ocupación y el expansionismo israelí buscando el apoyo de la Umma (Comunidad islámica), de los países árabes limítrofes (Jordania y Egipto) que fueron sucesivamente retirándoles su apoyo efectivo, y de potencias extranjeras (la URSS e Irán), más interesadas en sus propios objetivos geopolíticos que en la causa palestina. Una vez constituida la Autoridad Nacional Palestina, con refrendo internacional y aprobación de Israel, los palestinos integristas musulmanes convirtieron la Franja de Gaza en un santuario dominado por esa visible oscuridad que se llama miedo. En ese pequeño territorio costero Hamás consolidó su poder predicando la yihad (guerra santa contra los judíos) y practicando el terrorismo, término por cierto europeo, “la Terreur”, acuñado en 1794 tras el brutal reinado de Robespierre durante la Revolución francesa. Conviene recordar que en un inicio Hamás fue subrepticiamente apoyado por Israel con la finalidad de debilitar a Al Fatah, los palestinos moderados liderados por Yasir Arafat. Hamás, ahora apoyada por Irán, Hezbolá y Siria –Rusia tras el visillo–, abocan a Israel, no tengo la menor duda, a ser la única nación occidental junto con Ucrania amenazada en su propia existencia.

La Autoridad Nacional Palestina sigue gobernando en Cisjordania, entre el perro y el lobo, por más que ha venido avisando de lo que podía ocurrir, con un Hamás cada vez más apoyado por los chiítas libaneses de Hezbolá y de Irán, su casa madre. Nadie lo tomaba en serio, como al payaso en el circo que grita: “¡fuego, fuego!” y solo provoca las carcajadas de un público acostumbrado e inconsciente de que, en pocos instantes, será pasto de las llamas.

El futuro inmediato de Israel es de color púrpura, el de la sangre. El futuro de Hamás vendrá condicionado por lo que haga con los secuestrados israelíes. Si los asesina, esa sangre fresca en la boca del vampiro les dará la eternidad de la infamia y la segura persecución hasta que el último de ellos sea eliminado con una estaca en el corazón (el tiro o la bomba) tal y como ocurrió con los inductores y organizadores del secuestro de los atletas judíos en la Olimpiadas de Múnich.

Todo entre Israel y Hamás es hechura de la muerte, solo que ahora a escala inaudita. De siempre hay una brecha entre fe y conocimiento, entre alineamiento político y hechos incuestionables. Doscientos sesenta jóvenes asesinados cuando asistían a un concierto rave en el kibutz de Reim, salvajada que tanto nos recuerda a los asesinados por el ISIS en la discoteca Bataclán de París. Cuarenta bebés asesinados entre decenas de personas degolladas en el Kibutz Kfar Aza. Un número indeterminado de secuestrados-rehenes, el euskaldun Iván Illarramendi y su esposa judía entre ellos. La joven soldado judeo-española Maya Villalobo Sinvany, secuestrada y asesinada. “Cuerpos calcinados, desmembrados, gente degollada”, informa desde Sderot (Israel) Mikel Ayestaran, uno de los periodistas más creíbles y respetados que da fe de los hechos tal como están siendo.

El factor Netanyahu

Podríamos hablar de ese deficiente moral y desastre político que se llama Benjamín Netanyahu, enfrentado hasta hace tan solo una semana a los jueces, a los reservistas del ejército, al generalato e incluso a su propio ministro de defensa Yoav Gallant (ex general) que ahora ha decretado el bloqueo total de Gaza. Netanyahu se ha visto beneficiado por el efecto piña que se genera en la sociedad israelí cada vez que se enfrenta a un peligro existencial: la Guerra de los Seis días (1967); la del Yom Kippur-(1973) –día de la Expiación– cuyo cincuentenario se conmemoraba precisamente el día anterior al actual ataque de Hamás; la del Líbano (2006). Efecto piña de resonancias bíblicas: “A donde tú vayas, yo iré; y donde tú vivas yo viviré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios” (Rut 1:16).

Cuando acabe esta guerra habrá de sustanciarse hasta qué punto algún servicio de seguridad judío era parcialmente conocedor de lo que Hamás estaba tramando y si lo puso en conocimiento de Netanyahu y si éste le quitó hierro pensando que una simple escaramuza le convenía como distracción ante la marea social de contestación interna. No encuentro otra explicación al estrepitoso fallo de los servicios de seguridad israelíes, Mosad y ShinBet, que al parecer no se enteraron de lo que se estaba fraguando en una colmena humana, como es Gaza, plagada de infiltrados y soplones. ¿Es que nadie vio entrenarse a los parapentistas que luego se lanzaron sobre los kibutz?; y si no lo hicieron en Gaza, ¿en qué territorio extranjero se prepararon?

Poco más se puede decir por ahora de lo que no se sabe si ocurrió. No es tiempo de Shalom (Paz) sino de Milchama (guerra). Israel en armas, por su defensa y clamando venganza: “Lo que la mente entiende, el corazón susurra y la moralidad prohíbe”, en palabras de S. Gutman, jefe de inteligencia del Palmáj (antecedente del Mosad). Gaza está siendo bombardeada, a punto de una invasión que si se retrasa es porque el Tsahal (la Fuerza de defensa de Israel) no sabe cómo entrar entre ruinas sin exponer sus blindados y el destino de los secuestrados, pendiente de un hilo tan fino que se acabe rompiendo. Me temo que todo termine en una Masada esta vez no deseada, aquel suicidio colectivo en la montaña del mismo nombre de judíos insumisos a la conquista romana (73 d.C.). De ser así estaríamos ante un mito refundador de Israel, un Estado judío cimentado sobre la sangre coagulada de los rehenes. La esperanza es el poder y el fervor, la furia. No tengo la menor duda de que la Esperanza saldrá victoriosa, pero el Fervor es el rescoldo que siempre queda bajo la ceniza de la derrota.