En el despacho rojo del Palacio Foral de Bizkaia, en plena Gran Vía bilbaina, se conservan tres magníficas obras de arte con una historia peculiar. El calificativo de “rojo” de la estancia viene dado por el color del entapizado de las paredes. Pero, en realidad, la sala es el gabinete oficial donde el/la diputado/a general recibe a sus visitas.

La habitación es un tanto lúgubre y el color rojo burdeos le confiere un tono solemne. Allí, bajo un lienzo igualmente sombrío de Ignacio de Loyola y apoyados en una mesa de mármol en la que el pie es la imagen de un águila imperial con las alas abiertas, se sitúan los tres jarrones de Sèvres, cuya historia resulta desconocida para el gran público.

Las porcelanas en cuestión contienen impresas las imágenes de sus donantes; el emperador Napoleón III; su esposa, Eugenia de Montijo, y el hijo de ambos, Napoleón IV.

Para hallar el origen de la presencia de estas obras de arte en la Diputación vizcaina es preciso irse al medievo, donde encontramos el linaje de los Arteaga, vinculado a la casa torre de igual nombre. En dicha estirpe, el 5 de mayo 1826 nacía María Eugenia de Guzmán y Portocarrero, hija de los condes de Montijo y heredera del antiguo solar de Arteaga.

Aquella noble de ojos azules y melancólicos se casó en 1851 con Carlos Luis Napoleón Bonaparte y cinco años más tarde, la imperial Arteaga daba a luz a un heredero, Eugenio Luis de Juan José Bonaparte, Napoleón IV.

La noticia del nacimiento del vástago imperial llegó a territorio vizcaino y en julio de 1856, la Junta General reunida en Gernika concedía al príncipe recién nacido el título de “bizcaino originario”.

Una delegación de las Juntas se trasladó hasta Biarritz y en la residencia imperial de Villa Eugénie –actual Hotel du Palais– notificó la distinción al heredero del trono francés. En el transcurso del encuentro, Napoleón III desplegó un mapa de la cornisa cantábrica y preguntó dónde se encontraba el solar de los antepasados de su esposa, que ella desconocía, quedando sorprendidos ambos al ser informados de que desde su París imperial podrían acudir navegando hasta casi las puertas de la casa-torre de sus ancestros en la ría de Gernika.

Jarrones chinos y de Sèvres

El emperador quedó impresionado por aquellas “novedades” y pidió un ejemplar de las leyes del Fuero de Bizkaia, ordenando al mismo tiempo a la Fábrica Nacional de Sèvres elaborar tres jarrones de porcelana con los rostros de la emperatriz, de él mismo y del “bizcaino originario”, Eugenio Luis Juan José Bonaparte, para que fueran enviados a la Diputación de Bizkaia, donde aún se encuentran. Además, y en agradecimiento por la distinción, los emperadores franceses decidieron acometer la recuperación de la vieja torre de los Arteaga siendo su reconstrucción arquitectónica la que hoy conocemos.

Vicisitudes de la vida. El imperio francés se hundió como consecuencia de su clamorosa derrota durante la guerra franco-prusiana (1870-71) durante la cual, en la batalla de Sedan, Napoleón III fue capturado. Dos días después se proclamó su destitución y la instauración de la república en París. El último emperador francés moriría en el destierro londinense dos años más tarde y su vástago, “el genuino”, perdería la vida poco tiempo después tras alistarse voluntario en el ejército británico y ser abatido en una refriega militar en Sudáfrica en el transcurso de la contienda anglo-zulú.

Cuentan las crónicas que Eugenia de Montijo, sumida en la depresión provocada por la pérdida de su entorno familiar íntimo, solicitó a las autoridades vizcainas la devolución de los jarrones de Sèvres pues en ellos se encontraban los retratos de su esposo y su hijo desaparecidos, imágenes de incalculable valor sentimental para ella. Sin embargo, las valiosas piezas de porcelana nunca se movieron de su ubicación bilbaina donde aún hoy permanecen.

Alguien aplicó en su día el dicho de “santa Rita, Rita, lo que se da no se quita”. O dicho de otro modo, que los jarrones históricos, bien sean chinos o de Sèvres, deben estar resguardados en un lugar en el que no molesten y no se muevan salvo riesgo de romperse o de quebrar algo de su entorno.

Todas las organizaciones humanas con responsabilidad de gestión tienen sus “jarrones” correspondientes. Chinos, de Sévres, etruscos o bizantinos. Porcelanas delicadas con innegable valor de pasado pero que al día de hoy pasan por elementos decorativos. Y algunos se resisten a ese rol.

Por ejemplo, el tándem González-Guerra que libre de ataduras y sabedores de la resonancia mediática que sus planteamientos tienen, no dudan en poner en aprietos a sus supuestos compañeros de partido. Sus últimas declaraciones en relación a la actualidad política han vuelto a tensionar al mundo del partido socialista.

Las estridencias que estamos observando obedecen al convulso momento político que atravesamos y obedecen a la exigua diferencia entre bloques ideológicos surgida de las últimas elecciones generales y la cercanía de los procesos de investidura (uno o dos), con las consecuentes negociaciones entre partidos.

La imperiosa necesidad de los aspirantes a sumar partidarios a sus candidaturas está provocando situaciones novedosas. En el bloque representado por Núñez Feijóo –que deberá medirse en el Congreso los días 26 y 27 de septiembre– la ecuación exitosa pasa por sumar a sus 137 escaños, los 33 representados por Abascal. Esta operación se da por consolidada. Pero para resultar efectiva en primera votación (se necesita mayoría absoluta, es decir más de 175 escaños), el gallego necesitaría además, los apoyos de los diputados de UPN (1), canarios (1) y los 5 votos del PNV o los 7 de JxC.

En segunda vuelta, la decisión de Puigdemont y los suyos será determinante. Si el sentido de su voto es el de la abstención –algo no descartable teniendo en cuenta el posicionamiento coherente de los soberanistas catalanes– Núñez Feijóo sería investido presidente del Gobierno español contra todo pronóstico.

De ahí que desde el otro lado se apreste a ultimar medidas insólitas hasta ahora como la modificación del reglamento para la utilización de las lenguas oficiales del Estado o la aprobación de un proyecto de ley de amnistía. Resulta difícil de creer que lo que hasta ayer resultaba “imposible” o “implanteable” en la “democracia española” se apruebe y quede desatascado en un pis-pas. Y es que cuando la necesidad aprieta, los obstáculos se saltan a la carrera sin miramientos.

Sánchez hará lo que haga falta para reeditar su mandato en La Moncloa. Multilingüismo en las Cortes y “reconciliación” o “amnistía” para Catalunya. Tiene ya en su poder una proposición de ley que “expertos” jurídicos le han elaborado y que presentarán antes de que Feijóo se someta a la investidura. Necesita neutralizar una abstención de Junts al líder del PP. No sería de extrañar –amparada en una “coherencia” independentista– que los seguidores de Puigdemont se desentendieran, en el último momento, del proceso de gobernabilidad en España. Eso sí, después que la amnistía fuera aprobada como elemento a priori (hay más de 4.000 personas en Catalunya pendientes de procedimientos judiciales como consecuencia de la persecución del procés).

Si esto no bastara, Sánchez jugará la baza del Constitucional para que este le dé la razón en revisar los votos nulos del 23-J en Madrid que , no contabilizándose otorgó un escaño decisivo al PP en detrimento del PSOE. Si eso se produjera y el nuevo recuento voltearía el escaño, el panorama giraría 180 grados. Y, en ese caso, la abstención de Junts le haría presidente.

Pedro Sánchez ha sido calificado como un “resistente”. Él mismo así se ha definido. Por eso no hay que descartar que en la actual coyuntura vuelva a sacar conejos de su chistera y haga posible lo imposible. Sin que “jarrones chinos”, etruscos o bizantinos puedan impedirlo. Cosa distinta es que –conociendo al personaje– una vez obtenido los apoyos requeridos, se olvide de todo lo comprometido y remita su cumplimiento “ad calendas grecas”.

Tal vez sea esta la “ventana de oportunidad” que los nacionalistas esperaban para plantear en serio soluciones al “encaje” de Euskadi, Catalunya y Galicia en un Estado plurinacional de verdad. Sería, como bien ha dicho por otro lado Núñez Feijóo, un “pacto de Estado”. Pero hablar “en serio” y “de verdad” en la política española puede ser pedir peras al olmo. Vascos y catalanes tienen que jugar sus bazas con inteligencia y, si es posible, coordinadamente. Respetando cada cual las prioridades del otro y, en todo caso buscando lo mejor para sus respectivas naciones. Poniendo los jarrones en la estantería.

Miembro del Euskadi Buru Batzar de EAJ-PNV