NO. Los resultados no fueron ni los esperados y mucho menos los deseados. Hay que reconocerlo sin medias tintas, los resultados fueron malos. A pesar de que el impacto del retroceso electoral fue mitigado con la consecución de cinco escaños y la obtención de más del 15% de los sufragios en todas las circunscripciones, requisitos básicos para poder tener un grupo parlamentario propio en el Congreso de los Diputados.

Tiempos nuevos

Fueron muchos los factores que causaron esta devaluación popular del Partido Nacionalista Vasco. Desde que los comicios eran estatales, con lo que la polarización y el miedo a la derecha activó a un grupo social numeroso que respaldó al Partido Socialista (y que en otras ocasiones había votado al PNV) hasta la “fatiga de materiales” que de un tiempo a esta parte se observa en el que hasta ahora ha sido el partido hegemónico de Euskadi.

Muchas las razones de este cambio de tendencia y que el PNV ya analiza para sus adentros en un ejercicio de responsabilidad y autocrítica. Es allí, en la propia organización, donde con certidumbre y sin presión alguna, debe extraer conclusiones y fundamentar remedios. No en público, donde el ruido puede desvirtuar la sinceridad del debate.

No tengo nada en contra de las discusiones públicas pero, ante el inusitado interés que para elementos ajenos al PNV suscita la vida interna de este partido, creo conveniente que las reflexiones propias se hagan en casa.

Algunos no parecen coincidir con este interés, y han abierto sus bitácoras para airear sus percepciones en relación al descenso electoral del nacionalismo. Cada cual sabrá lo que hace y dice. Si su actitud responde a un interés cierto por aportar soluciones o si por el contrario obedece a una vanidad no correspondida que pretende “cobrarse” cuentas pendientes. Obsesiones individuales de jarrones chinos que algunos –los de siempre– han aprovechado para propagar una imagen de crisis que no resulta real.

La situación es preocupante pero no agónica. El “viejo partido” ha devenido en un “partido viejo” y, a buen seguro, la capacidad de reacción de sus órganos directivos sabrá cómo enfrentarse al desafío presente.

Por eso, porque confío en el diagnóstico de puertas adentro como mejor modo para establecer una sincera y real radiografía del problema, evitaré expresar públicamente mis creencias e impresiones. Lo haré donde corresponde.

Las urnas, una vez más, han determinado la representación democrática que cada partido político dispondrá en el nuevo mapa parlamentario del Estado español. Como primera valoración del impacto electoral general determinar que la tan anunciada mayoría absoluta de la derecha –la popular y la extrema– ha fracasado. La expectativa de Núñez Feijóo de acabar con el “sanchismo” se ha desvanecido. Cualquier hipótesis de gobierno que tuviera como presidente al gallego pasaría por el apoyo imprescindible de VOX y de los votos restantes de Coalición Canaria, UPN y, también, del PNV. Solo así el PP llegaría a los 176 escaños necesarios para garantizarse una mayoría absoluta. Pero la ecuación la ha desmontado, desde el primer momento, el PNV, que ha negado rotundamente cualquier posibilidad de apoyar al aspirante de la derecha española. Fue Ortuzar, mandatado por la ejecutiva que preside, quien trasladó a Núñez Feijóo la negativa nacionalista a su candidatura. Desactivado el artefacto antes de que empezara la cuenta atrás de su lanzamiento.

La otra opción con posibilidad de llegar a la Moncloa es la representada por Pedro Sánchez. Los socialistas necesitarían en este propósito los votos favorables de la formación Sumar y los del resto de partidos catalanes –Junts y ERC– y vascos –PNV y EH Bildu– y gallego –BNG–. Cualquier descabalgamiento de alguna de las opciones pondría en peligro la investidura del candidato socialista.

La complejidad de este acuerdo es máxima, sobre todo cuando de por medio interfieren protagonistas ajenos, como la fiscalía y el poder judicial, que ante el protagonismo inexcusable que en esta alternativa tendría Junts per Cataluya se apresuraron a intentar dinamitar cualquier hipótesis de acuerdo solicitando la inmediata extradición y encarcelamiento de Puigdemont, en una operación de intento de sabotaje político incalificable. La operación de entorpecer el diálogo con los soberanistas catalanes no ha prosperado aún pues el juez Llarena no ha echado mano, por el momento, de la petición de la fiscalía, argumentando que esperará a actuar tras la decisión que adopte el Tribunal de Justicia de la Unión Europea en relación a la inmunidad parlamentaria defendida por el expresident de la Generalitat.

Si Sánchez quiere reeditar su presidencia en el Gobierno español deberá asegurar sus apoyos. Con garantías de complicidad y con compromisos reales que solidifiquen los posibles pactos. La oferta de “yo o el caos”, utilizada en la pasada legislatura no servirá para la presente singladura. El “chantaje emocional” que le funcionó bien en el pasado ha quedado caduco. Nadie actuará por “miedo” a la alternativa, ni por ir de Guatemala a Guatepeor.

Si se pretende amalgamar una alianza estable, que vaya más allá del simple voto a la investidura puesto que la estrechez de la mayoría implica una sintonía en todas las votaciones que puedan llevarse al parlamento, corresponderá al secretario general socialista hacer una propuesta programática que los posibles socios de gobierno deberán analizar y, en su caso enmendar. Una propuesta no genérica ni de buenas intenciones. Deberá ser una oferta programática solvente en lo social y en lo económico y en la que la estructura del Estado, el reconocimiento de los sentimientos de pertenencia nacional y la apertura de vía de profundización en el autogobierno deberán estar ineludiblemente presentes.

Desde hacía tiempo, el nacionalismo vasco estaba buscando una “ventana de oportunidad” por la que sacar adelante la tan necesaria organización de Euskadi y Catalunya en el Estado español. Quizá esta sea la tan ansiada ocasión para fructificar tal propósito. De ahí que la reedición de una alianza política similar a Galeusca pueda resultar fundamental en la actual coyuntura.

El panorama no está despejado aún. Asistiremos durante los dos próximos meses a un pulso entre los dos principales partidos españoles cuyo desenlace solo podrá ser o la nominación de Sánchez o la repetición de las elecciones. La constitución de las cámaras –fundamentalmente el Congreso– con la elección de la Mesa supondrá un primer tanteo (no determinante) para conocer la posterior evolución de los acontecimientos. Y ahí, los cinco votos –exiguos pero valiosos– del Partido Nacionalista Vasco volverán a ser determinantes. ¡Quien lo diría!. “Menguante” PNV pero decisivo una vez más.

A partir de ese momento, si Núñez Feijóo y los suyos, se empecinan en marcar a su formación como la más votada y, según ellos, la que “mayor derecho” tiene a la investidura, forzarán a Felipe VI a proponerlo como candidato a la presidencia.

El inevitable fracaso de esta apuesta abrirá la puerta de nuevas interrogantes. Puesto en marcha el reloj para una repetición electoral (se activará el cronómetro en el mismo momento en que el Congreso rechace en votación la investidura de Núñez Feijóo) cabrá conocerse si el gallego continuará siendo o no la cabeza visible del Partido Popular y si, para entonces Sumar seguirá siendo una única formación política y parlamentaria o si se habrá desmembrado como auguran las primeras declaraciones de Ione Belarra pronunciadas tras los comicios.

La repetición electoral es una posibilidad real que ahí está, pero es algo que, inicialmente nadie quiere. Jugarse el futuro a una nueva contienda en las urnas tiene gravísimos riesgos para todos, incluidos para los especialistas en la prestidigitación política. En un nuevo proceso de votación el nivel de polarización se multiplicaría. Los partidos políticos “periféricos” sufrirían mucho más y derecha y extrema derecha serían ya una única opción a ratificar en una especie de sorteo de moneda al aire que podría decantarse por uno u otro contendiente.

Y todo eso, con la gente ocupada fundamentalmente, en las vacaciones y en su merecido ocio. Con unos datos macroeconómicos positivos. Con una Comunidad Vasca con el 7,3% de paro (lo que algunos consideran pleno empleo). Con subidas del PIB por encima de lo previsto. Y con una amenaza de huelga anunciada por el primer sindicato del país para todo el sector público en el próximo otoño (solicita un incremento salarial del 12% para el año que viene).

Tiempos de crisis. Tiempos de transición. Tiempos de reformas. Tiempos nuevos.

Miembro del Euskadi Buru Batzar de EAJ-PNV