O es la primera vez, y no será tampoco la última, que Italia lleva a cabo la experiencia de un gobierno presidido por una personalidad de prestigio, sin vinculación directa con ninguno de los partidos con presencia en el Parlamento, para tratar de hallar una salida a la enésima crisis del ejecutivo, lo que en este país no constituye ninguna novedad. Ya ocurrió hace ahora una década con Mario Monti, exmiembro de la Comisión Europea durante una década (1994-2004), quien asumió la jefatura del Gobierno (2011-13) como consecuencia del agravamiento de la crisis financiera de esos años en Italia. Y anteriormente con Carlo A. Ciampi, que tras haber sido gobernador del Banco de Italia durante más de una década (1979-92) también asumió la jefatura del Gobierno (1993-94) en una coyuntura marcada por una aguda crisis, entonces como consecuencia de los escándalos asociados a los casos de corrupción conocidos en Italia como la tangentopoli en los primeros años de la década de los noventa.

Ahora se vuelve a repetir la operación teniendo como protagonista a Mario Draghi, al frente del Banco Central Europeo (BCE) en la pasada década (2011-19) y anteriormente del Banco de Italia (2006-11), quien asume la jefatura de un Gobierno para tratar de hacer frente a los efectos de una aguda crisis, esta vez como consecuencia de la pandemia que afecta no solo a Italia sino también a todos los países del entorno, también a nosotros. Un nuevo gobierno en Italia (el tercero en la actual legislatura, iniciada en 2018, tras los dos de G. Conte) que, a la espera de conocer cuál va a ser su ejecutoria a partir de ahora, solo cabe definir en este momento como Gobierno Draghi, dado el protagonismo absoluto que ha tenido en su confección el actual jefe de Gobierno.

Interesa reseñar, antes de seguir adelante, que la crisis que ha dado lugar al cambio del Ejecutivo se ha desarrollado en esta ocasión de una forma un tanto peculiar, ya que la dimisión del anterior jefe de Gobierno se produce tras haber obtenido la confianza de las Cámaras (de las dos, lo que constituye una peculiaridad del sistema parlamentario italiano). No suele ser nada habitual que un jefe de Gobierno presente su dimisión tras haber ganado una moción de confianza; en este caso, además, dada la señalada peculiaridad del sistema parlamentario italiano, por partida doble en las dos Cámaras, como ha sido el caso de G. Conte. Hay que recordar que es precisamente la obtención de la confianza en el Parlamento lo que en todos los sistemas parlamentarios, como es el caso de Italia, habilita al Gobierno para proseguir su actividad; que en este caso no solo no se ha cumplido sino que ha sido seguida de la caída del Gobierno.

Otra cuestión que merece ser reseñada, ya que está en el origen de esta crisis al haber sido la razón esgrimida por su causante -el exprimer ministro, M. Renzi- al retirar el respaldo de su grupo al Gobierno, ha sido la gestión de los eurofondos, recientemente aprobados por la UE para hacer frente a los efectos de la pandemia. Independientemente de que en esta ocasión tales razones no hayan sido otra cosa que una coartada utilizada por Renzi para justificar su operación de derribo del Gobierno Conte, lo cierto es que la gestión de los eurofondos sí constituye en este momento una cuestión clave para el Gobierno, tanto en Italia como en cualquier otro país de la UE. También aquí, donde este asunto es uno de los que mayores y más agudas controversias está suscitando (y va a seguir haciéndolo) entre las distintas formaciones políticas y, en particular, entre el Gobierno y la oposición, tanto en el Congreso como en los Parlamentos autonómicos.

Más allá de las circunstancias reseñadas, que enmarcan el surgimiento de esta imprevista crisis de gobierno, resulta difícil hacer una caracterización precisa del nuevo gabinete que acaba de formarse. Dentro de la variada tipología de las fórmulas de gobierno, en la que los italianos son reconocidos maestros como lo muestra su amplia experiencia en la conformación de los numerosos ejecutivos italianos (67 en los 75 últimos años, desde 1946), el actual de Draghi presenta características distintivas que le distinguen de experiencias análogas. Una primera aproximación (a falta de conocer su ejecutoria puesto que acaba de formarse) nos indica que en esta ocasión se ha utilizado una original fórmula mixta que combina elementos propios de lo que se conoce como gobierno técnico, integrado por personalidades de reconocida autoridad en sus respectivos ámbitos designados directamente por Draghi, con elementos propios del gobierno de concentración, integrado por políticos vinculados a los partidos que cuenten con representación parlamentaria, tanto del Gobierno como de la oposición (con la única excepción de quienes se han negado a participar -Fratelli d'Italia (FdI)-. Se mantiene además en el nuevo gabinete a miembros del anterior, previsiblemente con la finalidad de evitar ofrecer una imagen de ruptura con el gobierno precedente.

Si bien resulta prematuro realizar cualquier valoración sobre un Gobierno que aún no ha empezado a actuar, sí pueden avanzarse algunas apreciaciones sobre esta singular fórmula de gobierno, que algunos ya se han apresurado a presentar poco menos que como de salvación nacional. Una primera consideración a realizar es que este tipo de gobiernos solo son admisibles en un sistema parlamentario como medida excepcional y si se acota por el Parlamento su ámbito de actuación, tanto por lo que se refiere a los aspectos funcionales como a los plazos temporales. Conviene advertirlo porque, a juzgar por algunos de los comentarios que se vienen haciendo, la conclusión a extraer de esta experiencia de gobierno en Italia no sería otra que la inutilidad de los gobiernos de los políticos, incapaces para resolver los problemas, en contraste con la eficacia de los gobiernos técnicos dirigidos por prestigiosas personalidades independientes.

Hay que llamar la atención, a este respecto, sobre el hecho de que los principales problemas, en Italia y en cualquier otro país, que tenemos planteados -gestión de los eurofondos, sostenibilidad del sistema público de pensiones, regulación de las relaciones laborales, suficiencia de las prestaciones sociales y de los ingresos fiscales€- no son técnicos, son netamente políticos; lo que no excluye la utilización de todo el instrumental técnico necesario para su mejor y más eficaz tratamiento. Pero creer, o tratar de hacer creer interesadamente, que las soluciones a los problemas, tanto los derivados de la crisis pandémica en el momento actual como los problemas sociales en general, van a venir por la vía de los gobiernos técnicos, los organismos independientes y las personalidades de prestigio, sin contar, o contando lo menos posible, con la representación política parlamentaria, es algo que tiene difícil encaje en el sistema de la democracia parlamentaria.

Sea cual sea la suerte que corra el actual Gobierno Draghi en Italia, no debe pasar desapercibido que esta operación va a tener (ya está teniendo) repercusiones fuera de Italia; y, en particular, aquí, entre nosotros. No cabe desconocer que la cuestión que ha desencadenado la crisis del gobierno en Italia -la gestión de los eurofondos- también la tenemos planteada aquí (al igual que en otros países); y que es una de las que está generando un mayor grado de confrontación entre las fuerzas políticas y, en particular, en relación con el Gobierno (que es a quien corresponde su gestión). No hace falta ser ningún adivino para predecir que este asunto va a ser uno de los temas clave en torno al que va a girar el debate y la confrontación política en esta legislatura. Y también que la operación italiana del gobierno técnico presidido por un Draghi español (a hallar) va a ser aquí el referente de las fuerzas de la oposición, a falta de apoyos parlamentarios y de alternativas políticas, para sustituir al actual Gobierno.

En cualquier caso, el reciente Gobierno Draghi constituye una experiencia singular cuyos resultados vamos a tener ocasión de comprobar a lo largo de los próximos dos años que restan para la finalización de la actual legislatura. Será entonces cuando podamos hacer una valoración con datos ciertos sobre el balance de la experiencia de gobierno que acaba de comenzar. Y también, lo que no es menos importante, sobre el escenario postDraghi; sobre todo, teniendo en cuenta las experiencias pasadas postCiampi, que no hay que olvidar marcó el inicio de la era Berlusconi a lo largo de las décadas de los noventa y primera del sigo actual; y postMonti, que tampoco debería ovidarse ha dado paso al auge de formaciones como la de Beppe Grillo y sus grillinni del M5S y de la nueva Lega de Salvini, que han sido las que han protagonizado el muy peculiar proceso político italiano en estas dos últimas legislaturas. Cabe la duda de si tras la experiencia del Gobierno Draghi pueden reproducirse situaciones parecidas.

* Profesor