NDY Warhol pronosticó que en el futuro todo el mundo podría ser famoso durante al menos quince minutos; y tenía razón. Hoy, gracias a Internet y la televisión, cualquiera puede tener su minuto de gloria. Pero también rápidamente deja de ser novedad y cae en el olvido.

Crear famosos es puro marketing. Los mass media acostumbran a lanzar celebridades de temporada para convertirlas en iconos. Pero son de ciclo corto y periódicamente se les sustituye. El espectáculo debe continuar y es imprescindible que contenga novedades. En otro caso, el público podría aburrirse y cambiar de canal.

Los famosos de diseño se preparan, publicitan, internacionalizan y explotan mientras se les mantiene en el candelero. El público les adora, repite sus opiniones, compra sus productos, imita sus gestos y gustos y, si puede, se hace con ellos la oportuna foto, pues acercarse a sus personas parece contagiar sus virtudes. Pero cuando declinan se les olvida sin pudor.

El icono mediático internacional más singular de nuestros días apareció en agosto de 2018. Greta era una adolescente de 15 años, que hoy ya son 17. De origen nórdico, hija de un actor y de una cantante de ópera, la joven sufre un cierto trastorno del desarrollo. Es callada y tiene una forma de expresarse cortante, sin matices ni concesiones. Casi como uno imagina a un profeta del Antiguo Testamento en una película de Bergman.

Se ha contado que aquel verano de 2018 Greta decidió dejar de asistir al colegio y sentarse cada día, en el horario de jornada escolar, cerca del Parlamento sueco. Llevaba un sencillo cartel pidiendo medidas para frenar el cambio climático. Nada extraordinario, un tipo de protesta común en muchos lugares del mundo. Pero detrás de Greta había algo más, una campaña de marketing bien planificada.

Su peripecia fue seguida por los medios de comunicación desde el primer minuto. Los mass media intuyeron el filón mediático que se ofrecía allí: una niña ecologista surgida de la nada y plantada frente a la sede del poder, como una nueva doncella de Orleans, una Juana de Arco armada de su pureza, convicción y verbo profético para clamar ante los líderes mundiales contra el cambio climático y los enemigos de la Tierra.

La rueda mediática de la fama y el espectáculo, oportunamente engrasada, comenzó a girar. De ser desconocida en agosto de 2018, a los cuatro meses ya había hablado ante una conferencia de la ONU. Greta acudía a todo tipo de eventos, cumbres, organismos, conferencias y a cualquier tribuna mediática para repetir su sencillo mensaje, nada novedoso por otra parte. Desde el principio, todas le dieron acceso.

En mayo de 2019, la revista Time la elegía como portada y la proclamaba "líder de la próxima generación". De llegar a serlo sería la primera líder de diseño no hereditaria que pasaría del colegio al gobierno global. La victoria final del marketing sobre las ideologías.

En 2019 y 2020, hasta que el covid-19 paró el mundo en la primavera, Greta continuó su ascenso triunfal. Los líderes y gobernantes la recibían en olor de multitud, se hacían la foto y, aparentemente, quedaban convencidos con sus propuestas. Greta les trasladaba un mensaje de preocupación por el clima, de exigencia de medidas, de freno al desarrollo y la solicitud de que los encargados de tomar decisiones escucharan a los científicos. Todos sonreían, los flashes destellaban y parecía que se iba a hacer algo.

Como siempre, solo era apariencia. Pero el circo mediático seguía como si la mera enunciación de eslóganes, jaculatorias y proclamas del pensamiento Alicia fuera la palanca para cambiar el mundo. Nadie iba a romper aquella ilusión y quizás en ella seguiríamos si el covid-19 no hubiera trastocado los planes y bajado el fuelle de muchas iniciativas.

Pero, ¿qué representa en realidad Greta, una adolescente sin especiales conocimientos, y en qué se diferencia de los expertos cualificados que llevan decenios pidiendo cosas similares y a los que nadie hace el menor caso? El secreto está no en ella sino en el papel que encarna con la ayuda de sus especiales condiciones. La Greta mediática no es la adolescente con preocupaciones medioambientales sino el icono que interpreta, capaz de encauzar nuestra mala conciencia ambiental.

La función de Greta como icono es como la de los santos en la edad media. En tiempos de pestes y guerras, los fieles les rezaban, les prometían cambiar sus costumbres y cumplir los mandamientos, se sentían confortados y luego volvían a su pecadora vida habitual. Los humanos somos así, nos gustan los ejemplos de pureza y ascetismo no para imitarlos ni para hacer lo que piden, sino para tranquilizarnos con su cercanía y existencia pues demuestran que lo bueno existe también.

Pero, en realidad, ¿es útil el mensaje de Greta? No estaría de más recordar lo dicho por Dios al profeta Oseas cuando la gente pecadora de Israel se empeñaba en aplacar su ira con palomas y bueyes degollados: "No quiero sacrificios y holocaustos, sino conocimiento".

En nuestro caso, el Dios de la Naturaleza habría dicho algo parecido: necesitamos menos fotos, menos asambleas, convenciones, discursos, huelgas y manifestaciones de cara a la galería y más investigación, más ciencia pura y más estudios serios. Claro que es mucho más aburrido, como saben los mass media, pero con el pensamiento Alicia, las jaculatorias y el marketing no solucionaremos el cambio climático ni nada.

El problema no está en Greta, que de verdad cree lo que defiende, sino en nosotros, que aceptamos que se pretenda resolver problemas complejos con eslóganes y frases impostadas. Una forma de que parezca que hacemos algo y en realidad sigamos igual.

Este agosto, Greta ha sido recibida en Berlín por Angela Merkel, que es doctora en Física. Ojalá le haya aconsejado que retome sus estudios. Tengo esa esperanza pues el pasado 24 de agosto la joven ha anunciado que da por finalizado su año sabático (en realidad dos) y, con 17 años, vuelve a casa y al colegio, aunque seguirá desde allí promoviendo su ideas.

Es lo mejor para que Greta tenga una vida propia y una profesión real, liderazgos aparte. Lo necesita y lo merece. Y sería terrible que acabara en unos años convertida en otro icono mediático crepuscular más, sin oficio ni beneficio, aparcada en algún parlamento en agradecimiento a sus méritos pasados y olvidada de todos. Con un Dany el rojo ya nos vale.

* Apoderado en Juntas Generales de Bizkaia 1997-2019