ARA escribir sobre Navarra, yo no acepto censores en Alderdi. La cosa es clara. Y de ello no me apeo”. Está terminando el año 49 del siglo pasado, a Manuel Irujo le ha pedido el director de Alderdi, Julio Jáuregui, una colaboración que ha titulado “Naparrutik Euzkadira”, y le ha dicho éste que suprimirá de ella las alusiones que puedan producir disgusto a los afiliados de Bizkaia, Gipuzkoa y Araba. Antes de que la protesta del navarro surta efecto, ya han publicado el artículo con “correcciones”, y además “han colado” explicaciones que no son del autor. “Han dejado el texto -estalla don Manuel- como destinado a la propaganda, con menosprecio de la realidad histórica, mixtificándola y negándola: habéis arruinado la hermosa afirmación de que la verdad os hará libres”. Hay entonces un cruce de argumentos en los que Jáuregui defiende que es mejor una censura parcial y bien intencionada que la censura total, porque conllevaría que no se publicara nada, a lo que responde Irujo con esa afirmación de que para escribir sobre Navarra no acepta censores.

Apenas estrenado el año 50, Jesús María Leizaola tercia en el debate, pretextando que Jáuregui está ausente y que se lo ha encomendado el EBB, la dirección del partido. Le parece que la tesis defendida en el artículo de Irujo está en contra de la interpretación de la historia de Euzkadi que ha dado el nacionalismo vasco y es contraproducente para la formación de un espíritu nacional: “Eso de que Nabarra no se equivocó nunca, es un absurdo”, afirma. Si algunos eran diferentes y antagónicos en sus caracteres y modos de comportarse entre los dirigentes del PNV del exilio eran, y lo seguirían siendo hasta el final, Manuel Irujo y Jesús María Leizaola. Así lo recordó Uzturre, Jesús Insausti, en una de sus últimas entrevistas, cuando dijo de ellos que andaban siempre como el perro y el gato. Seguramente, sus diferencias no eran solo temperamentales y algo de ello afloró en las consideraciones y los posicionamientos para la elección del sustituto del lehendakari Aguirre fallecido, que finalmente pareció zanjarse recurriendo a que uno de ellos no era natural del territorio que legitimaba el Estatuto de la República. Lo mismo sucedería mucho más tarde con un candidato a diputado general de Gipuzkoa por Bildu que estaba empadronado en la Comunidad Foral, cuando se optó por no correr el riesgo de que, una vez ganador, lo impugnaran.

A Leizaola le pareció que la tesis del artículo en cuestión, además de destrozar los principios históricos del PNV, presentaba a la Santa Sede como enemiga de la nación vasca y hacía de los vascos occidentales malos vascos: “Es decir, quiere hacer ver que solo Nabarra es Euzkadi. Pero la Nabarra de hoy es la que invadió la Euzkadi marítima occidental en 1936, contra todo lo que signifique personalidad nacional vasca”. Naturalmente, se refería a los carlistas navarros alineados con Mola y los golpistas por culpa de los que, a juicio de muchos de los dirigentes jeltzales, se perdió la guerra de Euzkadi. La disputa entre estos dos notables dirigentes del PNV se inició con el artículo “Naparrutik Euzkadira” de Irujo, publicado con censura; siguió con la retirada de una segunda colaboración ya enviada que don Manuel exigió que le fuese devuelta, y tuvo continuidad con el informe-respuesta de don Jesús, que fue respondido de inmediato por su oponente, todo ello en enero de 1950. En febrero llegaron nuevas observaciones de Leizaola y respuestas de Irujo y también la publicación en Alderdi de un artículo de Paulander de Eyaraldea, conocido seudónimo de Ceferino Jemein o Keperin de Xemein: “La Nabarra que yo sueño”, lo tituló. Le pareció a Leizaola tan “atroz”, que presentó la inmediata dimisión a su cargo en la Comisión de Orientación y Control de la revista.

Para tratar de hundir la tesis expresada por Irujo de un Sancho III que unifica y reúne a todos los vascos, Eyaraldea propone como referente alternativo nada más y nada menos que al navarro Arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada, un adelantado de la Reconquista y la unidad de España, porque entre otros méritos le reconocía haber hablado ante el Papa euskera, que era una de la decena de lenguas en la que podía expresarse. A juicio de Paulander, no era política nacional vasca la que uniera a todos los vascos y además era contrario a separar los territorios vascos de los no vascos, algo que Irujo había apreciado como valor patriótico en la historia de Sancho III. Leído lo cual, Leizaola se pregunta para qué existe el PNV si no es para unir a todos los vascos y para que no estén uncidos a otros pueblos que les dominen. “¡Para qué si no!”, estalla el siempre contenido Jesús María, a lo que siguen unos puntos suspensivos en la carta que le hace llegar a Irujo, y un sorprendente lamento: “Ya no sé nada de nada en lo que se refiere al PNV”. Ninguno de los dos entiende cómo una revista del partido ha podido publicar semejante atrocidad y así se lo hacen saber a su director, Julio Jáuregui, que utiliza anteriores argumentos de Irujo sobre la libertad de expresión para justificarlo. No sería esta la única ocasión en que chocaran Jemein e Irujo a propósito de Nabarra y también del sabinianismo y de la propuesta de confederación de pueblos ibéricos que el navarro impulsó en su exilio londinense. Keperin Jemein, integrista yagi-yagista bizkaitarra, no era de los que eludía la pelea; tampoco Manuel Irujo.

Viene a cuento esta incursión histórica por sugerencia de unas declaraciones de Patxi Zabaleta en Berria con ocasión de la publicación de su libro “Nafarroa Euskal Epikan”. Dice Zabaleta que en el viaje de Euskal Herria, Nafarroa no es un episodio, un mero punto, y tampoco lo es en su epopeya. Por el contrario, es Nafarroa a su juicio, y el de Manuel Irujo también, la que da a Euskal Herria sentido de nación y estado, la que marca el rumbo de su épica. Se ha referido en la presentación reciente del libro a una cuestión presente también en el fondo de la polémica reseñada al decir que si se le preguntara a un vizcaíno cómo nació Bizkaia mencionaría seguramente el mito de Jaun Zuria, primer señor de Vizcaya, pero Bizkaia surgió a su entender de una escisión del Reyno de Nabarra, cuando el 4 de junio de 1076 el rey Sancho IV arrojó al abismo en Peñalén a su hermano. En la versión de Patxi, ahí se rompió y partió el Reyno de Nabarra y entonces se quedó Castilla con la mitad del Reyno. Si se mencionan Amaiur y Orreaga, ¿por qué no Peñalén?, se pregunta Zabaleta: “¿Por vergüenza?”.

Leyendas y mitos fundadores más o menos rigurosos de los que ningún pueblo está exento al margen, la incomodidad de los abertzales de la Euzkadi occidental y de Nafarroa en sus relaciones y concepciones viene de lejos y está siendo resuelta de manera poco satisfactoria para su doctrina cuando, apelando al pragmatismo del fait acompli, se pretende resolverlo o desconocerlo a partir de denominaciones y creaciones oficialistas que contradicen cualquiera de las interpretaciones de la cuestión por parte de los nacionalistas vascos. La cuestión navarra siempre fue incómoda para el abertzalismo histórico, y también para la rama que nació de ETA y cometió uno de sus mayores errores estratégicos cuando forzó la salida de HB de unas instituciones en las que sus representantes contaban con gran predicamento y una clara oportunidad de hacerse oír. Fue antes la Marcha de la Libertad lo más parecido a una provocación, fue la retirada de las instituciones navarras una imposición vascongada so pretexto de no hacer diferencias con los otros territorios, cuando probablemente se explicaba en que no era posible participar en la política institucional, así fuera para cuestionarla, mientras se practicaba una lucha armada que en territorio navarro era especialmente incomprendida. Fue Manuel Irujo hombre de mucha y sugerente palabra. Recogió en su rica obra y correspondencia dichos y anécdotas que dejaban traslucir, además de su gran erudición, querencias y emociones, y también diferencias con correligionarios de los otros territorios. Y no es la cita menos sugerente la que pone en boca del carnicero de Peralta, quien dice “soy navarro de nación/, español si me conviene/, y si me quitan los Fueros/, francés el año que viene”.

* Periodista