UÁLES son los comunes? En primer lugar, que existe un partido que ha suscitado el apoyo mayoritario de la ciudadanía: en Euskadi, el PNV; en Galicia, el PP; y probablemente porque lo estén haciendo bien. Ambos además liderados por dos políticos de altura, Iñigo Urkullu y Alberto Núñez Feijóo. Especialmente el primero. Está entre los pocos estadistas (que ya no se encuentran en este país).

El PNV, partido de la derecha cristiana de talante moderado y pactista, es capaz de suscitar simpatías de carácter transversal. El PP de Galicia, al contrario de sus homónimos en el Estado -Madrid, Andalucía, o Murcia, por ejemplo- ha sido capaz de situarse en el mismo lugar, consiguiendo así la cuarta mayoría absoluta consecutiva e igualando el récord del desaparecido Manuel Fraga.

Por otro lado, en ambas comunidades -y es otro de sus elementos comunes- existen partidos de corte independentista, EH Bildu y Bloque Nacionalista Galego-BNG, que últimamente, a diferencia de en Catalunya, han ido moderando su discurso haciéndolo más acorde a los nuevos tiempos democráticos.

Aquí surge la primera diferencia: al contrario del BNG, el pasado y lastre de Bildu por su apoyo implícito o explícito a la violencia de ETA cuando estaba en activo, dificulta el acuerdo (no así la negociación) con el resto de las izquierdas, PSE y Podemos.

Tampoco le ha beneficiado políticamente su posición ambigua -por decirlo de manera generosa- para unos, cobarde y cómplice para otros, ante lo sucedido con el preso de ETA Patxi Ruiz, que ha permitido revivir a su sector radical, ATA, hasta entonces adormecido. Que no hayan sido capaces de romper amarras criticando los ataques a sedes de PNV, PSE o Podemos, incluida la casa de la líder socialista Idoia Mendia, quizás haya sido una de las razones por las que no terminen de remontar y al tiempo se sitúan muy lejos de ese entendimiento, a pesar de que en el Parlamento del Estado hayan adoptado otra posición muy distinta. El reto que tienen a partir de este momento es ver si son capaces, en la lucha entre sus dos almas, de optar por la segunda, lo que abriría un nuevo escenario de consecuencias imprevisibles.

Su posición de cara a la revisión del nuevo Estatuto de Gernika, o ante los debates abiertos sobre la convivencia y el relato de lo sucedido en los años de hierro y plomo, será clave para permitir acuerdos de futuro entre las izquierdas, también en Euskadi.

Mientras tanto, si en las elecciones gallegas el resultado de los tres, PSdG+Podemos+BNG hubiera sumado mayoría absoluta, sin duda habrían configurado un gobierno tripartito. En Euskadi, en cambio, todavía es demasiado pronto para que se diera esa misma circunstancia, aunque en este caso sí les hayan dado los números.

La otra diferencia va en esa dirección. En Galicia es imposible un acuerdo del partido mayoritario, el PP, con el segundo, el BNG Ho, en su caso, el PSdG, mientras que en Euskadi ocurre justo lo contrario y probablemente el positivo acuerdo de esta legislatura entre PNV y PSE continuará su trayecto a partir de ahora, especialmente después de la mejora de ambos que les permite sumar la mayoría absoluta.

No han sido estas unas elecciones con incertidumbre, a diferencia de las próximas en otro territorio mucho más convulso como Catalunya. Por eso ha existido tranquilidad en los cuarteles generales de todos los partidos, más allá del rumor, incrementado después de este 12-J, de que el PP de volver al poder será con Feijóo y no con Casado.

Esa circunstancia nos ha llevado a que hayamos tenido en ambos territorios una campaña electoral sin pena ni gloria, sin apenas abruptos o sobresaltos, quizás porque la sombra de la pandemia de covid-19 sea demasiado alargada.

Incluso uno de los elementos reseñables en el PP ha sido la ausencia de la halcón Cayetana Álvarez de Toledo, que ha permanecido en un discreto cuarto plano.

Existían dudas razonables antes de este 12-J sobre si el único elemento que podía distorsionar el resultado electoral, la pandemia, iba a ser capaz de hacerlo. Ha sido la primera prueba de fuego en tiempo covidiano. ¿Influiría este en el resultado final? ¿Habría un incremento de la abstención, debido al miedo a las aglomeraciones que pudieran producirse en los colegios electorales? ¿A quién podría beneficiar o perjudicar dicha abstención? La aparición de diversos brotes de la pandemia en ambos territorios podía dar un giro sorpresa a un argumento controlado y producir un desenlace imprevisto.

Que en ambas comunidades se haya tomado la controvertida decisión, con un leve regusto a inconstitucionalidad, de no dejar votar a las personas infectadas, sin prever una alternativa, ha dejado mucho que desear desde el punto de vista democrático, a pesar de que parece que no ha tenido repercusión en los resultados finales. A pesar de esa sombra sobre la jornada electoral, la realidad ha confirmado lo que predecían las encuestas; mayoría absoluta del PP en Galicia y triunfo sin paliativos del PNV en Euskadi.

Incluso ha sorprendido que en Galicia la abstención haya sido menor de lo esperado, lo que valida de una manera definitiva los resultados, aunque en Euskadi se haya producido una caída importante de participación debida en parte al mal tiempo de la primera mitad del día.

Sobre los resultados, algún apunte: triunfo inapelable en cada territorio de PP y PNV, de Feijóo y Urkullu, debacle en ambos de Podemos, el PSOE salva los muebles, aunque supongo que no les dejará satisfechos, ni mucho menos, y el histórico resultado de Vox que entra por primera vez en el Parlamento Vasco, más el ascenso fulgurante de BNG y algo menos de EH Bildu. Se confirman así las dificultades de los partidos de ámbito estatal, que deben jugar en el filo de la navaja con el diabólico esquema de que lo que sería bueno electoralmente aquí les perjudica allí.

A partir de ahora queda el último reto de nuestra ejemplar Transición aún sin resolver; las tensiones centro-periferia. Con más de tres años por delante una vez transcurran las elecciones catalanas, tenemos una oportunidad inmejorable para trabajar este espinoso tema y ser capaces desde el diálogo y la negociación de transformar nuestro Estado en otro más moderno y adecuado a los nuevos tiempos.

Un reto que resultaría más fácil de resolver si las izquierdas, estatales y periféricas, PSOE, Podemos, ERC, Bildu y BNG (con la izquierda independentista al alza) se comportaran de manera estratégica, comunicándose, negociando y acordando. Para ello deberán dejar todos pelos en la gatera, pero vale la pena intentarlo en la dirección de un Estado Federal Plurinacional, una Nación de Naciones que tranquilice de manera definitiva las aguas excesivamente convulsas en Catalunya y algo menos en Euskadi.

Por eso eran tan importantes estas elecciones en Euskadi y Galicia y lo son las próximas en Catalunya. Un nuevo tiempo poscovid-19 se abre pues, apasionante e ilusionante para unos, peligroso e incierto para otros.

* Ex parlamentario y concejal de PSN-PSOE