MANUEL Castells es un científico social reconocido mundialmente desde la publicación en 1972 de La question urbaine (La cuestión urbana), un análisis de economía política que desencadenó un cambio de paradigma en las investigaciones sobre urbanismo en todo el mundo.

En su conjunto, la obra de Castells ha gravitado hacia tres áreas conceptuales que han definido su trabajo: la teoría y la geometría de redes, el capitalismo informacional global y el papel de las corporaciones transnacionales en la configuración de la vida socioeconómica. El trabajo de Castells representa una alternativa poderosa a las afirmaciones y argumentos de los teóricos de la sociedad posindustrial y la perspectiva posfordista.

La obra de Castells es ampliamente reconocida y admirada dentro de la sociología y otras ciencias sociales. También en ciertas áreas del pensamiento económico. Castells ha contribuido de forma importante e innovadora a algunos debates en economía y es uno de los pensadores más destacados en lo que se ha venido llamando “nuevo pensamiento económico”.

A principios de la década de 1990, justo antes de comenzar mi doctorado en la New School for Social Research de Nueva York, tuve la suerte de escuchar e intentar aprender de Manuel Castells, uno de mis profesores en el programa de doctorado de la Facultad de Económicas y Empresariales de la Universidad Autónoma de Madrid.

Por entonces, Castells combinaba sus actividades docentes y de investigación en la Universidad de Berkeley con sus responsabilidades como director del Instituto de Sociología de Nuevas Tecnologías y Profesor en el programa de doctorado de la UAM.

En sus seminarios escuchábamos conceptos e ideas clave que ahora son conocidos por sus seguidores y la comunidad científico-social internacional, como la distinción fundamental entre “sociedad de la información” y “sociedad-red” o los fascinantes detalles e implicaciones de la revolución tecnológica que comenzó en California en la década de 1980.

Unos años más tarde, Castells publicó La era de la información: economía, sociedad y cultura, un trabajo de tres volúmenes estructurado en torno a tres elementos (producción, poder y experiencia), que son relativamente independientes pero interrelacionados. La organización económica, el poder y sus instituciones, y los incansables esfuerzos de las personas a través de la acción colectiva para dotar de significado a sus vidas constituyen la base del cambio social.

Los conceptos de “Red” y “Yo” (Net y Self) son clave en el análisis de Castells del capitalismo informacional y también en su tratamiento más reciente (Aftermath. The Cultures of the Economic Crisis, 2012; Otra economía es posible, 2017) de la crisis financiera y las prácticas económicas alternativas desarrolladas como mecanismos de defensa reactiva.

La “Red” denota las organizaciones que reemplazan las jerarquías integradas verticalmente como forma dominante de organización social. El “Yo” denota las prácticas que una persona utiliza para reafirmar la identidad y el significado social en un paisaje cultural en constante cambio.

Castells define la sociedad-red como “la estructura social que resulta de la interacción entre la organización social, el cambio social y un paradigma tecnológico constituido en torno a las tecnologías digitales de la información y la comunicación”.

Su libro más reciente, Ruptura. La crisis de la democracia liberal (2017), es un análisis sobre los recientes acontecimientos políticos en Occidente, interpretados como parte de las secuelas de la crisis financiera de 2008. El libro comienza con una discusión sobre la crisis de legitimidad democrática, las “raíces de la ira” en palabras del autor.

El segundo capítulo está dedicado a la amenaza terrorista global, una discusión que conecta con su libro Aftermath, en el que se detiene en la noción de riesgo global. Los capítulos tres y cuatro son los capítulos principales del libro, dedicados al surgimiento y desarrollo de los populismos en Occidente.

Castells ilustra sus discusiones con los casos de Estados Unidos, Reino Unido, Francia, la Unión Europea (en el capítulo tres), y dedica todo el capítulo cuatro al caso de España, donde la situación política es cada vez más plural y compleja con el advenimiento de Podemos (en 2015), el movimiento independentista catalán (desde 2017) y, más recientemente (y no incluido en el libro) la entrada en el Parlamento de Madrid, en 2019, del partido ultraderechista Vox.

En la conclusión (capítulo cinco), Castells describe la “sombría claridad del caos”, que es tanto un descriptor de la situación actual, carente de alternativas viables claras, como un impulso para construir nuevas situaciones en que “aprendamos a fluir con la corriente de la vida” porque “tal vez aprender a vivir en el caos sería menos dañino que conformarse con la disciplina de un nuevo orden”.

Sabemos que las crisis económicas son un terreno fértil para la ira y para que los ciudadanos rechacen la política convencional y el statu quo y busquen soluciones más extremas.

No es sorprendente por ello que las encuestas recientes muestren a una mayoría de los encuestados de las democracias liberales de todo el mundo con actitud de repudio a sus representantes políticos, independientemente de sus preferencias ideológicas.

¿Es la Gran Recesión la causa principal del aumento de los populismos en Occidente? ¿Existen otras variables importantes que expliquen el surgimiento de los populismos recientes? Castells interpreta “economía” y “cultura” como mutuamente constitutivas (los valores dan forma a las prácticas económicas tanto como los resultados económicos influyen en las formas de vida), y existe por tanto una dimensión económica y una cultural en el surgimiento de los populismos.

En Estados Unidos, parece claro que la pérdida masiva de empleos provocada por la globalización de la producción está en la raíz de las respuestas populistas tanto en la izquierda (Sanders, Warren, Ocasio-Cortez) como en la derecha (Trump).

La dimensión cultural que explica el auge de los populismos puede verse en las reacciones al aumento de la inmigración y la necesidad que muchas personas perciben de tratar de mantener su identidad, estatus e influencia en un contexto de cambio social acelerado.

Esto explicaría la preeminencia de la “política de identidad” en Occidente y la dinámica renacida de “guerras culturales” en un contexto de mayor polarización política. Dada la centralidad de la cultura en los nuevos análisis de Castells, el lector de Ruptura habría recibido con agrado una discusión explícita de los nuevos populismos como un indicador de “guerras culturales” en nuestras sociedades contemporáneas.

Sin duda, el aumento de los populismos es una clara señal de que el statu quo liberal democrático se debilita y Castells transmite magistralmente esta noción, en coherencia con sus preocupaciones teóricas y empíricas desde los tiempos de The City and the Grassroots (1983). Por aquel entonces, los desafiíos del poder y del statu quo invitaban a mantener la esperanza de conquistar nuevos derechos. Hoy, en cambio, nos encontramos en medio de una actitud de resistencia, una reacción defensiva sin caminos claros hacia adelante.

En la sociedad-red en la que vivimos, la mayoría de las personas tienen una agencia limitada sobre la gobernanza y la dinámica de la red. Los nodos en las redes globales, en particular los gobiernos, deben continuar representando a los ciudadanos, que necesitan dar sentido a sus vidas en sus raíces históricas, geográficas y culturales.

Este es un escenario que invita a la acción de las mentes de las personas sobre las instituciones de la sociedad y, en este sentido, un escenario no cualitativamente diferente de la situación generada a partir de la industrialización de Occidente en los siglos XVIII y XIX.

La “sombría claridad del caos” invocada por Castells en la conclusión puede interpretarse como una invitación a presenciar y explorar una posible revolución en la conciencia y la creatividad del cerebro humanos dentro del capitalismo informacional, su cultura de virtualidad real, y los nuevos e inciertos tiempos de prácticas económicas alternativas incipientes de que venimos siendo testigos en la última década.

* U.S. Fulbright Award Recipient, New York City