LAS nuevas generaciones no conocen a estos dos protagonistas de la fotografía. Tampoco por qué estaban tan contentos. Normal. Es del 18 de julio de 1979 (¡vaya día!) y se trata de Antón Ormaza y Marcos Vizcaya. Se obtuvo en el entonces aeropuerto de Sondika tras la llegada del avión de Madrid con los diputados vascos. Antón, que había estado en Madrid, era el sucesor de Ajuriaguerra como presidente del Bizkai Buru Batzar, un aguerrido resistente al franquismo que había sufrido persecución bajo la dictadura por ser un jelkide consecuente. El otro protagonista era un joven abogado que creyó en 1977 que había que dar el paso e involucrarse en política. Fue diputado en el Congreso por Bizkaia y junto con Xabier Arzalluz, Mitxel Unzueta, Federico Zabala y Juan M. Vidarte había llevado el grueso de la discusión jurídica de la Constitución y la del Estatuto de Gernika en aquellos años boreales en los que HB apoyaba a ETA y organizaba en Navarra una nefasta Marcha que denominaron de la Libertad y que malogró todas las posibilidades de una discusión estatutaria conjunta entre la incipiente Comunidad Autónoma Vasca y el Viejo Reino. Me lo comentó Iñigo Cavero, diputado de UCD que fuera posteriormente ministro de Justicia con Suárez: “Aquello alertó a los militares, que pusieron sobre la mesa su dedo conminatorio diciendo que si la CAV y Navarra iban juntas ellos actuarían. Tenían la teoría -comentaba Cavero- que con Navarra, el País Vasco en su totalidad tenía tres características peligrosas: dimensión de país, frontera con Francia y granero, entendiendo granero un gran espacio con capacidad de producir alimentos de todo tipo”. Y el argumento no pudo ser más contundente. Si alguien piensa que no fue así, que escuche estos días a Esparza, a Casado o a Rivera y lea a toda la basura de la actual Brunete Mediática. Mucho de aquello no fue posible por la única responsabilidad de una ETA que mataba y de una HB que bajo la makila de Monzón arruinaba cualquier posibilidad política con su demagogia rupturista del todo o la nada.

Pero el PNV perseveró y logró en la Constitución no solo la Disposición Adicional sino la Transitoria Cuarta tan odiada por la derecha navarra y que está en el punto de mira del más rancio españolismo, pues permite esa Euzkadi basada en la unión de Navarra con la CAV si en su día se plantea ese referéndum. Al año siguiente, se logró la devolución del Concierto para Gipuzkoa y Bizkaia y en diciembre el regreso del lehendakari Leizaola del exilio.

Por eso es bueno recordar que hace cuarenta años hubo gentes que vieron lejos y gracias a ellos tenemos hoy lo que tenemos. Nadie nos ha regalado nada y algún día se habrá de analizar qué ha supuesto ETA en el retraso de la culminación del Estatuto porque todo lo positivo ha sido fruto de la política de luces largas del abertzalismo institucional frente a las monsergas, milongas y manifas a diario de una izquierda aber-tzale que sigue sin asumir lo oprobioso de aquel pasado que protagonizaron y del que hoy en día se siguen jactando. Sin embargo, detrás de aquellos diputados jeltzales había un partido, una historia, una idea clara, y un equipo de gentes de primera, muchos de ellos represaliados, junto a una acción conjunta para poner en marcha un país dividido, arruinado, violentado, en crisis, tumbado en la lona y sin oxígeno. ¿Se dan ustedes cuenta de por qué se nos dice que miremos al futuro y no perdamos el tiempo recordando este pasado? Lógico, los del todo o la nada siguen manteniendo en el fondo el mismo catecismo y por eso odian que les recordemos que la política es dejarse pelos en la gatera, elegir entre dos males el menor y mirar al conjunto de la sociedad. O lo que decía sabiamente nuestro Luis de Elizalde: “El mundo no es plano. Cada momento, lo que se puede y, eso sí, siempre adelante”. Hagas lo que hagas, pero que se pueda explicar a la ciudadanía. Es el criterio de hacer nación diariamente. Insistir, resistir, persistir y conseguir. Nuestra fórmula de la coca-cola. Sí, ya sabemos que el Estatuto es Ley Orgánica refrendada de obligado cumplimiento y que sigue sin estar completo. Pero lo vamos a lograr. España y los españoles existen y siguen sin estar por la labor, pero, ¿cuál es la alternativa?

Recuerdo que al día siguiente de este acuerdo estatutario en Madrid de hace cuarenta años se celebró en la Diputación de Gipuzkoa y en el mismo salón donde se había firmado en 1932 el Estatuto catalán, una rueda de prensa con los protagonistas de aquel compromiso. No estuvieron ni Alianza Popular ni HB. Para los unos, se había ido demasiado lejos; para los otros era una traición a la causa vasca. Nada nuevo bajo el sol. Pero sí estuvieron el PNV, PSE, UCD, PCE y Esei.

Consolidar nación “Una etapa histórica se inicia ahora, completamente distinta de la que hemos vivido en las últimas décadas. Este logro ha significado la confirmación de que la forma de hacer política no sólo puede conducir a resultados buenos, sino incluso espectaculares”, declaró, en la Diputación de Gipuzkoa, el presidente del Consejo General Vasco y del PNV, Carlos Garaikoetxea.

El denominador común de todos los políticos presentes en el acto fue dedicar al Estatuto calificativos sumamente favorables pues, de hecho, las reivindicaciones de autogobierno plasmadas por las fuerzas vascas en el Estatuto de Gernika no sólo no habían sufrido recortes, sino que habían sido superados en algunos aspectos. Todos lo consideraron como el instrumento eficaz para la consolidación de la nación vasca y para el inicio de reconstrucción y pacificación del país.

“Es un buen Estatuto y el mejor que podíamos haber sacado. Os recuerdo que Franco murió hace dos años pero su estructura de poder sigue ahí”, afirmaba Xabier Arzalluz en el aeropuerto de Sondika cuando sonaban aplausos, se escuchaban los txistus y las ikurriñas permanecían en alto. Él, junto a Marcos Vizcaya, Antón Ormaza y Joseba Elosegi, llegaron pasadas las dos y cuarto en el avión procedente de Madrid y ninguno de los tres podía ocultar su cansancio.

El signo de la victoria surgió de las manos de Marcos Vizcaya cuando empezó el descenso por las escalerillas. Después, los primeros abrazos, apretones de manos, la primera lágrima de Marcos Vizcaya cuando alguien intentaba preguntarle sobre los días pasados. “¿Precaución? -dijo Xabier Arzalluz-, no pienso que haya motivos de precaución. Tenemos un texto jurídico contemplando unos derechos. La puesta en práctica de esos derechos es una tarea política a llevar a cabo en contacto con la realidad y que cada cual asuma su responsabilidad’’.

Bajo su punto de vista, el Pueblo Vasco tenía en sus manos todo lo necesario para reconstruir su propio país. Y todos participaban de la misma idea. Marcos Vizcaya había perdido la maleta, pero esto carecía de importancia, Marcos daba cuenta de las horas dramáticas... Desde las seis y cuarto de la madrugada del lunes hasta las 17.30 de la tarde del martes: “Pensábamos que había llegado el momento de la ruptura total; por eso, la llegada de Carlos Garaikoetxea fue clave. Nosotros llevábamos demasiadas horas juntos, nos estancamos y en esa situación era muy difícil salir. En ese sentido, la llegada de una segunda instancia suprapolítica como presidente del Consejo General Vasco y del EBB fue providencial”.

Coincidían. La negociación había sido difícil, dura: “De tener el ánimo en el suelo pasabas al entusiasmo y viceversa. Además, todo en media hora”. Habían dialogado con el que discrepaba y ese diálogo les había costado momentos tan malos que Xabier Arzalluz, con un regalo traído para sus hijos en la mano, decía: “tenemos hijos sin padres”. Ocurrió hace cuarenta años en Sondika. Mereció la pena.