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Entre certezas y dudas

DEBO reconocer que no me siento cómodo asumiendo el papel de mero espectador ante los acontecimientos y situaciones que -desde hace algún tiempo- se viven en Catalunya, aún pudiendo estos ser considerados más o menos próximos. Lo digo porque es evidente el cinismo que impera ante la intervención del Gobierno español en Catalunya y que impregna toda relación, sea esta de carácter singular o grupal, política o social. Dicho esto, es más que probable que algunos comiencen a pensar en la formación como generador de este evidente fracaso. No seré yo quien niegue eso, pero no es solo formación, créanme, también hay intereses, muchos intereses.

Vivimos un capítulo, otro, que sin duda avergonzará a nuestros descendientes y ante el que las generaciones que hoy estamos tomando decisiones debiéramos encauzar, reconducir, para no transferir errores que bien pudieran ser irreparables. Claro que esto que vivimos con cierto asombro no es nuevo, pero eso no minimiza la gravedad de la situación en la que, de diferentes formas y desde diferentes posiciones, sin duda, colaboramos unos y otros.

En los últimos tres meses estamos reviviendo -sin ánimo de alarma- situaciones similares a las conocidas en el mundo hace treinta y cuarenta años. Como entonces, tampoco hoy se ejerce gobierno desde las instituciones de máximo rango, no hay un sistema, solo se ejerce el poder, la fuerza y el contubernio político. Y lo triste es que todo esto es posible porque es evidente que en el Estado español, muchos millones de ciudadanos desconocen, ignoran, que en democracia no hay espacio para los Templarios, vístanse estos con bragas o calzoncillos. La democracia es otra cosa señores.

En la misma línea, día tras día, estamos siendo testigos de una siembra cuyos frutos alimentarán el enfrentamiento. No se aceptará el juego democrático y dañarán y romperán cualquier atisbo de raciocinio, lo que unido a la notoria presencia de los nuevos inquisidores, impondrán lo que de verdad buscan, ejercer la involución.

Efectivamente, sí, esta situación no es nueva, ya que se ha puesto en práctica en otras ocasiones.

Uno recuerda que como extraña secuela del debilitamiento de la Unión Soviética sobrevino una falsa y deliberada simplificación, particularmente potenciada -como ahora- por los medios de difusión: la hecatombe del socialismo real significaba también la definitiva derrota del socialismo como propuesta doctrinaria y, a su vez, la ratificación del capitalismo como ideología hegemónica.

Es decir, las inadmisibles conductas de personajes como Ceaucesco y Zhivkov inhabilitaban a Lenin, y un Lenin así inhabilitado descalificaba retroactivamente a Marx.

Sin embargo, fue otra la visión que se vendió al mundo respecto a Nixon o Color de Mello, expulsados ambos, el primero en 1974 y en 1992 el segundo, los dos también por conductas inadmisibles de las presidencias de Estados Unidos y Brasil. En estos casos, a pesar de lo que inicialmente pudiera parecer, no se produjeron las consecuencias esperadas y no se exigió la inhabilitación del sistema capitalista o el neoliberal que los encumbraron a tan altos cargos. Esto demuestra que el cinismo y la hipocresía -en las democracias vigentes- son estimadas, como una de las bellas artes.

Estamos en condiciones de afirmar -la historia así nos lo permite- que tanto en el Estado español como en otros países europeos, la experiencia en situaciones similares es más que amplia. Puede citarse a los franceses Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy, al italiano Silvio Berlusconi y a los españoles Felipe González y Mariano Rajoy. Esto quiere decir que no debe extrañar tanto la reacción del fascismo español, ante el movimiento independentista de Catalunya.

Con anterioridad citaba la involución, algo que ya se está dando, y que en fechas próximas verá acrecentada su actividad dirigiéndola al mundo intelectual. Así ha ocurrido siempre. Veremos cómo los nuevos inquisidores recusarán a unos y otros. Cómo en sus razzias incluirán a quienes en épocas más o menos próximas se pronunciaron contra las agresiones de corte imperialista, las torturas en las cárceles, las agresiones económicas, la pena de muerte, los estragos ecológicos, la corrupción política impune? Parecerá como si todas esas demandas, lógicas y democráticas, hubieran sido sepultadas bajo el pronunciamiento de la República de Catalunya.

Con lo ocurrido hasta ahora se puede llegar a muchas conclusiones, una de ellas, sin duda, la increíble capacidad de las personas para cerrar los ojos. Solo así se pueden entender las reacciones que -inducidas unas, espontáneas otras- están avergonzando al resto de Europa y el mundo. No se trata solo de la llamada caverna mediática, hay más, mucho más, en las sombras que protegen este sistema corrupto en el que no se razona, se ordena; no se discute, se impone olvidando que la única manera de aprender es discutir. Discutir con todo aquello que no se entiende o comparte es la única manera de formar personas con criterio, con dudas, es decir, inteligentes. Y esto no es compartido por la actual involución cuando sería fundamental imbuir la idea, la certeza, de que un hombre o una mujer no es nada si no es un ser que duda, una persona con capacidad de conjugar la duda y la certeza con el compromiso de ser fiel a algo. Una persona con mayor o menor intelecto debe ser capaz de apoyar o defender una realidad política o social, a pesar incluso de reconocer motivos de duda. Es evidente y notoria la presencia contradictoria entre la fidelidad y la duda, pero es una contradicción positiva, sin duda fructífera. Si las personas con capacidad de sentir y mostrar fidelidad, ignoran las dudas, viven en un equilibrio ficticio. Cierto que con el transcurso del tiempo pueden obtener cosas, triunfos, incluso grandes resultados, pero el dogmatismo aplicado que rige sus vidas, evita lo más importante; ser personas libres.

Solo una sociedad compuesta de mujeres y hombres libres, cultos, con criterio, puede enfrentarse con éxito a quienes como el gobierno del señor Mariano Rajoy buscan imponer sumisión e ignorancia. Quizá sorprenda a más de uno, pero no me resisto a plasmar lo que estos últimos párrafos han traído al primer plano de mi memoria. Me estoy refiriendo a mi viejo y ya desaparecido amigo José Luis Txillardegi. Una persona tan inteligente como versátil que supo desarrollar su vida con brillantez, conjugando a la perfección sus certezas y sus dudas, y del que muchos aprendimos, afortunadamente.

La libertad, la soberanía, el conocimiento, incluso el dinero -como las semillas-, solo sirven cuando se distribuyen, cuando se esparcen?