HAY numerosos indicios de que el nombramiento de los actuales obispos de las cuatro diócesis de la Euskal Herria peninsular ha sido consecuencia remota de un acuerdo entre la Brunete episcopal -el cardenal Rouco Valera y alguno de sus adláteres- y la Brunete del Partido Popular: Mayor Oreja, entonces ministro del Interior, y alguno de sus consejeros.
Fruto de ese probable pacto para la reconducción del delicado problema vasco a los parámetros propiciados por el gobierno del Partido Popular (PP), entonces presidido por José María Aznar, parece que se acordó (¿a cambio de qué?) que los obispos, en lugar de aportar luz, se mantendrían en silencio respecto del denominado “problema nacional vasco” (¿se enciende un candil para meterlo debajo de la cama?) y hasta, si era el caso, incluso se decantarían sibilinamente a favor de las tesis del PP.
Y en esas seguimos, con el agravante de que los actuales obispos vascos, elegidos a tenor de este acuerdo, en más de una ocasión, al tratar el tema vasco, son tan fieles al compromiso adquirido -se trata de no perder comba de cara a futuras promociones- que hasta se pasan de frenada. A las pruebas me remito.
El pasado 24 de marzo, los tres obispos de las diócesis de la Comunidad Autónoma Vasca hicieron en un medio de comunicación no afín al nacionalismo una entrevista conjunta en la que, entre otras cuestiones, responden a las preguntas que se les hacen sobre la reconciliación de la sociedad vasca.
Ninguna luz en Munilla La respuesta de los obispos es un calco de las tesis del exministro del Interior Fernández Díaz, reconocido por sus posicionamientos extremistas y que está en trance de ser inculpado por sus tretas contrarias a la ley, por lo que ha sido de los pocos exministros relegados en el nuevo gobierno del PP.
El anuncio por ETA de su desarme urgente e incondicional es, según el obispo Munilla, “claramente insuficiente? La única respuesta que la sociedad espera es la disolución definitiva? El reconocimiento del daño causado es insuficiente, como una alternativa al arrepentimiento, porque puede encubrir una mera estrategia política, incapaz de empatizar con el dolor de las víctimas”.
Ningún requerimiento al arrepentimiento de los distintos gobiernos españoles por sus torpezas, por sus incumplimientos estatutarios, por los sufrimientos y por las víctimas, incluso mortales, ocasionadas por las torturas sistemáticas; ninguna alusión al terrorismo ideado y amparado por las cloacas del Estado, al acercamiento de los presos, ninguna luz que aportar a la problemática suscitada por el enésimo intento de renovar el acuerdo de autogobierno vasco con el gobierno estatal impasible al ademán. Esos temas, por lo que se ve, tanto a juicio de los obispos, como del PP, no tienen nada que ver con la reconciliación entre los vascos.
No es así en la sociedad civil. Curiosamente, el mismo día en que se publicó la entrevista conjunta, el socialista Ramón Jáuregui mostró más amplitud de miras (y hasta más compasión humana) que los obispos vascos por los presos de ETA y, en una declaración, sostenía que el desarme de ETA debiera ser aprovechado para un acercamiento de los presos a Euskal Herria: “Acercar a los presos de ETA -decía Jauregui- sería un efecto lógico del desarme de la banda”.
ni matizaciones de iceta y elizalde Es cierto que las declaraciones del señor Iceta en la entrevista son más asumibles (lo que es de agradecer) que las de los señores Munilla y Elizalde (especialmente torpes las este último dos días después en el mismo medio de comunicación). Pero no es menos cierto que la entrevista se plantea, con todo alarde tipográfico, como conjunta: “Primera entrevista conjunta de los tres obispos vascos”, lo que hace suponer que los tres obispos, cuando hicieron sus respectivas declaraciones, conocían en directo lo dicho por el obispo de San Sebastián.
Esto hubiera exigido del obispo de Bilbao algún tipo de matización o de desacuerdo con lo dicho por el señor Munilla. De lo contrario, el lector ha de deducir que quien calla, otorga. Y así lo interpretó el editorialista del periódico en que se publicó la entrevista, para quien en la misma se “establecen los planteamientos con los que se maneja la jerarquía católica a día de hoy y con los que, de seguro, coincide la inmensa mayoría de la sociedad vasca”. ¿La inmensa mayoría de la sociedad vasca coincide con los planteamientos sobre la reconciliación que propone el obispo Munilla? Flaco servicio del editorialista y el de los tres obispos vascos a la causa de la reconciliación de nuestro pueblo.
Se me puede argumentar que los obispos solo se pronunciaron sobre los temas que el entrevistador les propuso. Pero ese es, en mi opinión, un argumento amañado. Ante una pregunta que trata intencionadamente de llevar el agua al molino del entrevistador, el entrevistado, si es listo y honesto, debe con su respuesta reconducir la pregunta a sus verdaderas coordenadas. Esa fue la táctica de Jesús de Nazaret. Al joven que le preguntó por el modo de acceder al reino de los cielos, Jesús le aclaró, que, por encima de la Ley, que era la respuesta que el joven propiciaba, está la solidaridad con los necesitados? (y con los presos, y con?). Pero el joven, más que una aclaración, lo que buscaba era una confirmación de sus opiniones, a lo que Jesús no accedió.
Por eso que creo que los tres obispos de la Comunidad Autónoma Vasca -la ausencia del arzobispo de Pamplona en la entrevista conjunta no es inocente- han perdido una magnífica oportunidad de remarcar las propuestas positivas de la Iglesia católica vasca para la reconciliación y han preferido, sin originalidad alguna, plegarse a las propuestas propiciadas por el PP.
Pero es que quizá hayan sido nombrados (a dedo) para eso. Y se les nota.