UN más que desafortunado fragmento de un programa de humor (Euskalduna naiz, eta zu?) emitido por ETB-1 el 5 de febrero daba lugar a un monumental escándalo casi un mes más tarde. Una televisión pública (ninguna) no puede emitir algo que resulte (o pueda resultar) ofensivo a cualquier espectador por muy pequeño que sea su número o aunque se sepa que, por razón de idioma, no se va a enterar de lo que allí se dice. No se puede ofender a nadie, ni en euskera, ni en sánscrito. La libertad de expresión no ampara la ofensa. Y esto que debe ser norma no lo es menos para RTVE, incluso para los medios dependientes de la Conferencia Episcopal (es decir, COPE y 13TV). En este caso, ya no porque la Iglesia católica recibe fondos públicos (parte de los cuales habrían ido a tapar los 89 millones de euros enterrados por COPE y 13TV desde 2010 como recordaba el nada sospechoso El Confidencial), sino porque somos muchos los católicos que, al no ser del PP o de sectores de opinión de extrema derecha, nos sentimos ofendidos a diario por las cosas que dicen Carlos Herrera, Carlos Cuesta, Afonso Rojo, Alfredo Urdaci, Carmen Tomás?
Pero volvamos a lo que nos ocupa: el escándalo comenzó a fraguarse cuando alguien descubrió la parte ofensiva del contenido del programa de humor de ETB-1, lo subtituló y lo relanzó en las redes sociales. A partir de ahí, anuncio de denuncias ante la Comisión Europea por parte del PP, UPN, Covite (?), intervención de la Fiscalía?
Uno de los medios más escandalizado por los sucedido fue, claro, El Correo Español-El Pueblo Vasco, que llevó a primera página el tema durante varios días y que, el pasado día 7 (quizá para conmemorar el primer mensuario del suceso) le dedicó casi un monográfico. Artículos de Pablo Martínez Zarracina (“El debate público es una tangana que no quiere boicot quiere fiscalía”, sic), Alberto Ayala (“la acertada, aunque tardía reacción del lehendakari”, también sic), Olatz Barriuso (“Como la (inercia) de no plantearse depurar responsabilidades después de que la dirección de EITB permitiera la emisión (?) y esperar una vez más a que escampe la tormenta”) o de Ignacio Marco-Gardoqui (“¿Para qué destinamos tanto dinero a ETB-1, si para insultar a los españoles disponemos de voluntarios suficientes que lo harían encantados y, además, gratis?, no menos” sic).
Los nombres citados pertenecen al elenco habitual de El Correo, pero, esta vez, el tema requería un tono académico y para dárselo quién mejor que Antonio Rivera, el historiador castellano afincado en Gasteiz que, normalmente, se refiere a Euskadi como “el paisito”). El título anunciaba el contenido: “Sabino Arana Productions”. Para explicar lo ocurrido, como historiador, recurre, como no, al bizkaitarrismo, a la inmigración (de los siglos XIX y XX) al Euskobarómetro o a una alambicada interpretación del Concierto (el dinero “que no fluye de la parte más rica a la más necesitada”, obviamente sic). Uno no puede olvidar su comportamiento sectario (el del profesor Rivera) en sus días como viceconsejero del Gobierno PSE-PP en relación con, por ejemplo, el Guggenhein. Ni aquellos momentos gloriosos de Antxon Urrosolo arengando a la parroquia desde el centro del plató, la curiosa forma de entender la pluralidad o la línea marcada por Surio-Viloia en tiempos de El efímero, aquellos tiempos, que espero recuerde Alberto Ayala, en que la televisión se convirtió en “finca particular” de una minoría, no por derecho “histórico” o “divino”, sino por una “ley de partidos” aprobada por la “mayoría central” (como la llamaba Leguina) en contra de la mayoría vasca.
Como de viejo duermo poco, suelo ver de madrugada algunas tertulias de TVE en las que se suele insultar (unos más que otros; algunos, es cierto, no insultan) a los nacionalistas vascos y a otros. A partir de ahora, iré tomando notas. Por no hablar de la COPE -lo que hizo Jiménez Losantos en tiempos no era “incitar al odio”, ¡qué va!- y 13 TV. Pero, aquí se aplica sin rubor la ley del embudo. No he visto que desde El Correo (por poner un caso más o menos reciente) se señalase la obligación perentoria de Mariano Rajoy por los insultos reiterados de Alfonso Rojo a todo lo que se mueve del nacionalismo vasco y catalán o a Podemos en TVE. Claro, tampoco deben dimitir quienes llevan (y pagan) a Rojo. Por lo que se refiere a los medios de la Iglesia católica, lo mismo. No piden perdón ni el Papa Francisco, ni Monseñor Blázquez. Ni dimite nadie.
Mi postura se resume así: no solo entiendo y comprendo, sino que como persona y como periodista hago mío el sentimiento de ofensa que muchos ciudadanos hayan podido percibir, no solo en España, también en Euskadi (las dos comunidades). Pero me quedan algunas preguntas ante tanta sobreactuación. ¿Qué persigue? ¿Por qué ahora? ¿Serán los resultados de ETB Focus? ¿Los presupuestos de Rajoy? ¿El aumento de la actividad industrial? ¿La pesca del verdel?