Cantó Bob Dylan aquello de “the answer is blowing in the wind”. La respuesta está soplando en el viento. Las del Giro estaban en Siena, en el viento que todo lo cubre.
El polvo en suspensión, polvo del camino, polvo del trabajo, polvo de los sendas de tierra, polvo entre cipreses, polvo que pinta las viñas, polvo de la Toscana, polvo que anula rostros, polvo que ensucia, polvo que decora bicis, polvo en el palio, polvo en los ojos, polvo que acaricia el Giro.
Tomó la carrera la fisionomía de la Strade Bianche, la clásica de las estradas blancas, de las arterias entre viñedos, del tratado de la ceguera, del polvo que no deja ver, del polvo que seca la boca y que se traga, que se respira y barniza las caras.
En los paisajes bucólicos de la Toscana, donde solo faltaban los agricultores de Novecento, irrumpió con violencia el caos, de color blanco y suelo traicionero.
Los ciclistas son los que abren huella, los que trabajan la tierra. Guerreros de terracota, siluetas espectrales. Fantasmas en el polvo del camino. De esa tierra de labranza brotó Wout van Aert, enterrado por muchos.
Sensacional Van Aert
Resucitó el belga en un jornada memorable, sensacional, puro deleite. Una etapa apoteósica para los arcanos camino de Siena, desbocados los ciclistas como los caballos que compiten en el Palio en esa carrera visceral por defender el honor de cada barrio el 16 de agosto.
En la Piazza del Campo, en la plaza donde palpita la Siena medieval, Van Aert pudo en un duelo cerradísimo con Isaac del Toro, nuevo líder el mexicano, un ciclista en estampida.
Recuperó el belga su mejor pose después de sufrir, de sentarse en el diván de las dudas y de recomponerse atado a la esperanza. De regreso al ciclista que no dejó de ser aunque lo pareciera. Piel de campeón la suya, capaz de levantarse una y mil veces.
“Esto significa mucho para mí. Tenía que ser aquí, es donde comenzó mi carrera en ruta. Conseguir otra victoria se siente genial”, dijo Van Aert, que era pura emoción. Compartió la felicidad con su familia.
El belga soportó las descargas eléctricas del mexicano, que le midió en cada rincón, rampa y tierra del camino, hasta electrocutarle en los estertores, a un dedo de Siena. Van Aert se sujetó en la cuesta definitiva, en el callejero de Siena, en Santa Caterina.
Tras abrir los brazos se dejó caer al suelo, el rostro repleto de polvo, a modo de un guerrero. Se llevó las manos a la cabeza. Resurrección. Del Toro, en su mejor actuación, sideral el empuje del mexicano, también se agarró la cabeza tras su gesta.
Manda Del Toro
El mexicano, pura exuberancia, una bestia salvaje que pisó con furia la tierra, alcanzó el cielo del Giro a través de los caminos de tierra que elevaron el espíritu de la Corsa rosa. Se pintó de rosa en una día negro para Primoz Roglic, vapuleado por la mala fortuna, enterrado en vida.
El esloveno se dejó 2:24 con Del Toro, gobernante ahora del UAE. Juan Ayuso tiznó la travesía de gris. Agarró más de un minuto de renta con el esloveno, pero es del Toro el que manda. Junto al alicantino, herido en la rodilla derecha, estuvieron Carapaz, Tiberi, Ciccone y Bernal.
El UAE deberá gestionar la lucha de egos. Un gobierno de cohabitación puede ser la fórmula, pero el terremoto provocado por Del Toro no solo afecta a Roglic. El mexicano arremetió con furia y cegó a Roglic, raspado por el suelo y después aislado por un pinchazo.
El esloveno, baqueteado por el infortunio, necesita reinventarse si quiere remontar un Giro que en la Toscana le desenfocó y le colgó la tristeza en el rostro. La tierra se abrió y se tragó a Roglic.
Caída y pinchazo de Roglic
Groves y Hermans, los últimos supervivientes de la fuga, se adentraron en el sterrato. El bautismo en Pieve a Salti, el primer tramo de tierra, dejó fuera de combate a Ulissi, su rosa difuminado por el miedo en los caminos blancos, un lugar para el luto.
A Roglic le pinzó la mala suerte en una curva en la segunda emboscada telúrica. Nadie está a salvo del poder de la tierra. En una curva con gravilla, Lucas Hamilton resbaló y derribó al esloveno y Pidcock en Serravalle.
Giro de Italia
Novena etapa
1. Wout van Aert (Visma) 4h44:20
2. Isaac del Toro (UAE) m.t.
3. Giulio Ciccone (Lidl) a 58’’
4. Richard Carapaz (Education First) m.t.
34. Pello Bilbao (Bahrain) a 3:38
64. Igor Arrieta (UAE) a 6:45
91. Jonathan Lastra (Cofidis) a 16:01
96. Jon Barrenetxea (Movistar) a 16:10
144. Xabier Mikel Azparren (Q 36.5) a 23:05
146. Jonathan Castroviejo (Ineos) m.t.
General
1. Isaac del Toro (UAE) 33h36:45
2. Juan Ayuso (UAE) a 1:13
3. Antonio Tiberi (bahrain) a 1:30
4. Richard Carapaz (Education First) a 1:40
39. Igor Arrieta (UAE) a 19:48
55. Jonathan Lastra (Cofidis) a 29:37
57. Pello Bilbao (Bahrain) a 33:07
73. Jonathan Castroviejo (Ineos) a 45:54
120. Jon Barrenetxea (Movistar) a 1h18:18
139. Xabier Mikel Azparren (Q 36.5) a 1h38:09
Del Toro, compañero de Ayuso, que frenó la caída echando pie a tierra, aunque de dañó la crónica, se percató y embistió con todo, como un morlaco en estampida. Era el momento de eliminar al esloveno de la ecuación. El corte de la caída abrió una zanja para Roglic, una fosa abisal por donde se le escapaba el Giro.
Bailaban sobre su tumba Bernal, acelerado por el Ineos, extraordinario. Juan Ayuso y Tiberi estaban entre los dos mundos. Después de la caída, en plena persecución a Roglic se le deshinchó el Giro.
Pssscchhhh. Pinchazo. Aplastado por la mala fortuna, que le saboteaba. Le tuvieron que cambiar la bici. El Giro se le escurría como arena entre los dedos.
Del Toro, enfurecido
En los caminos blancos de la Toscana, en la tierra que atraviesa los viñedos, mandaba el Ineos, que llevaba a hombros a Bernal en San Martino in Grania. Rivera apadrinaba el repunte de Bernal, que abandonó la entrañas de la tierra con fuerza.
En el mismo grupo se acentuaban Del Toro y Van Aert. A partir de ahí, la supervivencia abría trincheras. Ayuso circulaba entremedias con Tiberi y Pello Bilbao, entre otros. Más lejos jadeaba Roglic, en la cuerda floja.
Del Toro, al que le sobraba energía y determinación, se encrespó en Monteaperti. Le ató Van Aert. Con ellos, Bernal y Vacek, que había remontado hasta alcanzarles. Tremendo el checo. En Colle Pinzuto, el último trago de tierra, con rampas de hasta el 15%, Del Toro se enfureció.
Van Aert, revivido, se encoló al mexicano como pudo. Bernal perdió pie. La herrumbre le visitó de repente. Hacía eses. Le recogió el grupo de Ayuso, que alcanzó Siena con el gancho. Más atrás, Roglic descansaba al fin después de una carrera enfermiza, persiguiendo sombras entre el polvo del camino después de que Del Toro agitara la tierra del Giro.