LO cierto es que tampoco nos ha sorprendido. Trump, que se rodeó de una vitola de mesianismo -él prometía resolver todos los problemas con audacia y rapidez donde sus predecesores habían fracasado-, ha hecho lo de siempre: mostrar su incapacidad por encarar con solvencia la cuestión palestina. Sabemos que el norteamericano medio no le votó, precisamente, por su compromiso de solventar este conflicto (fueron otras mentiras lo que le auparon a la Casa Blanca), pero queda claro que a Trump se le escapaba, en su valoración previa, lo que todo buen analista ya sabe: la situación de indefensión de los palestinos.
El viejo debate sobre la creación de uno o dos estados en Palestina se ha ido tan rápido como ha venido. Crear un estado en el que tanto hebreos como palestinos convivan es, a la vista está, una utopía.
Tal vez, en su origen, en 1948, hubiese sido posible. No ahora, cuando hay tantos muros y rencores que separan a ambas sociedades; no cuando Hamás o la Yihad son dos segmentos muy radicalizados de los palestinos; no cuando los ultraortodoxos en Israel tienen tanto peso y saben del empuje demográfico de los árabes? y su proyecto en la constitución del Gran Israel, lo que es lo mismo, incorporar los territorios de Gaza y Cisjordania a su jurisdicción, sin pensar en el futuro de los palestinos que allí viven. De hecho, mientras Gaza ha sido definida como la mayor prisión al aire libre del mundo, en donde se concentran miles de palestinos viviendo de forma humilde y precaria, en Cisjordania nos encontramos con infinitos muros, controles y colonias ilegales que Tel Aviv se empeña en expandir a pesar de las resoluciones de la ONU, con una rigurosa estrategia de destrozar la unión del territorio y, por lo tanto, acabar con las pretensiones de los palestinos de constituir un Estado siquiera pequeño pero cohesionado. Aunque la violencia ha remitido, se ha acallado la intifada de los cuchillos y desde Gaza ya no se lanzan cohetes, tampoco los israelíes consideran que se dan las condiciones para que se puedan reunir ambos gobiernos y valorar qué compromisos se pueden realizar.
¿Respaldo internacional? La suerte de los palestinos pasa por contar con un país fuerte que le respalde en la esfera internacional, pero saben que nunca podrá contar con la aquiescencia de Estados Unidos. Washington puede presionar a Tel Aviv hasta cierto punto, pero nunca le obligará a afirmar un acuerdo que no quiera. Y desde el gobierno de Netanyahu contemporizan. La sustitución de Obama por Trump ha sido una bendición ya que tienen a un republicano conservador y con escasa preparación para tales asuntos. Aunque su administración ha afirmado que los asentamientos ilegales son un obstáculo para la paz, no parece que vaya a meterse en este avispero, porque sabe lo que podría encontrarse. Los loobys proisraelíes son mucho más poderosos que las organizaciones afines a los palestinos. Y los intereses de la industria de armamentos son considerables, ya que Estados Unidos proporciona a Israel una cobertura en este terreno inmensa. Hay unos vínculos tan fuertes, la memoria del Holocausto, aunque el fenómeno fuera europeo, que la presión sobre Tel Aviv es muy débil. Israel no deja de ser el único país no árabe o musulmán de la zona. Eso le convierte en un aliado natural. Sin embargo, en este marco de las relaciones internacionales, siempre concurren aspectos que llevan siendo un quebradero de cabeza para el ser humano desde siempre, como es la religión. Israel se ha constituido como nación hebrea, o lo que es lo mismo, todo aquel que sea judío puede solicitar la nacionalidad. Y ese ha sido el fundamento de su origen. Este y, por supuesto, su profundo temor a que los árabes acaben derrotándolos y echándolos o al mar. Ese miedo, esa necesidad de que jamás pueda repetirse una Shoah, ha hecho de los hebreos un pueblo aguerrido y militarizado. Las razones son estas, una conciencia que la saben integrada en su ADN.
Cambiar de actitud Cada hombre y mujer israelí, salvo los ultraortodoxos, paradójicamente, han de cumplir el servicio militar obligatorio para garantizar su defensa. Pero no han tomado otra alternativa que no haya sido la fuerza? cierto es que la historia de Israel está jalonada de acontecimientos bélicos. Sus victorias militares le han hecho sobrevivir frente a las distintas coaliciones árabes. Pero, ahora, toca cambiar de proceder porque no concurre tal amenaza. Los países árabes ya no están interesados en el tema israelí, pero el trato que se está dispensando a la población autóctona palestina es infame. Solo se les da la alternativa de marcharse o someterse y aquellos que se resisten, por supuesto, son fácilmente manipulables por los grupos terroristas. Los casos de brutalidades contra la población civil inocente en los años 80 y 90 solo han demostrado que los soldados hebreos han actuado con la misma impune crueldad que cualquier ejército represor.
El desprecio y el racismo contra los árabes está muy extendido. Trump pretendía hacer unas cuantas llamadas telefónicas y convencerles de que debían vivir como hermanos? cuando sabemos que la realidad contiene unas raíces de violencia y de rencor más profundas. Todo parte porque haya presión sobre Israel; porque Washington auspicie a los palestinos y que los ultraconservadores judíos sean relegados, entonces sería posible convivir sin tener que vivir bajo el temor del terrorismo. Y la alternativa es seguir como hasta ahora, lo que es lo mismo, permitir que haya más dolor y más sufrimiento, que la desconfianza gane la batalla a la humanidad.
Los judíos más que ningún otro pueblo deberían entender esto, pero parece que estamos abiertos a repetir las injusticias del pasado, de otro modo, eso sí, de otra manera, pero con el mismo ánimo obtuso. La creación de un Estado palestino no es una cuestión únicamente de historia sino de conciencia. Los palestinos no quieren otra cosa que ser ellos mismos y la única manera de lograrlo es que constituyan su propio Estado soberano. Luego, el futuro decidirá.