Enun fútbol tan globalizado como el actual, de contratosmultimillonarios, de mega-estrellas cuasi inaccesibles para elpúblico o de televisiones empeñadas en fijar horarios que una yotro vez chocan con la lógica y el deseo del aficionado, unacerveza, ¡sí, una humilde y simple cerveza!, se ha convertido en nuestra última esperanza, el clavo al que agarrarnos.

Ocurrióen la Catedral durante el pasado derby¡ dónde si no! Frente afrente Athletic y Osasuna. Los locales soñando con asaltar lospuestos Champions; los visitantes sufriendo para salir cuantoantes del pozo. Por medio, 90 intensos minutos, a cara de perro...hasta que le trencilla pitó el final.

Apartir de ahí, dos técnicos diferentes, de casa, de los nuestros, dejaron claro que aunque sólo sea durante un pequeño instante, elfútbol de antaño, el del respeto al rival, el del reconocimiento altrabajo del colega, el de la comunión entre club y aficionado, elde siempre... sigue vivo.

Valverdey Martín; Ernesto y Enrique, cerveza en mano, disfrutaron duranteun rato, su rato, de ese momento para la confidencia, para elentendimiento mutuo, para la admiración recíproca... Elrojiblanco, feliz en el club de su alma. El rojillo orgulloso en el suyo, en el que no hace mucho, casi dejó la vida... Uno y otro demostraron que se puede actuar de forma diferente, lejos de losmalos gestos, del engaño, de la envidia o del ninguneo entrecolegas.

Quiénsabe si el bueno de Ernesto le habló a Martín de la ilusión quele hace ganar la Copa con el Athletic. O si Enrique le confesó alTxingurri su deseo de retirarse en casa, pese a que su actualdirectiva ha demostrado que olvida rápido a sus héroes.

Osi ambos reafirmaron su apuesta por los jugadores de cantera. ¡Quémás da!..., todo eso queda para ellos, para dos señores delfútbol. De ese fútbol diferente, con mayúsculas, fútbol delsiglo pasado, fútbol que - pese a algunos- todavía respira.

Portodo ello, que no es poco, propongo un brindis. No con champán,tampoco con cava... brindis, por supuesto, con una jarra de cerveza.